Este domingo, El País titulaba en portada que "la sociedad española vive muy pendiente del coronavirus, pero sin alarma". A la vista de las portadas de hoy, se acabó lo que se daba. No se sabe si en tres días la sociedad española ha cambiado radicalmente de actitud, pero claro está que los diarios sí. Han cedido a la alarma, que creará más alarma, y así todo.
Todas las portadas abren con la decisión del gobierno italiano de cerrar escuelas y universidades hasta el 15 de marzo para parar el coronavirus (excepto los despistados de ABC). Veías con sorna la recomendación a los italianos de no acercarse unos a otros a menos de metro y medio. ¡En Italia, que son como primos hermanos! La vida italiana es una ópera continúa —dicen siempre los bromistas— y aun tendrán razón: su gobierno ha decidido que no basta con medidas sanitarias, que son necesarias medidas sociales de grueso calibre. A falta de vacuna que mate al virus, ha ordenado a la gente que huya de él, que le haga el vacío.
Los expertos sanitarios señalan que la evidencia científica sobre la efectividad de tal medida es escasa. Pero no estamos en manos de los científicos, sino de los políticos. O no, porque en el Reino Unido incluso piensan en cerrar el Parlamento, según The Times. Los inventores del Parlamento —con permiso de Islandia y de los reinos de la Corona de Aragón—, consideran clausurar las cámaras, dejando al gobierno sin control. Ochocientos años de luchas políticas a la basura por un virus.
Nunca en la Italia republicana había pasado que cerraran las escuelas y universidades de todo el país. La decisión, según el primer ministro, Giuseppe Conte, corresponde a quien manda, depende de la política. Los infectados rebasan los 2.700, se han curado 276 y han muerto 107. Cerca de tres mil personas paralizan un país de 60 millones y pico, la tercera economía de la UE.
Vivimos tiempos tan inéditos que no hay precedentes útiles para abordar la situación. Las decisiones más inauditas y peregrinas pueden tomar carta de naturaleza y parecernos de lo más razonable. El gobierno español, que no es operativo pero quizás sí zarzuelero, ha reaccionado autorizando el eventual cierre de fábricas. Después de las fábricas puede venir cualquier cosa. Restaurantes, bibliotecas, transportes públicos, tiendas, tertulias... Cualquier cosa. (Ayer, la policía griega mató a tiros a un inmigrante en la frontera y la Unión Europea habla del "escudo de Europa". Pues eso. Cualquier cosa).
Tendremos que distanciarnos de nuestros compañeros, evitar reunirnos con las personas más próximas (mítines, manifestaciones, conferencias, congresos), disolver las citas ordinarias de los grupos a los que nos asociamos diariamente para nuestro trabajo, nuestros estudios y viajes, nuestra plegaria y nuestras relaciones, el ocio...", protesta hoy Ezio Mauro en La Repubblica, diario de referencia de los viejos progres italianos. La libertad es rehén del coronavirus. Los cimientos de la convivencia son víctima del miedo visceral y puro de quien no conoce al enemigo. Da la impresión de que si lo que se quiere es mantener la calma, ofrecer esperanza y no dejarse arrastrar por el pánico a vivir —que eso es lo que denotan esas medidas—, las portadas de hoy no ayudan mucho.