Hace prácticamente medio año, Santiago Abascal avanzaba en el calendario la celebración en Madrid de una Asamblea General de Vox para blindar su liderazgo al frente del partido. Aumentaban los decibelios de las voces críticas, y las silenció rebajándoles el poder en una remodelación del órgano directivo del partido. Había una crisis dentro de la principal formación española de extrema derecha. Y el escenario, especialmente después de las elecciones europeas del pasado 9 de junio, no mejora. Por el retrovisor derecho observa cómo Alvise Pérez aprieta el acelerador, reivindicándose como el ultra más extremista y antisistema de todos. El impulsor de Se Acabó La Fiesta no ha sufrido un proceso de institucionalización como Vox, profundizado desde que hace ya un año empezó a entrar en varios gobiernos autonómicos. Santiago Abascal ha considerado que para su futuro político es mejor divorciarse del PP y ha abierto una nueva etapa en el hemisferio derecho de la política estatal. Y la decisión, hasta ahora, ya le ha generado más disidencia interna.
Los hechos han sido los siguientes: el miércoles se celebraba en Tenerife un encuentro entre Gobierno de España y gobiernos autonómicos para descongestionar las Islas Canarias de una sobreocupación de menores extranjeros no acompañados. La Moncloa proponía hacer una primera reubicación de urgencia de 347 menores en los distintos territorios. Y aquí llegó la advertencia de Vox al PP. Si los populares aceptaban el reparto, el partido de extrema derecha rompería los acuerdos de gobierno autonómicos firmados con los populares hace un año, saldría de los ejecutivos, se marcharía a la oposición y dejaría de ser muleta parlamentaria. La formación de Alberto Núñez Feijóo decidió igualmente echar una mano en la solución de esta crisis migratoria. Vox convocaba una reunión de urgencia para el día siguiente. Abascal, convencido o esclavo de sus palabras, cumplió con la amenaza. "No seremos cómplices ni de los robos, ni de los machetazos ni de las violaciones", llegó a decir el líder ultra. Y el jueves por la noche compareció para anunciar que consumaba la ruptura con el PP.
Solo Abascal sabe si en aquella reunión le temblaron las piernas. Tenía que durar una hora y media, como mucho. El encuentro estaba programado para las 18:30, y su comparecencia a las 20:00. No salió a comunicar la decisión hasta las 21:30. Este viernes, en una forma de admitir que en aquella reunión hubo voces disidentes, presumía de capitanear "un partido que no es norcoreano". "Todo el mundo pudo hablar con libertad", apuntaba en TVE. En aquella comparecencia del jueves por la noche, Abascal se cubría los hombros con varios miembros de la dirección del partido. Había caras largas y algunos brazos cruzados.
Al cabo de unas horas, los disidentes salían a la luz. El consejero extremeño de Gestión Forestal, Ignacio Higuero, aseguró que "entendía el giro" que había hecho la dirección de Vox, pero manifestaba que no la compartía. "No lo puedo defender", aseguraba al lado de la presidenta popular de aquella comunidad autónoma, María Guardiola. Y lo hacía 24 horas después de haber prometido ante los micrófonos de la prensa que "acataría con total lealtad" cualquier decisión que tomara Santiago Abascal.
Cosa similar, pero triplicada, pasó en Castilla y León. Los tres consejeros de Vox de la Junta desobedecieron a Abascal y se negaron a presentar su dimisión. El presidente Alfonso Fernández Mañueco cesó dos, pero mantuvo en el cargo a Gonzalo Santonja, máximo responsable del departamento de Cultura. El vicepresidente Juan García-Gallardo sí que se marchó del ejecutivo disparando contra el PP. Paralelamente, el presidente del parlamento balear, Gabriel Le Senne, se ha atrincherado en su cargo, a pesar de la insistencia de la presidenta de las Islas Baleares, la popular Marga Prohens, para que dimita.
La demoscopia catapulta a Alvise Pérez
Santiago Abascal ha tomado esta decisión después de que la extrema derecha haya estado a punto de provocar un giro político en Francia, después de haberse integrado en el grupo del Parlamento Europeo de Marine Le Pen y Viktor Orbán —el nuevo presidente de turno de la UE que se ha entrevistado en los últimos días con Vladímir Putin y Donald Trump—, y a las puertas de que el magnate ultra vuelva a ocupar la Casa Blanca. Y después, sobre todo, de que Alvise Pérez le haya empezado a hacer sombra.
La demoscopia está catapultando a Se Acabó La Fiesta, una candidatura que ya triunfó en las elecciones europeas cuando consiguió entrar en el parlamento continental con tres diputados. El CIS, además, calcula que todavía está en auge. Hace un mes, en un barómetro, el centro de investigaciones pronosticaba que el 1,5% de los electores apostaría por Alvise Pérez en caso de celebrarse unas nuevas elecciones generales. Este viernes el CIS publicaba otro, y elevaba el porcentaje al 2,7%. Y todo, en una encuesta que no se ha podido realizar teniendo en cuenta la crisis matrimonial del PP con Vox. Ante eso, Santiago Abascal ya ha decidido cuál será su principal caballo de batalla, el mismo que utiliza Alvise Pérez: la inmigración.
El divorcio PP-Vox desarticula parte del discurso del miedo de Sánchez
Al día siguiente de consumar el divorcio, Feijóo acusaba a Abascal de haberse equivocado de enemigo, y morder al PP en lugar de morder al PSOE. "Hoy es un gran día para España", manifestaba Pedro Sánchez desde Washington. Por un lado, la ruptura PP-Vox desarticula el discurso del miedo contra la extrema derecha que el 23-J del 2023 lo mantuvo dentro de la Moncloa, pero por el otro puede señalar con el dedo a Feijóo por no haber sido él quien ha roto con Abascal; ha sido al revés. "Vox ha roto con el PP, y ahora el PP tiene que preguntarse si está dispuesto a romper con las políticas de Vox; la prueba del algodón será la ley de extranjería", señalaba.
Políticas catalanófobas
No será la única ley en que se pondrá de manifiesto si el PP ha roto con las políticas de Vox. Los populares tienen ahora en sus manos hacer marcha atrás en todas aquellas políticas catalanófobas que se han acentuado todavía más con la influencia que ha tenido Vox en los ejecutivos autonómicos donde se habla catalán. En el País Valencià de Carlos Mazón, los ultras han formado parte del gobierno. No es el caso de las Islas Baleares. Marga Prohens ha gobernado siempre en solitario, pero ha dependido de Vox en el parlamento insular. En las dos comunidades autónomas se ha sufrido una ofensiva contra la lengua y la escuela.