La Cambra Daurada, donde habitualmente se ubica la secretaría del president de la Generalitat, está ocupada por andamios desde los cuales un equipo de restauradoras limpia cuatro relieves esculturales tallados en 1527 por Joan de Tours. Decoran los laterales del techo artesonado y representan ángeles dorados que sostienen ―cómo no― una cruz de Sant Jordi.

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Justo al lado de la Cambra Daurada, el Saló Montserrat ofrece una imagen desoladora. El suelo levantado y las paredes desnudas. El mismo aspecto asolado que muestra, al lado, el despacho que habitualmente ocupa el president de la Generalitat, con todo el esqueleto del suelo expuesto a la luz. El panorama aparece tan devastado que la responsable del Patrimonio del Palau, Júlia Roca, accede con mucho pesar a la entrada de extraños para comprobar el estado del interior.

La renovación del despacho, en uno de los laterales de la galería gótica del Palau, coincidió con el debate interno sobre de qué manera se tenía que hacer evidente la excepcionalidad de la presidencia de Quim Torra, provocada por la imposibilidad de restituir a Carles Puigdemont. Precisamente, una de las opciones que se pusieron encima de la mesa fue la de mantener desierto el despacho que había ocupado Puigdemont, el mismo que antes que él ocuparon los anteriores presidents.

La decisión, sin embargo, no ha sido necesaria de momento. Ahora mismo es imposible utilizar esta dependencia de la galería gótica, lo cual ha obligado al equipo de Torra a buscar una alternativa en las instalaciones del Palau.

En un primer momento lo ubicaron en la Casa dels Canonges, el edificio anexo al Palau de la Generalitat y residencia oficial del president ―aunque Torra no la use como tal―. A Canonges se accede por un curioso puente que cruza la calle del Bisbe, constantemente transitada por turistas y saturada de acordes de los músicos de la calle. Las primeras semanas quedó instalado en el despacho del president Francesc Macià donde está la mesa de despacho de Lluís Companys. "Pesa mucho la historia en esta sala", admite Torra.

El escritorio en forma de U, con un tablero frontal y dos laterales, envuelve al usuario y lo encaja ante un entramado de cajones de diferentes medidas y curiosas formas que forman una especie de Tetrix. No obstante, una vez superado el escalofrío historiográfico y revelado que los cajones de Companys no protegen ningún secreto de su propietario original, Torra no necesitó demasiados días para constatar que el auténtico inconveniente de la mesa es la incomodidad para trabajar con ordenadores. "Es una mesa matadora de rodillas", sintetiza.

La funcionalidad del despacho se reveló además altamente cuestionable. Mantenía al president lejos de la actividad del Palau y de buena parte de sus colaboradores.

Se decidió, pues, buscar una nueva ubicación. Finalmente, se ha instalado en una de las alas del Palau de la Generalitat renovadas durante el segundo gobierno tripartito, a la derecha del pati dels Tarongers, justo enfrente del saló Daurat donde se celebran las reuniones del Consell Executiu.

Era el despacho que hasta ahora ocupaba el secretario de Govern, Víctor Cullell. Se trata de un espacio muy funcional, de dimensiones reducidas y paredes blancas, con una ventana alta por la cual entra la luz del pati dels Tarongers, el centro neurálgico del Palau. Apenas abrir la puerta recibe al visitante La Riallera de Santiago Rusiñol, una de las cuatro obras que el MNAC ha cedido al president para decorar el despacho.

Torra asegura que no ha decidido qué hará cuando el despacho habitual del president esté restaurado, aunque subraya que el que está utilizando es más práctico. "Yo priorizo la funcionalidad en estas cosas, aquí nos hemos instalado muy bien. Sinceramente me parece mucho más práctico que estar en la otra punta, allí aislado, solitario, en el despacho que era siempre del president de la Generalitat", explica.

Ahora se plantean dedicar el despacho de la galería gótica a recibir visitas, pero tampoco se descarta del todo volver. El president se sacude las preguntas al respeto asegurando que no se lo ha planteado, que todavía faltan unos meses. "Esta posibilidad de estar aquí con todo el mundo me da una gran tranquilidad", concluye.