Si hace sólo una semana lo hacía Quim Torra, este jueves ha sido Miquel Iceta quien ha querido exponer en Madrid su receta para arreglar el conflicto político que viven Catalunya y España. La solución que ha detallado el líder del PSC vuelve a sacar del cajón el proyecto federalista que Pere Navarro y Alfredo Pérez Rubalcaba ya incorporaron en la famosa Declaración de Granada de 2013. Desempolva así un documento que hace seis años ya planteaba una reforma Constitucional para resolver el debate territorial a la vez que enterraba definitivamente la apuesta del PSC por el derecho a decidir.
En una conferencia organizada en el Ateneo de Madrid, Iceta ha señalado que, llegados al momento actual, tras los hechos de octubre de 2017, con la sentencia a la vuelta de la esquina y constatando a la vez que los independentistas siguen ganando elecciones con un apoyo en torno a los dos millones de catalanes, la única salida posible pasa por el diálogo, la negociación y el pacto. Tres conceptos hermanos que, según el PSC, primero se tienen que aplicar de puertas adentro, entre los partidos catalanes.
Para empezar, ha explicado, hace falta que haya un acuerdo en el Parlament que supere los 2/3, que es la mayoría necesaria para reformar el Estatut. Sería una vez alcanzado este acuerdo que podría exportarse a las instituciones españolas para negociarlo y acabar desembocando así en una reforma constitucional. Es decir, la cosa iría para largo, tal como ha advertido el propio Iceta.
Esta fórmula ya se testeó con la propuesta de pacto fiscal que Artur Mas llevó a Madrid, que salió del Parlament con el apoyo de una mayoría calificada. A pesar de eso, Mariano Rajoy no quiso ni siquiera oír a hablar de ello. La idea de los socialistas es que con un gobierno de Pedro Sánchez, la predisposición a escuchar sería totalmente distinta.
Pero más allá del cómo habría que plantear la negociación, el primer secretario de los socialistas catalanes también se ha referido a qué se tendría que incluir. Básicamente, un reforzamiento del autogobierno, una mejora de la financiación, el reconocimiento del carácter plurinacional, pluricultural y plurilíngüe de España y lealtad institucional.
Durante su intervención, Iceta no ha ahorrado críticas a las fuerzas independentistas catalanas, a quienes ha responsabilizado de haber dividido a la sociedad catalana y de estar comandando un gobierno desorientado y en quiebra. También ha recibido el PP, que ha calificado como una auténtica fábrica de independentistas, y Ciudadanos, dedicado exclusivamente a beneficiarse de la crispación.
Como contraposición a todo eso, ha puesto en valor la actitud de los socialistas catalanes y ha fijado como ejemplo a seguir la política de pactos postelectorales llevada a cabo después de las elecciones municipales. Una estrategia de alianzas del PSC con ERC y el PDeCAT que ha permitido superar la política de bloques que había imperado durante los últimos años en Catalunya.