Pedro Sánchez ha dado esta semana un nuevo paso para allanar el camino a una ley de amnistía; y lo ha hecho en tres tiempos. El martes reivindicó "el acierto" y la "buena decisión" de haber indultado a los presos políticos catalanes en 2021, y pronunció un discurso apelando a "la hora de la política, del compromiso con el país y la generosidad," cuando solo hacía unos minutos que Felipe VI lo había designado candidato a la investidura para seguir siendo presidente del Gobierno. El jueves mantuvo viva la vía de la exoneración de independentistas admitiendo que ya hay negociaciones entre el PSOE y el resto de grupos parlamentarios, cosa que incluye a Junts per Catalunya y a Esquerra Republicana. Y no fue hasta este viernes que el presidente del Gobierno pronunció por primera vez la palabra 'amnistía', distanciándose de la fórmula de Sumar, pero refiriéndose a la medida de gracia como "una forma de superar las consecuencias judiciales" del 1-O. Ha demostrado, todo este tiempo, tener bajo el brazo un diccionario que le permite ir introduciendo con cuentagotas la medida de gracia dentro del imaginario colectivo de la ciudadanía española.

Por mucho que Pedro Sánchez haya decidido marcar distancia con la propuesta de Sumar, ¿cómo ha pasado de prometer traer a Carles Puigdemont de vuelta a España como si se tratara de un trofeo de guerra y exhibirlo ante la justicia española, a indultar a los presos políticos y ahora allanar el camino hacia una amnistía por los hechos del procés? Ha hecho falta, al fin y al cabo, un ejercicio de ingeniería lingüística, con palabras que acompañarán para siempre el imaginario discursivo del presidente socialista: "Convivencia, concordia, reencuentro, diálogo, etc.". Al fin y al cabo, en la Moncloa están convencidos de que la estrategia funciona, y que el conjunto de la sociedad española empieza a entender que hay que desinflamar el conflicto político.

Sánchez ya ha puesto en práctica anteriormente esta estrategia de ir modulando el discurso poco a poco para ir preparando una pista de aterrizaje a una medida polémica. Ya pasó con los indultos a los presos políticos, y también con la reforma del Código Penal. Lluís Orriols, politólogo de la Universidad Carlos III de Madrid, opina en declaraciones en ElNacional.cat que "cualquier cambio de opinión" en un gobernante "necesita una argumentación para ser justificado". "Necesitan una fórmula que los exonere del castigo de la opinión pública", reitera.

De hecho, Orriols indica dos de los pilares discursivos de los últimos años de Pedro Sánchez para justificar toda su política de desjudicialización del Procés: "la herencia recibida", que señala que todos los males del conflicto político son culpa del PP y ahora es el PSOE quien tiene que desinflamar la situación; y "el argumento intratemporal". Es decir, transmitir un mensaje de confianza a la ciudadanía basado en el argumento de que "ahora puede ser doloroso" pero en un futuro valdrá la pena.

Indultos y reforma del Código Penal; misma estrategia

Eso último es lo que hizo Sánchez para defender los indultos. "Son razones y argumentos en los que pesan más las expectativas del futuro que los agravios del pasado", manifestaba el presidente español en aquella ya mítica conferencia en el Teatre del Liceu. Y, este jueves, para allanar el camino a la amnistía, ha hecho uso de su propia hemeroteca: "Cuando el Gobierno aprobó los indultos, yo tenía la confianza en que contribuyera a la estabilidad y la normalización de la política en Catalunya, y hoy tengo la certeza de que fue una buena decisión y obedeció a un interés general", señaló el líder socialista cuando se le preguntó sobre la posibilidad de aprobar una ley de amnistía.

En 2019, Sánchez ya estaba en la Moncloa y rechazaba entonces ningún indulto a ningún independentista y garantía el "cumplimiento íntegro" de la sentencia del Tribunal Supremo. Tardó menos de dos años en completar el golpe de timón. Semanas antes de conceder la medida de gracia, Sánchez ya soltaba lemas como "la venganza o la revancha" no son "valores constitucionales". "Hay un momento para el castigo y otro para la concordia", remataba el presidente español.

Lo mismo hizo con la reforma del Código Penal. El presidente del Gobierno no empezó a allanar el camino hacia la eliminación del delito de sedición hasta enero del 2020. En una entrevista en TVE, admitió que en el Estado español había "un Código Penal que no se corresponde con la época" actual. Más tarde introdujo el concepto de delitos "homologables" a la legislación europea, y posteriormente ya fue informando de que este asunto haría falta tratarlo en el Congreso de los Diputados. Y, finalmente, en noviembre de 2022 anunció la reforma de la sedición, reconvirtiéndola en un delito de desórdenes públicos agravados. Un mes más tarde se abrió, con conversaciones informales con periodistas, a reformar también el delito de malversación.

 

Del 23-J al mes de octubre: evolución discursiva sobre la amnistía

Ante una aritmética electoral que hacía absolutamente necesario el apoyo de Junts y ERC a una investidura de Pedro Sánchez, la primera formación española en reivindicar la amnistía fue Sumar. Más de dos meses más tarde, el PSOE seguía negándose a pronunciar esta palabra. Incluso lo admitía el mismo Pedro Sánchez, que reconoce evitar, de momento, pronunciar la palabra 'amnistía'. Puso punto final a esta anomalía este viernes.

"Eso es porque hay la amenaza de la repetición electoral, y cualquier declaración que hagas pueden utilizarla en tu contra", argumenta Lluís Orriols. Y también avisa de que no pronunciar la palabra permite colocar una capa más a la "discreción" —una de las palabras estrella del PSOE estas últimas semanas— y conseguir así unas negociaciones más exitosas. Sea como sea, dos días después del 23-J, el Gobierno ya mencionaba que los catalanes habían demostrado que "les gusta la Constitución", en referencia a la victoria del PSC en las elecciones catalanas y españolas.

Situar la Constitución como marco ha permitido durante los siguientes días rechazar de pleno la celebración de un referéndum, pero abrir la puerta a una amnistía. Una puerta que se ha ido abriendo poco a poco. De hecho, cuando el PP se manifestó en las calles de Madrid contra una hipotética ley de amnistía, el PSOE salió al día siguiente a lamentar el "discurso del miedo" de los populares y los acusó de estar anclados en el discurso de "España se rompe". La situación actual es la siguiente: Sánchez ha allanado el camino a la amnistía apelando a la "generosidad" y ha llegado a admitir negociaciones, pero al mismo tiempo mantienen la distancia con Sumar y avisan de que la propuesta de amnistía de Yolanda Díaz no es la misma que la de Pedro Sánchez.