La portada de Ara de este domingo es de las que levanta el espíritu y hace recuperar la fe en el país y su gente. Ver la fotografía de esas cinco productoras de cine catalanas, todas con muchos kilómetros de film a la espalda y un prestigio acreditado, pone ante de los ojos una prueba fehaciente de que quien la sigue la consigue. Las productoras lideran las obras que aspiran a mejor película en los premios Gaudí de 2023. Además, el diario, corona la foto con un título vibrante: Cómo convertir Catalunya en una potencia audiovisual. Pues no hay duda: con mujeres como estas. El Periódico también luce en portada a Marc Marginedas, un periodista suyo distinguido como corresponsal de guerra en Chechenia, Iraq, Líbano, Sudán, Afganistán... y Siria, donde permaneció secuestrado seis meses por una organización próxima a Al Qaeda. Marginedas protagoniza el documental Regreso a Raqqa, que se estrena estos días, sobre aquellos hechos. Su historia, como la de las productoras de cine, ofrece hoy buenos motivos para no desanimarse nunca.

Pasemos ahora a España, con perdón. Que 31.000 o 310.000 personas salgan a manifestarse por el medio de Madrid un sábado de enero, inquietas por la posibilidad de que Pedro Sánchez y el PSOE acaben rompiendo España explica más de España que cincuenta enciclopedias. Todo puede parecer surrealista, especialmente después de lo que ha hecho al Estado español desde septiembre del 2017 para evitar la secesión de Catalunya. Pero la mani en La Cibeles ha ido así y es indudable que hay españoles angustiados, asustados y/o irritados de buena fe. Cuesta más creer, en cambio, en la buena fe de los diarios que, amparándose de la misma manía, hacen de sus portadas una pancarta y de sus títulos, consignas de manifestante. Los diarios, especialmente las portadas, los editan un puñado de licenciados universitarios con experiencia, gente bien comida, de sanas constantes vitales, hombres y mujeres sobrios y sobrias que disponen de tiempo para pensar solos y debatir entre ellos, condiciones casi ideales para editar una primera página y todas las que van detrás.

Pues no. En el editorial de hoy, La Razón —por elegir uno de los diarios del trío de la Bencina— explica que la protesta quería "que se visualizara en las calles el desasosiego y el enfado que se viven en muchos hogares españoles ante unas reformas legislativas que responden exclusivamente a los compromisos contraídos con los socios parlamentarios nacionalistas de Pedro Sánchez y que amenazan con dejar desprotegido al Estado frente a nuevos intentos de secesión". Los que han escrito este texto ni se dan cuenta —porque no quieren, que asnos no son ¿no?— que si cambias "hogares españoles" por "hogares catalanes" y adaptas el resto del texto, el argumento funciona igual y en su contra. La prueba de la mala fe de los que cometen estas portadas y editoriales está en el párrafo siguiente, donde se habla de "la imposición lingüística" en alusión a la lengua catalana en Catalunya. Tan impuesta que si un solo niño en un aula de 25 alumnos quiere más castellano, los jueces se lo conceden ipso facto y porque sí, saltándose las leyes lingüísticas y el criterio del Departament de Educació y obligan a la escuela y el resto de niños del aula a tragárselo velis nolis, quieras o no quieras.

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