Los diputados suizos que esta semana visitaban el Parlament posiblemente no se esperaban asistir en directo a un pique entre los independentistas y el representante del PP, a raíz de la habitual comparación que los conservadores hacen entre el procés y el nazismo.
No obstante, la comida organizada en la sede de la Cámara catalana entre los invitados helvéticos y los representantes de los grupos catalanes sirvió para ofrecer una cata del debate catalán en toda su esencia y con todas sus aristas.
La delegación suiza estaba integrada por Yannick Buttet y Viola Amherd, del Partido Demócrata, Mathias Reynard, del Partido Socialista, y Lisa Mazzone del Partido Verde. Les acompañaba el secretari general del Diplocat, Albert Royo, el delegat del Govern en Francia y Suiza, Martí Anglada, y la secretaria de Afers Exteriors, Maria Badia.
Su visita a Catalunya como miembros del consejo de amistad Suizo-Catalán, incluyó una comida de la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, y representantes de todos los grupos: Jordi-Miquel Sendra y Magda Casamitjana, de JxSí; Susanna Beltran y Marina Bravo, de Ciudadanos; Lluís Ravell, de CSQP; Ferran Pedret del PSC y Mireia Boya, de la CUP. En nombre del PP no pudo asistir ninguno de los diputados, por lo que se atribuyó la representación a un asesor del grupo y miembro de la ejecutiva del partido, Carlo Angrisano.
Fue precisamente el representante popular quien protagonizó el momento de mayor tensión de la comida. En uno de los turnos de palabra, cuando los diputados catalanes iban exponiendo las respectivas posiciones, el portavoz del PP, que en todo momento se ciñó con contundencia a los habituales argumentos populares de rechazo del referéndum, puso sobre la mesa la comparación de las reivindicaciones de los independentistas con el nazismo.
Las palabras del popular tensaron inmediatamente la conversación. La presidenta se removió incómoda al igual que los diputados de JxSí, pero fue la cupaire Mireia Boya, a quien correspondía el turno de intervención quien se encargó de expresar la protesta por las palabras que calificó de "insultantes" del popular. Boya dejó claro que esta era la dialéctica habitual de los conservadores en la Cámara y rechazó la comparación, más teniendo en cuenta, que personalmente representa la izquierda antifascista.
Tampoco los diputados suizos entendieron la comparación. De hecho, durante sus intervenciones recordaron que en su país es habitual convocar consultas. Advirtieron, según diferentes asistentes, que no entendían cómo podía argumentar tanto el PP como Ciudadanos que fuera antidemocrática una convocatoria a las urnas para permitir la sociedad que se exprese.
No sólo, eso. Dejaron claro que en su país si un parlamento regional sobrepasa sus competencias se actúa contra la iniciativa afectada, nunca contra el diputado, que tiene la condición de inviolable y total inmunidad para expresarse y votar en el sentido que desee. Por esta razón, se mostraron sorprendidos con las querellas contra la presidenta y los miembros de la Mesa así como con el argumento con que se excluyó Joan Josep Nuet del proceso y que también se les explicó.
La apuesta sin ambages de los suizos por los referéndums y consultas fue contundente, hasta el punto que tampoco dejaron fácil la réplica a los representantes de CSQP y PSC. Rabell habría llegado a argumentar que es mejor formar parte de un país grande que no de uno pequeño, sin pensar -seguramente- en las dimensiones del Estado al que pertenecían los invitados.