No hace demasiado, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, vivía con comodidad. Tanta, de hecho, que solo unos días antes de inaugurar el primer ejecutivo de coalición de PSOE y Unidas Podemos, se atrevía a mofarse, ante todo el Congreso de los Diputados, del líder del principal rival electoral, el Partido Popular. Desde la tribuna de la cámara, y con una cierta prepotencia, lanzaba un dardo al presidente de los conservadores haciéndole una petición: "Creo que tendría que subir aquí arriba y decir 'Hola, soy Pablo Casado y he perdido cinco elecciones en un año"'. La bancada socialista estallaba a reír. Y tenía motivos para hacerlo: la formación estaba en una muy buena racha, después de haberse impuesto durante aquel 2019 en dos rondas de elecciones generales, además de las municipales, las autonómicas y las europeas. Parecía que Pedro Sánchez no podía hacer nada mal.
Pero si avanzamos hasta la actualidad, la situación ha cambiado de manera drástica. Si el presidente andaluz, Juanma Moreno, cumple las expectativas y gana las elecciones este domingo 19 de junio, el PSOE se habrá visto vencido por el Partido Popular en los tres últimos comicios en suelo español, después de la Comunidad de Madrid el año pasado y Castilla y León este febrero. Y en las encuestas generales, las expectativas tampoco son muy buenas para los de Pedro Sánchez. El PSOE no consigue romper la barrera del 30%, y de hecho ve cómo se erosionan continuamente sus apoyos. Por lo contrario, el Partido Popular se ha encaminado en la tendencia opuesta. La marcha de Pablo Casado y la llegada de Alberto Núñez Feijóo ha sido clave: hoy por hoy, los conservadores podrían destronar a los socialistas y entrar en La Moncloa con la llave que tendría la ultraderecha de Vox. Para Sánchez, las expectativas no son buenas, y un nuevo fracaso de los socialistas en un feudo histórico como Andalucía sería un golpe muy duro para el presidente.
Juanma Moreno no necesita a Feijóo
Sin duda, la irrupción del gallego al panorama nacional ha sido clave para poner al presidente español contra las cuerdas a escala nacional. Otra cosa, sin embargo, es qué responsabilidad puede tener Feijóo en las buenas perspectivas que se le presentan al popular Juanma Moreno. No hay duda de que entre el gallego y el andaluz existe una muy buena sintonía, fruto, en parte, de la manera de ver la política, alejada de la crispación y apostando por una vía más moderada, según dicen ellos mismos. Ahora bien, más importante todavía es la gestión que ha hecho Moreno, sin grandes escándalos ni políticas completamente opuestas a las del socialismo previo. Según la voz de algunos expertos, aunque Pablo Casado fuera hoy el presidente de los conservadores, el candidato del PP andaluz se encontraría encarando las elecciones con el mismo optimismo. Aquí, pues, hay que ceder todo el mérito a Juanma Moreno.
El candidato de Sánchez no convence
La situación del candidato socialista, en cambio, es otra historia. Y es que Juan Espadas, exalcalde de Sevilla, es la apuesta explícita del presidente español. Desde su llegada a la secretaría general del PSOE, Pedro Sánchez había tenido que hacer frente a una estrategia de la filial andaluza que, liderada por Susana Díaz, hacía todo lo posible por torpedear su dirección. Hasta que el año pasado, en las primarias del partido, Espadas derrotó con comodidad la voz crítica para abrir en Andalucía una etapa de tranquilidad hacia el presidente español. La buena relación entre el sevillano y el madrileño contrasta absolutamente con la que mantenía este con Díaz.
Ahora bien, las encuestas no acompañan esta sensación de calma y bonanza. La mayoría de estudios señalan que el PSOE quedará muy lejos del Partido Popular, y que incluso es probable que pierda todavía algunos de sus escaños, ya situados en mínimos históricos. La formación se mantendría en la segunda posición, pero bien lejos de reponerse del porrazo de hace cuatro años, lo cual significaría la consolidación de los populares en una Andalucía que había sido feudo histórico del socialismo desde la Transición. No es ninguna sorpresa, pues, que Sánchez se haya vertido en la campaña electoral andaluza, participando en numerosos actos durante las últimas semanas y animando también a sus ministros del gobierno central a acompañarlo.
El efecto de una derrota contundente
Los esfuerzos son en vano, y desde La Moncloa ya aceptan que los resultados se quedarán muy lejos de los que se esperaban cuando situaron a Juan Espadas como cabeza de lista. Ante esto, el partido solo se pone como objetivo mantener las cifras del 2018; crecer electoralmente ya sería casi un milagro. La intención es superar este mal trago inevitable y pasar página cuanto antes, cerrar este último ciclo electoral nefasto para los intereses de los socialistas, y centrarse en enderezar la gestión del gobierno central, recientemente manchada por la crisis económica y geopolítica.
Y es que, en menos de un año, España celebrará una oleada electoral. El 28 de mayo de 2023 está marcado en el calendario de todos los partidos, ya que es la fecha en que habrá las elecciones municipales en todo el país, y también las regionales en doce comunidades autónomas, ocho de las cuales tienen actualmente un ejecutivo rojo. Unos comicios que serán premonitorios de las generales que llegarán a finales de año, si el gobierno central no se rompe antes. La derrota de los socialistas en Andalucía, acompañada de las que ya se han producido en Madrid y Castilla y León, potencia la sensación de un 'cambio de ciclo' en beneficio del Partido Popular, y que el auge de la figura de Alberto Núñez Feijóo solo está incrementando. La preocupación de Pedro Sánchez y los suyos es evidente, pero por ahora intentan mantener la calma.
La única solución, esperar
Ante todo este pesimismo inmediato, solo hay una solución: esperar. La guerra de Ucrania, con la inflación que ha comportado y el encarecimiento de precios en el sector de los alimentos y los carburantes juega en contra de Pedro Sánchez, como también lo hace la gestión atolondrada de la cuestión del Sáhara, que de rebote ha llevado a la enemistad con la Argelia y amenazas que podrían complicar el suministro de gas en España. Tampoco la salida económica después de la pandemia está siendo la augurada, con previsiones que se ven constantemente revisadas a la baja. Y los socios de coalición de Sánchez se encuentran precisamente en un momento de transición, con la ministra Yolanda Díaz poniendo en marcha el proyecto Sumar, que busca aglutinar toda la izquierda alternativa de cara a las próximas citas electorales. Aunque el espacio de Unidas Podemos amenaza con llevarse votos del PSOE, el presidente español también sabe que necesita a unos aliados fuertes con los cuales poder derrotar la derecha en un momento con la política dividida en dos bloques inmovilistas. Para Pedro Sánchez, la única opción sobre la mesa es esperar y confiar en que, con el tiempo, la gente ignore sus fracasos y se olvide del efecto Feijóo. Solo así puede optar a mantenerse cuatro años más en la poltrona de La Moncloa.