“Señor Rajoy, si no va al Congreso a presentar su investidura, mejor que se vaya a casa”. Son palabras de Pedro Sánchez el 22 de enero de 2016. Ha pasado un mes desde las elecciones del 20-D de 2015, que han roto el bipartidismo y han supuesto la irrupción de Podemos y Ciudadanos en el Congreso de los Diputados. El PP tiene 123 escaños y el PSOE cuenta con 90, seguido de los 65 de Podemos y sus confluencias y los 40 de Ciudadanos. El rey Felipe VI, siete meses después de su coronación, hace su primera ronda de consultas con los partidos políticos para ver qué candidato podría someterse a la investidura. Y, por primera vez en la historia, acaba sin que haya un aspirante.
Es lo mismo que ahora, más de ocho años más tarde, acaba de pasar en el Parlament de Catalunya: Salvador Illa y Carles Puigdemont han renunciado a ir a una investidura sin tener los votos garantizados y Josep Rull ha evitado a postular ninguno de los dos como candidato. Ahora bien, hay una diferencia: en Catalunya, el Parlament tendrá que hacer un acto equivalente porque el Reglament fija que el debate de investidura se tiene que celebrar a los diez días de la constitución de la cámara. En cambio, en el Congreso no hay ningún plazo establecido y el monarca no tiene una fecha límite para proponer a un candidato. Más allá de las diferencias procedimentales, el contexto político es equiparable: en un contexto multipartidista y de mayorías frágiles y complejas, dos candidatos aspiran a llegar a la presidencia y necesitan más tiempo para negociar y conseguir los apoyos. En aquel momento, el PSOE reprochó a Rajoy que no hiciera un paso adelante y ahora es Illa el que justifica que el PSC espere a tejer una alianza con ERC y los Comunes.
“Rajoy tiene el deber y la obligación de presentar su investidura”
Volvamos a 2016. Después de reunirse con Felipe VI, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, comparece en la sala de prensa del Congreso para valorar la decisión de Mariano Rajoy de renunciar a presentarse a la investidura. Y es muy crítico con la decisión del líder del PP. “Si no va al Congreso a presentar su investidura, mejor que se vaya a casa”, le afea al presidente en funciones. El dirigente socialista sostiene que “es el turno” de Rajoy “como primera fuerza política” después de las elecciones del 20 de diciembre: “Tiene el derecho y, me atrevería a decir, el deber y la obligación de presentar su investidura al Congreso”. “La democracia tiene sus plazos y sus procedimientos, no hay atajos”, remacha. Sánchez reconoce que los resultados electorales arrojan un escenario “nuevo, complejo y diferente” en la política española, que lleva aparejado que se necesite “mucho más diálogo, capacidad de acuerdo y negociación”.
“Una decisión propia de un antisistema y un trilero”
Ahora bien, la voz más contundente desde las filas socialistas es la de César Luena, el entonces secretario de Organización del PSOE. Más tarde, en una breve rueda de prensa desde la calle Ferraz, tilda la decisión de Rajoy de “muy irresponsable” y de “más propia de un antisistema y de un trilero que de un presidente en funciones de España”.
“Una decisión que podemos calificar como la del perro del hortelano”, en referencia a la obra de Lope de Vega, que “ni come ni deja comer”, añade, y aprovecha para disparar contra el “estilo de Rajoy”, que resume en “no actuar y dejar las cosas para más adelante”. “Un Rajoy en plasma, que no da la cara y se vuelve a esconder”, insiste.
“No estoy en condiciones de presentarme a la investidura”
A todo esto... ¿cómo argumenta Mariano Rajoy su paso atrás? En una comparecencia desde la Moncloa después de reunirse con Felipe VI, el presidente en funciones agradece a Felipe VI el “gesto” y la “deferencia” de ofrecerle ser el candidato, pero reconoce que no sería viable: “Le he dicho que hoy, que en este momento, no estoy en condiciones de presentarme a la investidura, porque no solo no tengo todavía una mayoría de votos a favor, sino que tengo una mayoría absoluta acreditada de votos en contra, 180 diputados como mínimo”. Rajoy argumenta que el debate de investidura “no es un trámite” para que empiecen a contar los plazos: “Yo no me voy a prestar a eso”. “Todavía y de momento, no tengo los apoyos y creo que debemos dar tiempo y margen al diálogo por el interés general de España y de los españoles”, reitera.
La apuesta de Rajoy es formar una gran coalición con el PSOE y Ciudadanos, una opción que considera que “responde al interés general de los españoles y al sentir mayoritario de los ciudadanos que creen en la unidad de España”. Los socialistas, en cambio, lo rechazan categóricamente y apuestan por un “cambio progresista y reformista en España”. Sánchez y Rajoy, cada uno por su lado, insisten en que necesitan más tiempo para negociar. De hecho, ese mismo día Podemos hace un paso adelante: Pablo Iglesias señala que su apuesta es ser vicepresidente de un ejecutivo presidido por Pedro Sánchez. Y este es un argumento que esgrime Rajoy para optar por esperar: “Hemos conocido que esta mañana se ha presentado una propuesta de acuerdo que contaría con muchos más votos a favor que la mía”. Sin embargo, era la época que Sánchez vetaba la entrada de Podemos en el Consejo de Ministros.
El desenlace: la investidura fallida de Sánchez en marzo y las elecciones del 26-J
¿Y cómo acabó todo? Después de esa primera ronda de contactos, Felipe VI volvió a hablar con los líderes políticos una semana más tarde. El resultado fue postular a Pedro Sánchez como candidato a la investidura. A pesar de los intentos de Podemos de seducirle, el PSOE pactó con Ciudadanos, pero se quedó lejos de lograr una mayoría favorable: 131 síes y 219 noes. Con un hipotético pacto con Podemos y sus confluencias, Sánchez hubiera llegado a la Moncloa con los votos de ERC, el PNV, Compromís e Izquierda Unida. Sin embargo, en ese momento Sánchez cerraba la puerta a pactar con el independentismo. Y no hubo ninguna otra tentativa: a finales de abril, el rey hizo un último intento de encontrar un candidato, pero nadie dio el paso.
El resultado fue que se disolvieron las Cortes Generales y se convocaron elecciones para el 21 de junio. El PP salió reforzado de la repetición electoral, mientras que el PSOE consiguió el peor resultado de la historia. Después de pactar con Ciudadanos, Rajoy se sometió a una primera investidura en agosto. Pero fracasó. Y dos días antes que venciera el plazo que hubiera conducido a las terceras elecciones, el líder del PP fue investido gracias a la famosa abstención del PSOE, que llegaba después de la defenestración de Sánchez. Dos años más tarde, una moción de censura condujo a Sánchez a la Moncloa. Y allí continúa.