En medio del reencontrado silencio de los diarios de Madrid sobre el espectáculo de la renovación del Consejo General del Poder Judicial, se nota en las portadas cierta gresca sobre la destitución del abogado del Estado que llevaba la acusación del 1-O. El hombre se había negado a obedecer a su jefa –que tiene todo el derecho a mandarlo– y algunos diarios, tan amantes como son del imperio de la ley y del estado de derecho, hablan de "purga" y de que se aplasta la independencia de la Abogacía del Estado. Quizás porque es la única independencia que les gusta.
Ciertamente, no es broma que el FMI, la OCDE y la Comisión Europea desacrediten el proyecto de presupuestos del gobierno español. Con el agua que baja, sin embargo, ¿alguien cree aun que este proyecto estaba vivo después de que los dos partidos independentistas catalanes se negaran a apoyarlo por tierra, mar, aire y redes sociales? Abrir la portada con los dictámenes de aquellos tres organismos internacionales sólo es parte de la zarabanda ¡Sánchez fuera! ¡Elecciones ya! que hace sonar día y noche el trío antigubernamental El Mundo, La Razón y ABC. No es más que matar muertos.
La única razón que podría explicar tanto griterío es el hecho de que los dictámenes del FMI, la OCDE y la Comisión Europea les ahorrarán titular –cuando llegue el momento– que, por culpa de los indepes, el gobierno español no puede aprobar los presupuestos. Seguramente no lo hacen por eso, què va.
Visto el panorama, puede parecer que El País hace una portada más limpia. Es dudoso. Se hace raro abrir con el expediente de sanción de Bruselas a Italia por sus presupuestos mientras a los de tu país les pasan el rodillo. Muy extraño, pese a que no sean comparables las actitudes de Italia y de España. Pero así, de primeras, esconderlo en un columnita parece más una protección al gobierno español que otra cosa, por muy inédita que sea la decisión de Bruselas –que ya veremos dónde acaba.
Después viene el numerito de Gabriel Rufián y Josep Borrell en el Congreso. El editorial del director ya explica qué ha pasado. Hacía doce años que la presidencia de la cámara no expulsaba a un diputado. Es fácil recordar incidentes tan o más graves que la disputa de Rufián y Borrell –a quien la presidenta Pastor no ha dicho nada, de momento, por mentir desde el banco del gobierno. No es ninguna sorpresa. Es una presidenta que prefiere censurar lo que dicen los diputados y borrarlo de las actas –por lo que ningún diario se ha quejado– a resolver el problema de comportamiento de algunos diputados que, más que hablar, parece que sacan fuego por la boca.
Sobre Borrell, queda todo dicho en el comentario de este catedrático de la Universidad de Tours (Francia):
Lo que le faltaba a Borrell: hacer un Neymar en pleno Congreso de los Diputados.
— jorge cagiao y conde (@jorgecagiaoycon) 21 de noviembre de 2018