La vida en las prisiones también se ha visto profundamente alterada por el coronavirus. Especialmente la de los presos políticos ingresados en Lledoners, Puig de les Basses y Mas d'Enric, que al aparecer la pandemia apenas empezaban a beneficiarse del 100.2 del reglamento penitenciario que les permite salir a trabajar o a hacer voluntariado. Cuando la Covid-19 alteró la vida de los centros, las salidas quedaron interrumpidas y las juntas de las prisiones tampoco les permitieron pasar el confinamiento en sus domicilios, como otros internos que disponían del 100.2.

Por lo tanto, todos ellos han experimentado como la pandemia cambiaba la situación entre las gruesas paredes de los centros. Y ahora, también, se han tenido que adaptar a unas condiciones de cuarentena permanente dentro del recinto desde el momento en que han recuperado la autorización para volver a salir al exterior. Dolors Bassa lo ha explicado a ElNacional.cat por escrito.

Puig de les Basses

En Puig de les Basses, los internos quedaron encerrados el mismo día 13 de marzo, con medidas drásticas para impedir la infección. El confinamiento total, la rápida reacción y las medidas de higiene aplicadas funcionaron, recuerda Bassa, y la Covid-19 no ha entrado en este centro.

Admite, sin embargo, que no resultó fácil. "Enseguida se anularon todas las actividades, tanto educativas como deportivas. Eso implica que ninguno de los internos puede salir absolutamente para nada del módulo donde tiene la celda", explica. Se establecieron dos turnos para comer para garantizar la distancia social.

A la reclusión en un espacio pequeño se añadió la imposibilidad de tener acceso a comunicaciones, internet, redes sociales...  "Tampoco había ni vis a vis familiar, ni íntimos, ni locutorio, ni ninguna entrada de paquetes del exterior...". No entraba nada a la prisión. "Esta ha sido la parte más dura", según la consellera. De repente, personas con adicciones se encontraron sin posibilidad de conseguir ningún tipo de sustancia. "Las primeras semanas fueron duras para la convivencia cotidiana por la falta de posibilidad de encontrar cualquier tipo de droga en el entorno". Esto complicó todavía más la situación a raíz del mono y la ansiedad de algunas internas.

Sin embargo, en general, "el día a día es aburrido para la gran mayoría". Sin ninguna actividad, con más horas de aislamiento en las celdas, hay más mal humor, discusiones y peleas entre internas. A veces, algún educador propone alguna actividad. Las mujeres han aprovechado para hacer mascarillas, pantallas y juegos.

No todo ha sido negativo. Se ha implantado una comunicación semanal por videollamada de veinte minutos con un familiar. A pesar de no sustituir los encuentros familiares, ha conseguido ser una gran ayuda para internas de origen latinoamericano, muchas de las cuales no habían podido contactar visualmente con las familias desde que están en la prisión.

Retorno al 100.2

Dolors Bassa se mantuvo en este régimen de cierre y aislamiento estricto hasta que el 27 de abril pudo volver a salir del recinto penitenciario en aplicación del artículo 100.2.

No obstante, el hecho de recuperar las salidas tuvo una consecuencia inmediata. Se vió obligada a trasladarse al módulo de ingresos y no puede mantener ningún contacto con las internas como medida de prevención.

"Esto quiere decir que en el jerga de la prisión estoy en cuarentena. Cuando entro después de trabajar voy a una celda y no puedo salir para nada hasta que vuelvo a ir a trabajar. Como, duermo, leo, escribo... todo en la misma celda". Esta es la dinámica entre semana. Y también del fin de semana. Entonces, sin embargo, está dos días enteros encerrada.

"Son 48 horas sin ninguna vinculación ni relación con los internos. Sólo con las dos personas internas que me traen la comida a las horas de desayuno, comida y cena dentro de la celda", explica.

Sólo hay dos paréntesis en este hermético enclaustramiento del fin de semana: "40 minutos al día para salir, sola y con mascarilla, a una terraza".

Esta es la dinámica de todos los internos que estan en el módulo de ingresos, ya sea porque acaban de entrar en la prisión o porque han tenido que salir, por ejemplo, para ir a un juicio o por un tema hospitalario. "La diferencia es que ellos están 14 días y yo, como salgo y entro cada día laboral –de lunes a viernes–, me mantengo en el módulo de ingresos", relata.

La relación con el resto de las internas es, pues, por carta. "Algunas me escriben cartas intermodulares explicando las anécdotas de las vivencias entre ellos, y yo contesto con informaciones de temas cotidianos de la calle".

A la mayoría de internos e internas que salían antes del confinamiento con el 100.2 y que no tenían condenas muy altas se les concedió un tercer grado y se les ha aplicado el artículo 86.4 del reglamento que les ha permitido quedarse en su casa durante todo este tiempo. "Hoy por hoy soy la única que salgo con el 100.2", confirma Bassa en referencia a su centro.

En Puig de les Basses, como en el resto de prisiones, confían en que "pronto, con la fase 3, podrán recuperar los permisos de salida aquellas personas que tienen cumplida la cuarta parte de la condena, y se recuperarán los vis a vis familiares e íntimos". También en las prisiones se espera la nueva normalidad.