A medida que pasaba el mediodía, las calles del Eixample de Barcelona se iban llenando de camisetas amarillas y banderas esteladas. También de autobuses, que venían de todos los puntos del país (y también de los Països Catalans). Y con las calles, también se llenaban los bares y las aceras. Porque todo lugar era bueno para comer y beber algo antes de "la Diada del sí", la que quiere ser la definitiva. Pero, después de seis años consecutivos de manifestaciones, sus asistentes no lo tienen tan claro. Incluso lo han incorporado a su rutina.
Francisco (81) y Maria del Carme (77) han llegado al paseo de Gràcia a las dos y media de la tarde, con un bocadillo en la mochila. Tampoco vienen de muy lejos: este matrimonio vive en Arenys de Mar, en el Maresme. Él es de Jaén y vino con 17 años a Catalunya. Ella es de Barcelona. Es la primera Diada de ambos. El año pasado también querían venir, pero, por problemas de articulaciones de Maria del Carme, no vinieron. Este año "teníamos que venir a toda costa".
Francisco, que no sólo tiene parientes en su tierra de origen sino que "algunos son militares", dice que no le importa lo que piensen de él, que cree que la independencia es una oportunidad. "A mí esta tierra me ha dado trabajo, amor y respeto", asegura. Defiende que "toda España tendría que salir a la calle". Maria del Carme cree que "este año teníamos más motivos que nunca".
Otra pareja, Jean Louis y Bernadette, han venido de mucho más lejos: de Occitania. Concretamente, de Narbona y Montpellier. Pero no es su primera manifestación en Barcelona, sino la tercera: la primera fue la de la sentencia del Estatut del 2010. Han venido en uno de los tres buses que han salido de Perpinyà. "Todo lo que sea ayudar a salvar la cultura catalana ayudará a salvar la cultura occitana", defiende él. Una independencia catalana "nos ayudaría bastante como nación", sostiene ella.
Con grallas, batucadas y castells, los más madrugadores —que han sido muchos— han pasado el tiempo. Muchos han venido acompañados de sus hijos, ha sido una manifestación muy familiar. Algunos han aprovechado para vender el stock que les quedaba de pulseras con la estelada, colgantes con la estelada, abanicos con la estelada... y también banderas con la estelada. Algunos, los más retrasados, también aprovechaban para comprar la camiseta de esta Diada (algunos han reciclado la segunda equipación del Barça de otras temporadas). También había repartidas cajas de solidaridad con los perseguidos por la consulta del 9-N.
A las 17:00 horas ha habido un minuto de silencio en recuerdo de las víctimas de los atentados, que ha sido bastante respetado por los asistentes. Ha acabado con un gran aplauso (algunos mirando hacia el helicóptero de los Mossos que sobrevolaba la calle Aragó en aquel momento), gritos de independencia y el himno dels Segadors.
A las 17:14 horas, como cada año, ha sido el momento de llevar a cabo la exhibición. Esta vez la logística era un poco más complicada: mientras las pancartas se desplazaban desde los extremos hasta el centro de la confluencia, los manifestantes se tenían que cambiar la camiseta que llevaran por la de este año, de color amarillo fluorescente. El caos era previo, porque la gran mayoría ya había venido con la camiseta nueva puesta.
La gente se impacientaba un poco, porque ni siquiera veía las pancartas que les tenían que pasar por encima. Hay gente que directamente no se ha cambiado la camiseta y los hay que, cansados de esperar, se la han puesto antes de tiempo. Pero al final la mayoría ha hecho caso de las instrucciones. La imagen que cuenta es la de una masa de color amarillo fluorescente en forma de signo positivo, que se ha conseguido. Las pancartas han llegado a la confluencia de paseo de Gràcia con la calle de Aragó más de media hora más tarde. Han llegado al mismo tiempo, pero han ido muy descoordinadas durante el trayecto. Otra dificultad que han encontrado las pancartas para avanzar han sido los largos mástiles.
En un momento determinado, antes de que las pancartas llegaran al centro, la megafonía instalada ha sintonizado RAC1, que repasaba las declaraciones de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, sobre la cesión de colegios electorales para el referéndum del 1 de octubre. Se ha producido una gran pitada.
Quien ya ha dicho que seguro que no colaborará con el 1-O es Àngel Ros, alcalde de Lleida. Teresa (58) viene justamente de esa ciudad. A pesar de la negativa de Ros, ella está convencida de que podrá votar. Cree que el Ayuntamiento "se ha vendido a Ciudadanos", y que por eso el alcalde ha hecho este viraje. Es su primera Diada. Con los años se ha hecho independentista. "Es que hemos llegado a un punto que ya basta y necesitamos votar. Votar lo que sea, pero votar", dice.
Axaizea, Ainara y Asier vienen con ikurriñas. Sus nombres no engañan: son vascos. Tienen 21 años y hace cuatro que estudian en Barcelona. Y son cuatro las manifestaciones independentistas que ya cargan en los hombros. Confiesan cierta envidia por lo que está ocurriendo aquí. "Para nosotros es como un espejo lo que estáis haciendo en Catalunya", aseguran. "Somos pueblos hermanos y nos tenemos que echar una mano", añaden.
Albert (36) y Marc (37), dos amigos de Reus, no se han perdido ninguna manifestación independentista ya desde antes de la del Estatut del 2010. No se les ve muy convencidos de que esta tenga que ser la Diada en que guardarán la estelada en el cajón. "Espero que esta vez sí sea la última Diada independentista", afirma Albert. "Querer, es lo que queremos. Pero, aunque el 1-O gane el sí, no tengo muy claro de que esto se acabe. Quizás se transforma en otra cosa".