Seis horas después, el autocar sigue recorriendo Francia, rumbo a Bruselas. Ya ha pasado Aviñón y ahora se desplaza hacia Lyon. Todavía quedan entre diez y doce horas para llegar. Se ha hecho de noche, y fuera la temperatura es de aproximadamente dos grados. Dentro del autocar, sin embargo, no hace frío.
Para pasar el rato, alguna cabezada, hacer uso de los móviles —ahora que ya no hay roaming—, o leer con la tablet, pero sobre todo, discutir sobre política. La mayoría de los pasajeros del autocar no se conocen entre ellos, los grupos son de entre dos y cuatro, pero la causa los une y no se les hace extraño hablar, especialmente para compartir su indignación por los encarcelamientos o la aplicación del artículo 155. El futuro ya no lo tienen tan claro.
Opiniones para todos los gustos y colores, que constatan la transversalidad del movimiento independentista. Sobre la mesa: "¿hay que luchar por un referéndum pactado o por la independencia?" "¿cuántos votos se necesitan?" "¿qué hay que hacer después del 21-D?, ¿debe ser president Carles Puigdemont"?.
Las respuestas dependen de quién sea el interlocutor. Algunos son más próximos al PDeCAT, otros son votantes de ERC de siempre, y también hay algún exvotante de Iniciativa, fastidiado por la equidistancia que ha mostrado el partido respecto del proceso soberanista. Todos tienen opiniones diferentes, pero tienen un objetivo común: llenar Bruselas para exigir la liberación de los presos y hacer reaccionar a Europa. O por lo menos, hacerse oír.