Franz Kafka, o la asamblea de la CUP en Sabadell, se ha colado este jueves en el Parlament. No es que nadie se haya transformado en un bicho, sino un terrible empate, de aquellos que ahora hacen gracia, pero que en diciembre no hicieron tanta. La diferencia es que esta vez no ha tenido más consecuencias que la desestimación de un punto de una moción de Catalunya Sí Que es Pot para reprobar al Govern por asociar el rechazo a los presupuestos con la limitación para desplegar políticas sociales.
Ciertamente el momento ha tenido su punto de divertimento. A la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, de tradicional ademán serio, se le escapaba la risa por debajo de la nariz, mientras consultaba qué fijaba el reglamento de la cámara en caso de empate. "Volvamos a votar", ha dicho, pulsando el botón del sonido que llama a hacerlo, y esperando que algún diputado despistado volviera de hacer el café, o del lavabo, para desempatar aquella anomalía. Pero nadie se ha presentado y se ha hecho un remanso de dos minutos (primero ha dicho 5 y algunos se han lamentado). En este espacio temporal han llegado dos personas, pero han votado en sentidos opuestos y dado el tercer empate, desafortunadamente por Joan Coscubiela, se ha acabado desestimando el punto, que hablaba de garantizar con créditos las medidas aprobadas al pleno de emergencia social.
Al final, lo único que se ha aprobado del texto de 5 puntos ha sido el de contenido legal: presentar antes del 10 de octubre el proyecto de ley de presupuestos para el 2017. El diputado de JxSí Roger Torrent ha hecho cierta mofa, también lanzándole un dardo a Enric Millo para reivindicar que hará falta también que el Gobierno español cumpla con la previsión de gasto. Pero al final ha acabado recibiendo toda la oposición, a quien Torrent ha calificado de pronunciar un discurso "perverso", porque las medidas que quieren dice que ya estaban en las cuentas de Oriol Junqueras.
Dos golpes de CUP
Los que han recibido por partida doble han sido los cupaires. La primera, de Germà Bel, que no se caracteriza por callar lo que le viene en la cabeza. En pleno debate ha pedido la palabra, se ha levantado, y sin pelos en la lengua los ha calificado de ser como una religión, porque "empezaron quemando herejes y han acabado incumpliendo pactos". Los diputados anticapitalistas le han mirado con entre cara de sorpresa y sarcasmo, en shock por esta repentina revelación del economista.
La segunda, esta de todo Junts Pel Sí, ha llegado a partir de una curiosa moción del PP, tampoco extraña por su intencionalidad de hurgar en la herida. Los populares querían ver qué pasaba si pedían posicionar sobre si BCN World será o no condicionando por la cuestión de confianza. Y los de Puigdemont se han cerrado en banda, volviendo a dirigir un mensaje de no cesión, y han dicho que no. Es la segunda negativa después del RUI, remarcando que "no están en condiciones de pedir nada".
Unos militares
A quién no se ve en condiciones pedir, en este caso la paz, es Andrea Levy. La popular dice tiene el 'will of peace' dentro de sí, que desea la fraternidad mundial, pero que, en resumen, el realismo lo deja más en una canción de John Lennon que en un objetivo conseguible. Lo que no entiende es como la CUP quiere una Catalunya desmilitarizada y entonces monte los disturbios de Can Vies y Gràcia. ¿"Están a favor de la paz o no, allí?", se ha preguntado, nerviosa.
Nerviosa porque no cree demasiado en que estén por el buen rollo. Por ejemplo, dice que Josep Garganté, el concejal de los anticapitalistas en Barcelona, le da "miedo" y le provoca "intranquilidad". Por lo tanto, su apuesta sigue siendo tener alguien a quien acudir si algún día un grupo de Gargantés decide romper el orden.