Gibraltar y cierra España haría hoy buen titular de portada en los diarios impresos de Madrid, que vienen con Gibraltar ultrajados, irascibles y aguerridos, con un deje quevedesco ("Miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes ya desmoronados..."). Los más ofendidos, como La Razón, editan titulares de batalla en primera persona del plural ("¿Podemos tumbar este acuerdo?"), mientras en El Mundo, el exministro Margallo roba la frase a Pedro Sánchez para rechazar los acuerdos del Brexit entre la Unión Europea y Gran Bretaña: "No es no". ABC carga contra la premier Theresa May. El País se lo toma con más frialdad y sigue abriendo con Italia –y es el segundo día (será un aviso críptico?).
El argumento general es que la UE ha traicionado a España con nocturnidad y alevosía. Es la canción de la puñalada por la espalda, la Dolchstosslegende que tanto sirvió al nacionalsocialismo alemán para abrirse espacio tras la Gran Guerra. El enemigo exterior. De aquí al Si ellos tienen UNO, nosotros tenemos dos de la posguerra civil va un paso. Y quizás sólo es cuestión de tiempo para que el mundo progre se queje con zalamería en Bruselas porque, al excluir Gibraltar de los acuerdos del Brexit, han despertado inoportunamente "la bestia del nacionalismo español" –como se ha acusado al independentismo catalán.
Que una catástrofe de esta categoría –si hay que creer a las portadas– coja tan por sorpresa a los grandes diarios españoles indica dos cosas. O no es tan catástrofe y se trata de otra exageración patriotera, o los diarios están en fuera de juego desde hace muchos meses –los mismos que llevan la UE y la Gran Bretaña negociando los acuerdos sobre la aplicación del Brexit. A estas alturas, esa prensa –que seguramente estaba ocupadísima en asuntos de más calado– no hace más que protestar y compadecer a la España "vieja y tahúr, zaragatera y triste" de Azorín.
La impresión que dan las portadas, en conjunto, es más bien cómica.
El reportaje que se echa de menos, sin embargo, no es el de la puñalada por la espalda sino el de la (in)competencia de los nuestros, que explique por qué el Estado español se ha dejado pasar la mano por la cara, por qué han fallado sus diplomáticos y hombres de influencia, dónde están los aliados cuando los necesitas, o en qué estaban pensando los más de 300 funcionarios de la Reper en Bruselas. Y todo contra una Gran Bretaña en horas bajísimas, como explicaba Simon Kuper en el Financial Times. A ver si los periódicos se atreven, que por alguna razón los bromistas llaman "el Tercio de Flandes" al aguerrido grupo de corresponsales españoles en Bruselas.
También se echa de menos, por decirlo a la moda, respetar el principio de realidad, bajar el balón al piso.
La dictadura del general Franco cerró completamente la frontera española con Gibraltar. La joven democracia española la reabrió tras la adhesión a la UE, en 1985. Principio de realidad. España, sin embargo, desde los gobiernos de Aznar, vuelve a reclamar el peñón como cosa de vida o muerte, aunque sus residentes, los llanitos, no están de acuerdo. Lo han dejado claro en dos referéndums. En el de 1967 votó el 73,4% de los residentes, el 99,64% de ellos en favor de continuar en Gran Bretaña. En el de 2002 participó el 87,9% del censo electoral y el 98,97% prefirió la soberanía británica a la cosoberanía. Los gibraltareños, por unanimidad, no quieren ser españoles. Dicho de otra forma: los llanitos derrotaron a España por KO. En las urnas. Principio de realidad.
Bola extra. En uno de sus míticos explainers, The Economist explica por qué Gibraltar pertenece a Gran Bretaña. "Porque un rey español del siglo XVII no tuvo hijos", remacha con picardía el subtítulo, antes de detallar la historia de la soberanía británica del peñón. Concluye con un consejo: "A España le conviene: si Gran Bretaña entregara Gibraltar, los catalanes, que perdieron su autonomía tras el Tratado de Utrecht [por el cual España cedió el peñón], podrían considerarlo un precedente interesante". El artículo es de 2013.