"Un minotauro desbocado". De esta manera describe Damià del Clot, politólogo, advocat, alcalde de Vilassar de Mar (ERC) i president del Consell Comarcal del Maresme, el estado profundo español. El político y escritor maresmense vuelve a zambullirse con un nuevo libro, Anatomía del Deep State español (Pòrtic, 2023). Una radiografía, con perspectiva histórica, de quien conforma este Estado en la sombra, más allá de los dos partidos del sistema: su "aparato legitimador" (jueces y fiscales), su "brazo ejecutor" (policía política) o sus "guardianes" (militares y servicios secretos). Pero también un acta de sus actuaciones a oscuras. El conflicto político catalán está lleno de muestras, desde la sentencia del Estatut de 2006 o hasta el más reciente caso de espionaje masivo conocido como CatalanGate. Todo esto en defensa de una "razón de estado" que no entiende de dictadura o democracia, inmutable al paso de las décadas.
"A medida que España constata su fracaso como nación, fortalece el Estado", reflexiona Damià del Clot, que escribe: "Lo dota de procedimientos legales infinitos, de reglamentos de lenguaje técnico ininteligible y de funcionarios con un claro espíritu endogámico y vocación corporativa a los que se asigna un objetivo claro: llegado el momento, ellos son la primera y única línea de defensa del Estado". El libro concluye con una cita de José Antonio Primo de Vera, fundador de la Falange que daría corpus ideológico a la dictadura franquista: "España puede tener un Estado fuerte porque es, en sí misma, una unidad de destino en lo universal". Porque, según el autor, es en el "Estado dual" franquista donde hay que buscar los orígenes al actual deep state español.
Y ante cualquier amenaza se activa el Estado entero, el que está en la superficie y el que no, el que es visible y el que no lo es tanto, retorciendo al máximo la legalidad --en algunos casos heredada del franquismo-- y estirando como un chiclé la impunidad de la que disfrutan ciertos poderes que no murieron con el dictador. Desde la doctrina del "todo es ETA" —esta semana se ha cumplido veinte años del cierre del periódico Egunkaria— hasta la "teoría del peligro comunista" con la irrupción de Podemos en la política española. Y, evidentemente, la persecución del independentismo, al que se tiene que "eliminar" del terreno de juego al precio que sea.
"Con el disidente no se negocia; se le elimina mediante lo que hemos definido como una estrategia del lawfare, encarcelándolo, inhabilitándolo, destruyéndolo", sostiene el político y politólogo. Las comparaciones son odiosas, sobre todo si se mira el exilio del rey emérito Juan Carlos a los Emiratos Árabes: "Si en el caso del rey la judicatura —la que es capaz de pervertir el silencio en la defensa de los silencios de Estado— se ha utilizado para proteger el símbolo de la unidad, en el caso de la disidencia se ha convertido en un pilar fundamental de la lucha para la eliminación del enemigo".
El poder judicial
Justamente el poder judicial es uno de los principales focos del análisis de Del Clot, que constata como en muchas ocasiones se ha erigido como un contrapoder en la sombra. Una buena muestra es la reciente revisión de penas los presos independentistas por parte del Tribunal Supremo, que retuerce la interpretación y se permite criticar la reforma del Código Penal impulsada entre el Gobierno y ERC. Ha construido su propia estructura paralela, que se activa cuando ve amenazado su poder. "Si el TC ha actuado como una especie de parlamento del Estado profundo, el CGPJ se ha revelado como el gobierno que opera desde las profundidades del sistema. Es un órgano al servicio del Estado profundo", señala el autor. El minotauro no solo no ha desaparecido, sino que "no ha parado de crecer, se ha sofisticado en las formas, se ha adaptado a los nuevos tiempos y se ha sabido ocultar en las tinieblas de la sala de máquinas".
Sin spoilers, ¿pero todo eso tiene solución? Damià del Clot no las tiene todas, pero señala un camino hipotético: "La curación no será sencillo, pero si se quisiera poner remedio, este pasaría, en primera instancia, por romper con el pasado. Se tendría que llevar a cabo la ruptura que no se hizo durante la Transición. Romper el codón umbilical que todavía nos ata con el fascismo y la intolerancia. La democracia española no será democracia si no puede gobernarse con personas y leyes capaces de denunciar y no renunciar a los tiempos anacrónicos donde el abuso de poder estaba alimentado por la impunidad de hecho y de derecho".