Trece de los analistas políticos a los que el president Artur Mas y su entorno han dado oídos durante sus años de gobierno responden esta pregunta corta y con muchos filos. El futuro del expresident, es uno de los debates que configuran la refundación de CDC y, por lo tanto, uno de los que definen el rumbo del proceso soberanista.
Artur Mas no sabía hasta qué punto tenía razón cuando pronosticó que, según como, su apuesta por el pacto fiscal podría desembocar en “territorio desconocido”. Él mismo está ahora dentro de esta tierra ignota, ingrata y salvaje. Hay una diferencia. Mientras el destino del proceso que ha liderado tiene puntos de incertidumbre, el destino de Mas está entero en manos del propio Mas, porque la militancia de CDC seguirá lo que él le proponga.
En el partido que ha sido hegemónico en el espacio central del catalanismo, el debate sobre el porvenir de Mas se ha hecho subterráneamente y a media voz. Porque tiene problemas más graves, porque el expresident es aún su principal activo y quizás por cómo se ha articulado el mecanismo de refundación alrededor de dos procesos separados. Uno trata de la renovación de la dirección del partido y del rumbo ideológico que debe tomar y está en manos de los actuales dirigentes. Otro, pilotado por el propio Mas, pivota en torno a la construcción de una plataforma que debe agregar nuevas voces y convergir con el nuevo partido.
La cuestión de qué papel tiene que reservarse Mas en la organización resultante también ha suscitado estas dos últimas semanas un debate público más intenso entre algunos de los que aquí responden, que han sido los articuladores de una parte de las ideas y de los apoyos intelectuales de lo que se ha denominado, con más o menos acierto, masismo, una simplificación que aquí apenas sirve para situar estas opiniones en un entorno y explicar la selección. En cualquier caso, la misma variedad de respuestas y matices de los interrogados pone otra vez de relieve que, a veces, otras simplificaciones maliciosas distorsionan más que los prejuicios.
Francesc-Marc Álvaro
Analista político, escritor y profesor en la URL. Colabora en La Vanguardia.
Es importante que ayude a impulsar y cohesionar el nuevo partido sin que su peso innegable frene la necesaria creación de una nueva cultura política
Como ya he dejado escrito, hay que partir de esta pregunta: ¿hasta qué punto resta apoyos la figura del Mas vinculado al pujolismo y a los recortes a la figura del Mas converso al soberanismo, querellado por la Fiscalía y referente de las clases medias que querrían una independencia ordenada y sin más sustos de la cuenta? El expresident tiene un capital político enorme y una autoridad indiscutible, pero habrá que ser muy inteligentes y estratégicos para encontrar el sitio exacto en que ambos atributos pueden ser más eficientes y mejor aprovechados.
Respecto al nuevo partido, es importante que Mas ayude a impulsarlo y cohesionarlo sin que su peso innegable frene la necesaria creación de una nueva cultura política, a partir de la mejor herencia de CDC y de nuevas visiones. No es una función fácil, obviamente. Un nuevo partido exige poder pensarlo todo con libertad y pide saber aprovechar lo mejor de cada uno, sin confundir proyecto, ideas y trayectorias personales. Hace falta poner las luces largas y huir del tacticismo.
Respecto al proceso por un Estado catalán independiente, Mas es la figura institucional con más prestigio y proyección internacional. Es un explicador de primera y referente para amplios sectores, que no entenderían que no participara en posición destacada. Hay que aprovechar su experiencia para reforzar la seriedad y vocación constructiva de esta vía.
Pilar Rahola
Periodista y escritora. Autora de la biografía La Máscara del rey Artur. Columnista de La Vanguardia.
Merecería ser presidente de la República catalana cuando la tengamos
Artur Mas no tendría que volver a presentarse a elecciones autonómicas. Él no volverá a ser presidente de la Generalitat autonómica. Puigdemont es el candidato natural de CDC. Otra cosa sería un enredo. Mas tiene una importancia y una categoría política y moral enormes. Es quien más se ha jugado en todo este proceso. Tiene que estar muy presente en su partido y en el proceso catalán, del que es uno de los líderes naturales más relevantes. Además, está reorganizando el centro político catalán. Tendría que presidir una ejecutiva de CDC con poder y mando, acompañado de una dirección muy ligera, de tipo anglosajón. Y merecería ser presidente de la República catalana cuando la tengamos.
Joan B. Culla
Catedrático de historia de la UAB. Columnista en El País.
Tiene que dar no un paso al lado sino dos pasos hacia atrás e incorporar caras nuevas en el partido
Mas ha pilotado una metamorfosis colosal de CDC en estos primeros quince años de siglo. Sin él habría sido imposible transformar el partido del autonomismo y el peix al cove en un partido independentista. Ahora tiene que acabar el trabajo, el proceso de reencarnación del alma de 40 años de Convergència en un cuerpo nuevo tras abandonar el cuerpo pujolista. Él tiene que culminar esta tarea. Esta reencarnación tendrá consecuencias serias. Si sale medio bien, el partido resultante no tendrá nunca las dimensiones de CDC. Será un partido que obtendrá el 20% o el 25% de los votos. El mapa político catalán ha cambiado mucho. Y cuando se cierre esta reencarnación, Artur Mas tiene que dar no un paso al lado sino dos pasos hacia atrás y hacer foc nou, incorporar caras nuevas en el partido”.
Salvador Cardús
Catedrático de Sociología en la UAB. Escribe en La Vanguardia y Ara.
No tengo nada claro que tenga que presidir el nuevo partido de manera ejecutiva, porque restaría credibilidad al propio proceso de renovación
Creo que después de tomar la decisión de apartarse del gobierno, y sin entrar a valorar la oportunidad de un gesto que ya está hecho, Artur Mas debería que entender aquello tan viejo –y según cómo, cruel– de que “quien fue a Sevilla, perdió su silla". Además, tendría que abstenerse de entrar a discutir las dinámicas gubernamentales y parlamentarias, al menos mientras parezca que está resentido por su retirada. Es la mejor manera de preservar su valiosa herencia política. En relación al proceso soberanista, tendría que limitarse a los contactos internacionales.
Con respecto a su futuro, si fuera su amigo, le habría recomendado un tiempo de vacaciones y la retirada del mundo profesional. Como ciudadano, pienso que puede ejercer su autoridad moral para conducir la refundación de CDC y garantizar una verdadera y profunda transformación, incluida la sustitución radical de los actuales liderazgos. Pero no tengo nada claro que tenga que presidirlo de manera ejecutiva, porque restaría credibilidad al propio proceso de renovación.
La posibilidad de una futura presidencia de la República catalana siempre estaría abierta. Pero para eso harían falta tres cosas: ser República, que fuera presidencialista y que el país lo reclamara. Demasiados factores, ahora mismo, para hacer pronósticos.
Vicent Sanchis
Director de El Temps y articulista en El Punt Avui, Nació Digital y El Món.
Respecto a su partido, está claro: no puede dar más pasos al lado
En el país de los mil y un debates acaba de abrirse otro. Se trata de saber exactamente qué papel puede hacer Artur Mas en el denominado “procés” y en el nuevo partido que él mismo está armando. Sobre el primer punto, los dioses proveerán. Hay quienes quieren adjudicarle trabajo en el extranjero como embajador pocopotenciario de “la causa catalana”. Es una opción. Mas lleva corbata, tiene idiomas y sabe de qué habla. Es una buena posibilidad, pero los caminos de nuestro proceso son inescrutables. Quizás sí. Que lo decida él. Con respecto al partido, a su partido, eso sí que está claro: no puede dar más pasos al lado. Tiene que liderar el nuevo artefacto por voluntad propia, a petición de la mayoría de los convergentes, que le conceden toda la autoridad moral y la eficacia estratégica, y por necesidad estricta de la centralidad política de este país, que ha girado tanto a la izquierda que podría acabar como un protectorado de Venezuela. Mas es necesario en este preciso lugar, y sólo desde la mala fe o desde la ira de dicha izquierda se le puede negar el pan, la sal y el liderazgo.
Agustí Colomines Companys
Director de la Escola d'Administració Pública de Catalunya. Columnista en El Nacional, Economía Digital y El Punt Avui. Dirigió la Cas Gran del Catalanisme y la Fundació Cat-Dem.
Tiene que ser un referente para la nueva Convergència Sobiranista y dedicarse a liderar el combate de ideas
Se habla demasiado de Artur Mas y de su papel ahora que ya no es presidente. Este no es el problema. Desde un punto de vista institucional, está claro que ya ha entrado en la categoría de expresident y hace falta que ejerza esta función con la más alta dignidad. Hace falta culminar la dolorosa decisión de renunciar a la investidura reforzando la figura hoy más importante de CDC, el President Carles Puigdemont. Todo el mundo tiene que ser consciente de esto, dado que los enemigos están lejos y cerca a la vez, dentro y fuera de las filas soberanistas.
El actual proceso soberanista ha provocado muchas crisis y ha hecho saltar por los aires muchas certezas. El giro independentista de CDC bajo la guía de Artur Mas propició una persecución judicial del partido en toda regla. Lo lamentable es que, como se constata en el caso de la familia Pujol, había dónde encontrar. Los unionistas recalcitrantes y la izquierda unionista e independentista se abonan a la tesis que el problema no eran los Pujol, sino CDC en su conjunto. Había que destruir CDC casi como si se tratara de una cuestión de vida o muerte, porque así se impedía que el independentismo triunfara. A Mas lo echó esta idea, no la CUP. Los anticapitalistas fueron el instrumento, porque tienen una cultura política primaria, dogmática y de vuelo gallinàceo. Nadie ha podido sostener las acusaciones de corrupción contra Artur Mas –o Xavier Trias– más de quince días, y sin embargo, este fue el runrún para no investirlo presidente.
Es verdad que CDC está en crisis. Es una crisis de materiales, porque le faltan ideas nuevas, vive en estado de shock, muchos dirigentes gastan una soberbia que los hunde y el entorno bascula entre la adulación o la negatividad tóxica. ¿Quién tiene que rehacer el partido sin el cual no estaríamos donde estamos precisamente porque ha adoptado el independentismo? Alguien que no esté identificado con el pasado; alguien que tenga ideas y sepa defenderlas; alguien que sea poroso a las nuevas formas de hacer política; alguien que no desprecie el trabajo en colaboración; alguien próximo al territorio; alguien que sepa dirigir; alguien que tenga carisma; alguien que sepa conectar con la gente joven... ¿Es Artur Mas esta persona? No. Artur Mas tiene que ser un referente para la nueva Convergència Sobiranista y dedicrase a liderar el combate de las ideas desde la posición privilegiada de haber liderado la transformación más importante del catalanismo moderado desde 1974.
Si Artur Mas quiere contribuir de verdad a la regeneración política de Catalunya y hacer que la futura República catalana no sea bananera que hasta él mismo pueda optar a liderarla, hace falta que antes ayude a consolidar un espacio político moderno, progresista, limpio.
Jordi Graupera
Filósofo. Escribe en La Vanguardia.
Debe dejar a Puigdemont todo el margen para, desde el poder, organizar el mundo convergente a su alrededor
Intuitivamente, creo que tendría que marcharse del país un año como mínimo y dejar a Puigdemont todo el margen para, desde el poder, organizar el mundo convergente a su alrededor. Dejar que Darwin y la audacia de los jóvenes hagan lo que tengan que hacer en CDC, escribir un libro sobre qué quiere y qué ha aprendido –unas memorias-ensayo– dar una serie de conferencias en una gran universidad anglosajona o francesa y entonces replantearse si quiere seguir haciendo política. En ese momento debería comprobar si CDC se ha convertido en un partido que quiere estirar el chiclé o en el partido que la independencia necesita. En el primer caso, que se funde un nuevo partido independentista y se presente a las elecciones. En el segundo caso, que se ponga al servicio del partido.
Ferran Sáez
Profesor de la Universidad Ramon Llull. Columnista en Ara.
Es cualquier cosa menos un cadáver político
Desde la perspectiva del Estado español, desde el aparato judicial hasta la policía, pasando por el gobierno de Mariano Rajoy o los barones del PSOE, Artur Mas era una figura que había que abatir. "Caza mayor", como él mismo se definió. Lo probaron de todos modos (informes policiales falsos, presiones a los periodistas...) y al final tuvieron que recurrir a la infiltración en las asambleas de la CUP. Tal como pasó en 1992, el asamblearismo fue la herramienta esencial para cortarle la cabeza al independentismo. Todo tiene nombres y apellidos, evidentemente. Se acabarán sabiendo, como los del 92: hay fotos; algunas ya se han publicado. Hoy la tarea de Artur Mas es rehacer el único proyecto sólido de emancipación nacional que ha tenido la Catalunya moderna. No hablamos de cualquier cosa... Su liderazgo era clarísimo hasta que la pinza entre el Ministro del Interior y los herederos de la FAI lo decapitó. Entretanto, hay muchas cosas sustanciales que se mueven. Mas es cualquier cosa menos un cadáver político.
Josep Martí Blanch
Director de la agencia de comunicación Forwards. Exsecretario de Comunicación del Gobierno de Artur Mas. Escribe en El Periódico.
Aprovechar su auctoritas para empujar la construcción de estos nuevos liderazgos
Un aval imprescindible y un activo político muy relevante en un proyecto que debe tener desde el arranque un carácter colectivo y que desde el minuto uno debe servir para construir nuevos liderazgos de presente y de futuro. En este sentido, el papel de Mas es aprovechar su auctoritas para empujar la construcción de estos nuevos liderazgos. Con todo, creo que lo más relevante en el proceso de refundación de CDC es el papel que jueguen las ideas. A quién se quiere representar y para qué.
Albert Sáez
Director adjunto de El Periódico.
Sin una nueva legitimación de la militancia, lo tendrá muy difícil
El papel de Mas tendrían que decidirlo en primer lugar los militantes de la nueva CDC. Sin una nueva legitimación de la militancia, Mas lo tendrá muy difícil para recuperar el liderazgo social. Por lo tanto, debe decidir si se presenta a liderar la nueva Convergència para acabar lo que empezó o enderezar lo que no acabó.
Marçal Sintes
Analista político y profesor de la Facultad de Comunicación y Relaciones Internacionales Blanquerna (URL). Columnista en El Periódico.
La nueva CDC aceptará lo que él considere mejor
La decisión que afronta a Artur Mas –la nueva CDC aceptará lo que él considere mejor– es difícil y entraña una gran complejidad. Sin duda, que él esté encauzando y arbitrando en la transformación de CDC es positivo. ¿Pero y después? ¿Hace falta que se sitúe en primera línea de fuego o que ocupe un plano secundario? ¿O quizá que busque superar la batalla partidista y adoptar una posición más ‘de país’? La respuesta depende de cuál sea el análisis que haga Mas sobre cómo evolucionarán a corto y medio plazo el partido y el país. Él es un analista agudo, pero, como decía, se trata de un cálculo nada sencillo. Endemoniado. Sometido a todo tipo de contingencias e incertidumbres.
Miquel Puig
Economista. Fue el número 5 de la lista por Barcelona de DiL al Congreso. Escribe en Ara.
Tiene que ir a todo o nada. No puede quedarse a medias
Que CDC se mantenga como un partido importante en el mapa político catalán no está garantizado. La refundación tiene bastantes elementos de confusión para que salga mal.
La opción escogida por los militantes es crear un partido nuevo, fusionando su mejor tradición con una plataforma de gente nueva que está organizando el mismo Mas. Al mismo tiempo, se elige una nueva dirección para el nuevo partido procedente de la vieja CDC, cosa que es un poco incoherente con lo anterior, porque quienes tienen que llegar a la nueva plataforma no aceptarán a los viejos dirigentes, que, a su vez, tampoco querrán dejar de aspirar a los cargos.
CDC ha sido siempre un partido ideológicamente confuso en torno a las reflexiones de Jordi Pujol. Creo que ahora no ha reflexionado lo suficiente y no sabe bien dónde ubicarse.
En este contexto, Mas tiene dos opciones. Una es apartarse del partido y reservarse, como De Gaulle. Si la nueva CDC no sale adelante siempre podrán volver a buscarlo. Eso tendría mucho sentido. La otra opción es que él lidere el proceso, implicarse a fondo y no dejar que se forme un equipo directivo de la vieja CDC que dificulte la captación de nueva gente.
Artur Mas tiene que ir a todo o nada. No puede quedarse a medias. Ejercer como presidente honorario sería un gravísimo error porque ni lideraría nada ni quedaría reutilizable. Y me parece que es lo que está haciendo.
Toni Aira
Periodista y profesor de comunicación política en la URL. Escribe en El Mundo.
A partir del congreso del partido, su poder no tendría que ser ejecutivo
Artur Mas no es un jarrón chino. No sólo porque todavía no está políticamente amortizado sino, sobre todo, porque hasta ahora no ha hecho más que sumar para su partido y para la causa que defiende en clave de país. Podrán reprocharle que no haya tenido la mejor suerte y que, como todo el mundo, ha cometido errores, pero de no haber sido por él y su apuesta soberanista, hoy Convergència quizás no tendría ni la opción de reinventarse. Él escogió a Carles Puigdemont como relevo suyo al frente de la Generalitat. Un gran acierto, entre otros previos y relevantes. Por lo tanto, él tiene que ser el referente del nuevo partido, como Jordi Pujol lo fue de CDC (pero diferente). Este espacio político no tiene seguramente otro mejor. Así, Mas, que lo ha escogido, tendrá que dar aire a Puigdemont como presidente (y presidenciable) e impulsar una nueva dirección profundamente renovada. A partir de aquí, del congreso del partido, su poder no tendría que ser ejecutivo y así influirá mucho más.