Compara el titular principal de las portadas de La Razón y de El País, que tocan el mismo asunto pero te explican cosas muy diferentes. El enfoque de uno es de parte y habla de alguna cosa que aun no ha pasado. El otro explica el hecho desnudo y lo sitúa en contexto. Uno orienta tu juicio sobre los hechos en una dirección. El otro te deja libre para que pienses lo que bien te parezca. Uno se salta la lógica de la realidad con su sesgo. El otro te presenta la misma realidad en bandeja sin teñirla. La distancia que hay entre un diario y otro en términos ideológicos es grande. Todavía lo es más la distancia entre uno y otro respecto del periodismo.
La Razón no sabe ni respetar ni los hechos más palmarios. Ni Otegi es diputado ni se sabe qué dirección tomará el voto de su partido en la diputación permanente del Congreso, que se reunirá hoy para aprobar —o no— seis decretos-ley que el Gobierno ha aprobado los últimos consejos de ministros. Los llama "decretazos", la palabra en código que los señala como un úkase, un diktat, una decisión autoritaria. El nombre de Otegi es otra palabra de su código para aludir al terrorismo de ETA. No falta, como siempre, la estocada humillante: "El líder abertzale se vanagloria del sinfín de llamadas que ha recibido de los socialistas". Están obsesionados por presentar a Pedro Sánchez como un títere de Bildu y de los independentistas —y se ocupan de remarcarlo en el antetítulo: el socialista busca el apoyo de los "socios de la moción de censura".
Es lo mismo que hace El Mundo en ese primer titulín de la columna de salida de la portada, llamando "el juez que hizo caer Rajoy" al magistrado que se ocupará del caso de la caja B del Partido Popular. (Des)calificando a la persona del juez desvían tu atención del caso real, que es la corrupción de muchos años del PP, y te venden la moto de que la podredumbre del partido no tiene que ver con las acciones y omisiones de sus dirigentes y cargos, sino con la manía de un juez en su contra.
En fin, que todo esto tiene poco que ver con el periodismo y mucho con la técnica panfletaria de decir alguna cosa más o menos relacionada con la actualidad para pasar de contrabando la consigna partidaria del día. El periodismo es sólo la máscara de su sesgo, como el antifaz del bandolero o la capucha del gamberro.