Faltan exactamente tres semanas para que se constituyan las Cortes españolas y se dé de esta manera el pistoletazo de salida de la legislatura nacida a partir de las elecciones generales del 23-J. Y el primero que tendrán que hacer los diputados del Congreso es votar a un nuevo presidente de la cámara baja. Se ha hablado y escrito mucho en los últimos días sobre la necesidad que tiene Pedro Sánchez de recibir el apoyo del independentismo catalán y vasco para volver a ser jefe del ejecutivo español. Pero hay que tener en cuenta que el 17 de agosto los socialistas también necesitarán a Junts per Catalunya y Esquerra Republicana. Y al revés.
Al partido de Pedro Sánchez le interesa mantener la presidencia del Congreso, que en la pasada legislatura ha estado en manos de la socialista catalana Meritxell Batet, pero la suma de PP y Vox es superior a la de PSOE y Sumar. Y a Junts y a Esquerra les interesa tener grupo parlamentario propio; uno para cada uno. Ninguna de las dos formaciones independentistas cumple los requisitos que fija la normativa de la cámara baja para constituirse en un grupo propio. Con siete escaños cada uno, no cumplen la primera de las vías, que es constituirse con un mínimo de 15 diputados. Y tampoco cumplen la segunda posibilidad, que implica tener un mínimo de cinco escaños (eso sí) pero haber obtenido un mínimo del 15% de los votos en aquellas circunscripciones en las que te has presentado. Y tampoco es el caso.
La última posibilidad —inviable de aplicar en los casos de ERC y Junts— es haber obtenido el 5% de los votos en todo el Estado. Tanto Bildu como el PNV no tienen este problema. Porque ellos sí que cumplen los requisitos de la segunda vía: tienen 5 diputados y además han conseguido el 15% de los votos en aquellas circunscripciones donde se han presentado.
¿La solución ante este callejón sin salida? Ayudarse los unos a los otros. El PSOE necesita tener los votos de quienes virtualmente se convertirán en sus socios de investidura para poder colocar a un presidente del Congreso socialista. Y lo más interesante es que eso abre la puerta a que entren en la Mesa del Congreso fuerzas independentistas.
No hay la necesidad de que Junts per Catalunya y Esquerra Republicana regalen sus votos a cambio de nada con respecto a la investidura de un nuevo presidente del Congreso. Porque los socialistas sí que les pueden ofrecer un atajo para conseguir tener el grupo parlamentario que desean las dos formaciones: cederles diputados y así llegar al número de escaños necesarios para formar grupo propio. Ahora bien, este mecanismo —y eso es lo que liga con la necesidad del PSOE— tiene que contar con el aval de la Mesa.
El PSOE tiene la puerta bien abierta a esta combinación de factores. Los socialistas admiten que sería una buena forma de empezar a negociar con el independentismo y encaminar de esta manera una investidura de Pedro Sánchez. Es decir, un gesto para Esquerra Republicana —y especialmente para Junts per Catalunya— para allanar un camino de acuerdo. Ninguna de las tres partes consultadas por ElNacional.cat da por hecho este acuerdo, pero mantienen la puerta bien abierta. Y de hecho, los socialistas sí que reconocen que es posible sacarlo adelante.
¿Qué implica tener grupo propio?
Constituirse como grupo propio en la cámara baja tiene consecuencias muy positivas para las formaciones políticas. Tienen mayores recursos económicos, técnicos y de representación en el Congreso de los Diputados. Los miembros del Grupo Mixto, por ejemplo, tienen que compartir los tiempos de las intervenciones con otros diputados. Mientras que las formaciones con grupo propio 'compiten' en igualdad de condiciones.