Probablemente el personaje que mejor simboliza a Ciudadanos es el que ha interpretado el actor Toni Cantó. Tan sólo una semana antes abandonaba cabreado la sede del partido, con una gran dosis de sobreactuación, diciendo que dimitía de todos sus cargos y volvía a los escenarios. Una semana después, su representante lo llevaba a reunirse con Isabel Díaz Ayuso y a ponerse bajo las órdenes del PP, el mismo que había denunciado que era un partido corrupto. Lo hacía acabando de empadronarse en Madrid y habiéndose olvidado de romper el carné de militante de Cs. Fiel a su trayectoria: de Ciudadanos a UPyD, de UPyD a Ciudadanos de nuevo y de Ciudadanos al PP. Y también una metáfora casi perfecta de la formación nacida en Catalunya ahora hace quince años.
El partido, como Cantó, ha dado muchas vueltas en esta década y media. Nació "en provincias", en Catalunya, y su programa era bastante simple: combatir el nacionalismo catalán y los consensos de la sociedad catalana, como la inmersión lingüística o los medios públicos catalanes. En el terreno social, una socialdemocracia no muy politizada. Pero la crisis del 2008 abrió un nicho de mercado, el "Podemos de derechas" que pedía la banca, y había oportunidad de negocio exportando la marca por todo el Estado. Llegó muy arriba, de la mano de Albert Rivera, el mismo que lo elevó y después lo hundió. Todo iba en popa: incluso se veía presidente de España (a pesar de ser catalán). Pero acabó siendo el juguete roto del sistema del 78.
El icerberg contra el que se estrelló Albert Rivera fueron las elecciones generales del 10-N del 2019: de 57 a 10 diputados en el Congreso de los Diputados, por debajo de las encuestas más pesimistas. Y fue cuando Inés Arrimadas cogió el timón de un buque lleno de agujeros. Recuperó la idea de partido bisagra, que ejerció durante un breve periodo, para salir de la fotografía de Colón que los secuestraba. Este era el legado de Rivera a enterrar. De aquí la vía Arrimadas (investidura de Sánchez con los votos de PSOE, PP y Cs) y la moción de censura en Murcia, de la mano del PSOE. Pero probablemente ya era demasiado tarde. Todo ha saltado por los aires. Es cuando menos sintomático que todos los que se marchan de un partido que se dice de "centro" lo hagan a la derecha. Y en la derecha española ya hay demasiadas siglas, por lo visto.
Ciudadanos ha sido un partido más oportunista que centrista. Tanto en el terreno ideológico (de la socialdemocracia al liberalismo), como con respecto a sus cuadros. No lo podría haber descrito mejor el exabogado del Estado Edmundo Bal, ahora candidato en Madrid, después de la estampida: "Hay personas que estaban y están en Ciudadanos pero que quizás no son de Ciudadanos". El caso más paradigmático probablemente sea el del gerundense Fran Hervías, que fue secretario de organización y que contribuyó a construir el buque. Al ver el desastre, como el capitán Schettino, ha sido el primero en saltar del barco. Lo hizo atando un despacho en la calle Gènova de Madrid y entregando toda su agenda de contactos al PP de Pablo Casado.
Y a uno de los capitanes lo han seguido más tripulantes. Los desertores van engordando la lista. Se ha visto en el Congreso de los Diputados, donde un diputado se ha marchado al Grupo Mixto y otra ha renunciado al acta (paradójicamente, el escaño se lo ha quedado un independiente de UPyD). Se ha visto en el Senado, con dos fugas en el Grupo Mixto que dejarán la formación de Inés Arrimadas sin grupo propio en la cámara alta. Se ha visto a nivel territorial, también en Murcia, donde medio grupo parlamentario se ha aferrado al PP para sobrevivir. Y sin tener en cuenta el resultado del 14-F en Catalunya ni las perspectivas electorales a la Asamblea de Madrid.
¿De quién ha sido culpa este hundimiento? En función de a quién preguntes, el responsable es uno u otro. Seguramente las responsabilidades son compartidas. Albert Rivera se empeñó en ir a remolque de la foto de Colón, también de la extrema derecha de Vox. Forzó demasiado la máquina y se estrelló el 10-N. En Euskadi, Galicia y Catalunya ya estaba Inés Arrimadas al frente. Se podría atribuir a la inercia, a unas horas bajísimas del partido. Pero la líder de Ciudadanos también ha errado los cálculos con el PSOE y el tiro le ha acabado saliendo por la culata en Murcia y en Madrid (por ahora). Los difíciles equilibrios han quedado dinamitados. Sin embargo, como demuestran las fugas de Hervías o Cantó también hay a quien, desde dentro, ha acabado trabajando a sueldo del enemigo. Con recompensa incluida, ya sea un despacho o una posición de salida en una lista electoral.
¿Qué dicen hoy los que hace 15 años fundaron el partido? "Ciudadanos ha quedado como un partido de amateurs de la política, como un partido no fiable, y las responsabilidades tienen que ser asumidas por la misma Inés Arrimadas", sintetizaba Francesc de Carreras, hijo del banquero Narcís de Carreras, en un artículo en El Confidencial. Por su parte, el periodista Arcadi Espada iba más allá y desde su columna en El Mundo pedía una "muerte digna" para la formación. Como si fuera un déjà vu, Ciudadanos está siguiendo los mismos pasos que el UPyD de donde escapó Toni Cantó. El actor ya ha gastado cuatro de las siete vidas. Le quedan tres. El interrogante es cuántas le quedan a Ciudadanos.