Hoy sábado Pedro Sánchez está de suerte. Los cuatro diarios impresos de Madrid le hacen portadas como pancartas y con titular único. Si lo hubiera dictado algún estratega de La Moncloa no lo habría hecho mejor. Es la última esperanza de que les queda. Si Gibraltar tiene que seguir siendo un peñón en el zapato de España, son el presidente y su gobierno los únicos que pueden remediarlo. ¡Presidente, sálvanos!

Se agarran al "boicot" de Sánchez a la cumbre de la UE (quieren decir que no acudirá, pero con épica), como un niño pequeño confía en que dejando de respirar le harán caso en todo lo que pida. Para distraer mejor el sábado, podían haber titulado "Yo que tú no lo haría, forastero". El efecto habría sido el mismo. Ninguno.

El mejor comentario de este tipo de portadas lo hizo Cervantes –quien en su obra describe el carácter español con admirable, admirabilísima, precisión quirúrgica–, en un soneto titulado Al túmulo del Rey. Los protagonistas son un soldado que se admira del túmulo de Felipe II en Sevilla y otro, más bravucón, que le dobla. Hace así:

«¡Voto a Dios que me espanta esta grandeza
y que diera un doblón por describilla!
Porque ¿a quién no sorprende y maravilla
esta máquina insigne, esta riqueza?

»Por Jesucristo vivo, cada pieza
vale más de un millón, y que es mancilla
que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla!,
Roma triunfante en ánimo y nobleza.

»Apostaré que el ánima del muerto,
por gozar este sitio, hoy ha dejado
la gloria donde vive eternamente».

Esto oyó un valentón y dijo: «Es cierto
cuanto dice voacé, seor soldado,
y el que dijere lo contrario miente».

Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuese y no hubo nada.