Hay editoriales que son un disparo al aire. Un aviso. El de El País de este martes pretende presionar a ERC para que plante a "Puigdemont y su círculo inmediato de confianza" y les fuerce a proponer un president "viable". El primero de los argumentos que maneja tiene la razón de un puñetazo: "Su empecinamiento individualista [de Puigdemont]", dice el diario, "afianza la larga permanencia [de Oriol Junqueras] en prisión preventiva: una situación que desde distintos puntos de vista sería deseable revertir pero que la prolongación del unilateralismo por parte Puigdemont imposibilita, a los ojos —y los autos— del juez instructor".
Es decir, volviendo el argumento del revés, Llarena mantiene a Junqueras en la prisión para castigar la actuación política de Puigdemont: mientras el president siga haciendo de las suyas, el vicepresident seguirá encerrado. Según El País, pues, Junqueras es un rehén político con quien el Estado chantajea a los dirigentes soberanistas en el exilio y pretende asustar al activismo indepe. El rescate que exige es desactivar a Puigdemont, dejándolo solo, rechazándolo, etcétera.
La libertad de Junqueras, según el diario, está condicionada no a su comportamiento, sino al de un tercero, diga lo que diga un principio de justicia elemental: que cada cual responde de sus propios actos, no por los de otros. Quien dice Junqueras dice también el resto de presos y exiliados. ¿Qué pensarán los jueces alemanes, belgas y escoceses que decidirán sobre las euroórdenes de Puigdemont, Comín, Serret, Puig y Ponsatí? Quizás recuerden el Derecho Penal del enemigo.
Gonzalo Boye, uno de los abogados de Carles Puigdemont, ha hecho notar la brutalidad de la cosa:
De momento, ni el magistrado ni el Tribunal Supremo han salido a desmentir esta explicación mafiosa de su actuación que propone el diario madrileño.
Previamente, el diario descalifica la intención de volver a investir a Puigdemont (lo llaman "entronización presidencial", sic), por "insólita", "extemporánea", "pérdida de tiempo", "banal", "esotérica", "dislate", "espectáculo", "insensateces", etcétera —siempre esa solemnidad administrativa, inflada y pomposa, tan habitual cuando el diario se aplica a degradar a alguna persona o alguna idea.
Así pues, de entrada, ¿a quién le tira dar apoyo a una iniciativa que merece una valoración tan negativa del portavoz del Estado profundo? El mismo titular ("Esquerra tiene miedo") es un aviso en forma de juicio de intenciones, que plantea la política como un a ver quién la tiene más larga. Política cipotuda.
Hecha la preparación artillera, el editorial coge a los republicanos por el cuello y los sacude con dos razones además de la mencionada.
Una es que si ERC no planta a Puigdemont no "recuperará la credibilidad como partido de gobierno". Traducción: no creeremos el giro político que explicitáis en la ponencia política "Fem República", donde se abandona el unilateralismo, entre otras cosas.
La otra deriva de la primera: si ERC no hace lo que se espera, aceptará "una provocación contra sus cargos electos (como el presidente del Parlament) y contra el mismo partido". Traducción: Roger Torrent y otros cargos electos republicanos también pueden acabar mal.
Quizás es que ahora el Estado profundo envía los mensajes por esta vía: un editorial como una cabeza de caballo.