Llegó un momento en que parecía que Ciudadanos se lo tenía que comer todo. Cumplía los parámetros del "Podemos de derechas" que pedía la banca. Las encuestas lo propulsaban en su salto a la política española, a lomos del conflicto catalán. Incluso algunos diarios convertían a un político catalán en presidente del Gobierno. Pero resultó ser un espejismo. De la noche a la mañana, Albert Rivera, el juguete roto del españolismo, hundió la formación a la marginalidad e irrelevancia políticas, con menos representación que el primero de los partidos independentistas en el Congreso. Desde aquel fatídico 10-N, el partido se encuentra a la deriva, sin rumbo claro, con un único objetivo: la supervivencia. De aquí sus movimientos desde entonces.
El primero fue proponer a Pedro Sánchez —el mismo con quien reiteradamente rechazaron reunirse semanas antes— una coalición de 221 diputados con el PP (donde sus diez escaños eran totalmente prescindibles). Ahora, con tres elecciones autonómicas a la vista, proponen una alianza "constitucionalista" al PP: Mejor Unidos. La misma coalición que rechazaron cuando se la ofreció el UPyD de Rosa Díez en su momento. La misma coalición que rechazaron cuando el PP les ofrecía un España Suma para concurrir el 10-N. En dos de los territorios, el País Vasco y Galicia, ni siquiera tienen representación parlamentaria. En el otro, Catalunya, ven cómo pueden pasar en poco más de dos años de ser la primera fuerza a ser la sexta, en el mejor de los escenarios.
El partido ahora liderado de facto por Inés Arrimadas necesita salvar el poco capital que le queda. Para hacerlo, sin embargo, está totalmente a merced del PP de Pablo Casado, que no dudará a aprovechar la debilidad de su socio. Si la hay, un escenario que los populares estudian con lupa, desde Génova tienen intención de fijar ellos los términos del posible pacto, aprovechando la desesperación de sus socios. Para empezar, el "pack de tres" de Ciudadanos no lo acaban de comprar.
En Galicia ven a Alberto Núñez Feijoó se ve muy consolidado y él mismo ya ha prácticamente cerrado la puerta. Ya gobierna con mayoría absoluta. El presidente de la Xunta como mucho ha ofrecido integrar miembros de Ciudadanos en sus listas, pero siempre bajo las siglas del PP, sin coalición, haciendo desaparecer el logo de Cs de las papeletas. Sólo las peores de las encuestas, donde el BNG tuviera la llave para desalojarles, podrían provocar un cambio de planteamiento.
En los otros dos territorios, el País Vasco y Catalunya, el PP sí que se ha mostrado predispuesto, pero teniendo ellos la sartén por el mango. En el País Vasco, Ciudadanos ni tiene representación ni tiene implantación, sobre todo por su oposición al concierto económico, que los populares defienden. En Catalunya, el 21-D ya es un espejismo. El 10-N fueron la última fuerza, por detrás del PP y también de Vox. En la negociación para el Mejor Unidos los populares podrían imponer a Alejandro Fernández como cabeza de lista. Esta será la gran cuestión: si Fernández o Lorena Roldán.
A estas alturas, lo único que le queda a Ciudadanos son los gobiernos autonómicos, donde ha llegado como actor subalterno, siempre a remolque del PP. Por el camino, ha sacrificado el espacio de centro político que pretendía ocupar, dejándose arrastrar por el discurso más ultra del postfranquismo, con los que ha pactado. Su supervivencia como partido está hoy en manos de Pablo Casado. La formación de Inés Arrimadas asume que el riesgo de absorción implícito en esta estrategia electoral es real.
Partido decapitado
Las elecciones del 10-N marcaron un antes y un después para Ciudadanos, que ha visto como también saltaba por los aires su cúpula, empezando por Albert Rivera. Ahora mismo están sin cuadros, después de que todos ellos hayan perdido sus escaños o hayan abandonado el barco. Sólo queda algún mal fichaje estrella, como el abogado del Estado Edmundo Bal o el empresario Marcos de Quinto. Tal es la magnitud que están dispuestos a quemar piezas, como uno de sus hombres fuertes en el Parlament de Catalunya, Carlos Carrizosa, que podría trasladarse a Madrid. Dentro de la formación, todo el mundo da por hecho que del congreso del 15 de marzo saldrá Inés Arrimadas como nueva líder de la formación. Tampoco hay muchas más opciones donde escoger después del 10-N. El camino que tiene por delante no es nada fácil.