La revista The New Yorker, la publicación cultural más importante del mundo, ha publicado un contundente reportaje sobre la pervivencia del franquismo en España. "Las heridas abiertas de España. Décadas después del régimen de Franco, los ciudadanos del país siguen desenterrando los crímenes del pasado", titula la revista. El mensaje latente es que la transición del 78 no cambió las pulsiones internas, ni cerró las carpetas pendientes. Queda evidente que España es en este sentido una excepción en Europa.
The New Yorker no esconde que en España no hubo ruptura con el franquismo sino más bien miedo. "La esperanza de restaurar la memoria histórica es en muchos sentidos una respuesta a la apropiación del pasado por parte del régimen franquista. Durante décadas después de la Guerra Civil, se enseñó a los niños que el golpe de 1936 estaba justificado; más tarde ganó la idea de que las dos partes eran igualmente responsables de las atrocidades de la guerra (el conflicto costó 500.000 vidas). Incluso hoy en día el cómputo histórico es visto a menudo como una cuestión indeseable, que lleva al resentimiento y al dolor. La mayoría de gobiernos españoles se han mantenido al margen de estos debates", señala.
La revista norteamericana muestra su sorpresa porque una fundación en honor del dictador Francisco Franco siga plenamente activa en Madrid, y la visita. "En el tercer piso de una casa de color mostaza, a unos centenares de metros del Estadio Santiago Bernabéu, está la sede de la Fundación Francisco Franco. Nada en el exterior del complejo sugiere que haya ahí una fortaleza franquista. En el interior, no obstante, la presencia del dictador es omnipresente: en retratos enmarcados en oro y bustos esculpidos; en fotografías en blanco y negro y tapices adornados; en insignias militares y poemas", añade.
The New Yorker admite que el presidente español, Pedro Sánchez, ha intentado normalizar las cosas, pero por ahora sin éxito. Muchos testigos de víctimas del franquismo lo constatan en el reportaje con vivencias personales.