Misa concelebrada de la confluencia de las izquierdas en l'Hospitalet del Llobregat. La Santísima Trinidad formada por Pablo Iglesias, Ada Colau y Íñigo Errejón, se ha subido al altar del Pabellón Sergio Manzano lleno hasta la bandera, a pesar del puñado de gente que ha quedado fuera, para decir que votar En Comú Podem es votar Podemos y toda su mística del “sí se puede”, incluso, con el referéndum. Colau se ha arremangado y, afónica, ha dado pistas de lo que quiere ser de mayor: la primera mujer que ocupe la Moncloa.
Errejón, el empático
Después de los primeros teloneros, algún día los spin-doctors tendrían que replantearse esta figura en los mítines, Íñigo Errejon ha ocupado el atril. En catalán y sin manías ha hecho la pelota al pueblo catalán. “Catalunya siempre ha estado al frente de las luchas democráticas y sociales, no ha habido nunca ninguna revolución democrática en el Estado español sin Catalunya”, ha asegurado, para después alabar la defensa de la cultura catalana y las ganas de guerra de la sociedad catalana. “Vendré aquí cuando Catalunya decida su futuro”, ha prometido a un público absolutamente entregado a sus prédicas. “Cuando ganemos, convocaremos el referéndum”, ha remachado.
Errejón, en el papel de Alfonso Guerra en los mítines de Felipe González de los ochenta, ha levantado al público con un discurso bien trabado, contundente contra las élites –a las que llama casta– y hábil para encontrar la complicidad con el público. Una vez ha acabado, ha salido del pabellón para repetirlo a las más de 400 personas que se han quedado fuera.
Colau, la esperanza blanca
Acabado el discurso del número dos de Iglesias, ha sido el turno de Ada Colau. En el papel de “princesa del pueblo” que sabe interpretar a la perfección, se ha subido al escenario, y con el tono de hipo enternecido que gasta, ha asegurado que lo mejor que le ha pasado en la vida es la maternidad y ser alcaldesa. Colau, granuja, ha culpado de todas las cosas que no ha podido hacer en el Ayuntamiento al acuerdo de CiU, PSC, PP y PSC.
“Fui al Congreso a llamarles criminales, ahora iré para aplaudir que se paran los desahucios y que se aprueba hacer el referéndum”, ha proclamado. “Necesitamos que el cambio épico que llegó el 24M llegue el 20D”, ha sentenciado, siempre buscando referentes como Madrid, Zaragoza o Compostela. Colau ha dejado vislumbrar que pisará muy a menudo Madrid, porque quizás esto de Catalunya le va pequeño.
Domènech, a por Ciudadanos
El candidato de En Comú Podem, la franquícia de Podemos en Catalunya, Xavier Domènech, ha pronunciado su discurso cuando el ambiente estaba caldeado. Domènech ha vuelto a demostrar que en esta campaña parece un diésel, porque a medida que avanzan los días gana fiabilidad y firmeza. Domènech la ha cogido con C's. “Quieren ser halcones y no llegan a gaviotas”, ha ironizado, y los ha acusado de ser el partido de las “grandes empresas y del Ibex 35”. Domènech ha pronosticado la victoria de Iglesias y le ha organizado el gobierno, con su número dos por Barcelona, Marta Sibina, como ministra de Sanidad.
Iglesias, fraternal
Ha cerrado la misa, Pablo Iglesias estableciendo una premisa de salida: “se ha acabado el tiempo del choque de trenes, empieza el tiempo de la fraternidad”. “Gracias Catalunya, queremos un país contigo”, ha clamado. Iglesias ha dado por descontado el referéndum y ha defendido sus propuestas de reforma para garantizar la regeneración democrática y blindar los derechos sociales.
En un ambiente eufórico, Iglesias ha encomendado a sus feligreses convencer a los indecisos porque “se respira remontada”. El ejemplo que ha puesto Iglesias por su fe a ganar en Catalunya ha sido concluyente: Ada Colau. Y después del porrazo del 27S que sufrió la confluencia sin la alcaldesa, ahora sí que con ella, quizás sí que se puede.