Elisenda Paluzie (Barcelona, 1969) se prepara para despedirse de la presidencia de la Assemblea Nacional Catalana (ANC). En menos de dos semanas, el Secretariado Nacional de la organización independentista escogerá a su sustituta de entre el total de 85 candidatos que ahora optan. Será entonces cuando deje atrás, definitivamente, cuatro años al frente de la principal organización de la sociedad civil en Catalunya. No ha sido una etapa fácil. Paluzie fue nombrada presidenta a principios de 2018, a la sombra de la prisión y el exilio de los principales líderes independentistas después del referéndum del 1 de octubre, y solo unos meses después de las elecciones autonómicas impuestas por el 155. Desde entonces, ella y la ANC han tenido que enfrentarse a un liderazgo independentista que reaccionó con tibieza a la sentencia del 2019, una represión del Estado que no ha claudicado (y que se escenifica precisamente ahora con el espionaje del CatalanGate), y una desmovilización general, con una pandemia que no ha ayudado a la causa. Con todo, Paluzie reconoce decepcionada algunos momentos de estos últimos cuatro años en que la Assemblea, y el independentismo en general, no han estado a la altura de la situación. Pero prefiere quedarse con las varias victorias conseguidas en el ámbito político, judicial e internacional. Sobre todo, encara con optimismo un futuro en el cual pretende abandonar su activismo de primera fila y centrarse en la docencia universitaria, que estos últimos años ha relegado a uno obligado segundo término ("Nos evalúan la investigación cada año con unas categorías que van de AA a DD. Yo empecé como presidenta con AB y ahora ya soy BC", explica). No es sorprendida que la todavía presidenta de la Assemblea nos reciba, precisamente, en su despacho en la Universidad de Barcelona.
¿Qué balance haces de tu paso como presidenta?
No ha sido un periodo del cual podamos salir muy satisfechos. Desde el punto de vista de avanzar hacia la independencia, más bien el contexto político ha dado pasos atrás, en lugar de hacerlos adelante. Pero sí que estoy satisfecha de que la Assemblea ha mantenido un discurso coherente, no ha hecho renuncias, y ha trabajado algunos elementos que son importantes para preparar un proceso de ruptura.
Llegas al frente de la Assemblea a principios de 2018. Cuatro años después, ¿el independentismo está mejor o peor?
Desde el punto de vista de la necesidad de la independencia no está peor. Al contrario, hemos incrementado los niveles de legitimidad interna y externa. El Estado ha seguido ejerciendo represión y no ha mejorado nada. El temor que habríamos podido tener es que, ante todo lo que pasó en octubre de 2017, un Estado con una mayor inteligencia nos habría podido hacer una oferta de mejora sustancial del autogobierno, cosa que probablemente habría reducido los niveles de apoyo a la independencia. Y eso no ha pasado. Ahora bien, internamente, las decisiones que se han tomado creo que no han sido positivas y nos han debilitado, y sobre todo han desmovilizado a la base independentista.
Hablando de la desmovilización, la Assemblea en 2017 demostró una gran capacidad movilizadora, pero últimamente al movimiento independentista cada vez le cuesta más salir a la calle. ¿Qué está pasando?
Bien, 2018 y 2019 aún fueron años con movilizaciones enormes. El 11 de septiembre del 2018 fue inmenso, y yo diría que incluso hubo más gente que el previo al referéndum del 2017. Y después hubo muchas manifestaciones masivas para la libertad de los presos, por el juicio, se hicieron manifestaciones en Madrid y en Estrasburgo, el acto en Perpinyà... Y la Assemblea fue bastante central en la organización de todas ellas. Pero del 2019 acá han pasado dos cosas: la pandemia y el contexto político. Una vez toda esta movilización anti-represiva se apacigua con los indultos, y al mismo tiempo políticamente no se están dando pasos en que se ve que hay una hoja de ruta y un horizonte hacia la independencia, esto ha sido una combinación letal en términos de desmovilización. De entrada la pandemia, pero ahora que salimos nos está costando mucho volver a arrancar.
Así pues, ¿una de las cosas que está dificultando la movilización es precisamente esta estrategia de negociación? Tú te has referido en alguna ocasión como un pacto de estabilidad cerrado por arriba...
Es que yo no lo llamaría estrategia de negociación, porque no creo que se esté negociando seriamente nada con respecto al conflicto nacional. En cambio, lo que se ve es que se está funcionando como si hubiéramos vuelto a la época del autonomismo, en la que se acuerdan proyectos con el Gobierno y el Comité Olímpico Español, acuerdos muy decepcionantes como el de reformar la Ley de Política Lingüística, o se mantienen pactos con los socialistas en todas las instituciones. Mientras tanto, ellos continúan con la represión, y, como se ha visto con el CatalanGate, esta se ha ejercido incluso después de los indultos: el estado nos trata como a un enemigo y utiliza armas de guerra contra nosotros. Por contra, aquí hay una aparente normalidad y podemos jugar al juego del autonomismo como si no pasara en paralelo todo esto.
La mesa del diálogo, los Juegos Olímpicos con Aragón, el acuerdo del catalán, y los pactos con el PSC... ¿Es todo esto una muestra de un Govern que actúa de manera autonomista? ¿Se puede utilizar esta palabra?
Sí, claramente. El Estado tiene un proyecto muy claro de residualización para Catalunya, desde el punto de vista económico y social. Solo permite que haya una gran capital económica, que es Madrid, y la economía catalana tiene que tener un rol secundario: que no se potencie su economía productiva, la atracción de multinacionales, las inversiones con capital tecnológico potente... Es un poco la valencianización de la economía catalana. Y, por otra parte, tienen el objetivo de acabar con la lengua catalana. Si esta se residualiza, y dejamos de tener uno de los elementos centrales que nos han hecho nación tradicionalmente, es aquello de 'muerto el perro, muerta la rabia'. Ante esto, hay el retorno de este provincianismo. Si este es el futuro que nos espera, y nuestros partidos supuestamente independentistas colaboran con este proyecto, aceptan este modelo económico y no plantan cara por la lengua, yo lo llamaría autonomismo, pero además es un autonomismo de muy baja calidad.
Hablando de la lengua, ¿la modificación de la ley de Política Lingüística va en la línea de esta residualización? ¿Cómo se entiende que Esquerra Republicana y Junts pacten con el PSC y los Comuns?
Para mí es incomprensible. Al principio, el día que salió pensé que quizás habían encontrado una solución. Pero cuando lees el texto ves que se introduce explícitamente la vehicularidad del castellano y hablan de enseñanza en las dos lenguas. Sinceramente, todavía no he entendido por qué cerraron este acuerdo. Espero que estemos a tiempo de pararlo. Tenemos preparadas manifestaciones para el día del pleno que están aparcadas hasta que se reactive, y Plataforma per la Llengua y los sindicatos educativos también han sido muy contundentes. Si se piensan que con esto conseguirán proteger a las escuelas de las sentencias, al contrario: les están abriendo la puerta. Además, hay un tema político. Cuando hablamos de legitimidad externa, una cosa que podemos argumentar es que las leyes que nosotros aprobamos y el modelo de política lingüística que nosotros queremos, nos lo tumban sus tribunales. Sin embargo, si somos nosotros mismos los que en el Parlament de Catalunya votamos esto, este argumento cae. Lo que no podemos hacer es ir desarmándonos nosotros mismos y haciéndonos autogoles.
Sobre la mesa de diálogo, desde la Assemblea habéis sido críticos desde el primer momento, y el tiempo os parece estar dando la razón. ¿Por qué se empeñan con ella?
El argumento que han hecho para defender la gran mesa de diálogo es decir que nos refuerza de cara a la comunidad internacional porque somos los campeones del diálogo y no somos nosotros los que nos marchamos. Pero esto ha acabado reforzando al Gobierno del PSOE, porque ha podido tener editoriales y artículos de diarios prestigiosos diciendo que la situación en Catalunya ya se ha calmado y está en vías de resolución. Al final, ¿cuándo hemos tenido el repunte de volver a salir en los medios? Ahora, con el CatalanGate. La mesa inexistente solo sirve para hacer ver que el gobierno del PSOE es diferente del gobierno del PP y que ha resuelto el problema. Otra cosa diferente es demostrar que tú quieres acceder a la independencia por vías democráticas y que siempre estarás dispuesto a hacerlo de manera acordada. Eso es diferente a aceptar un instrumento falso de negociación inexistente.
No podemos ir desarmándonos nosotros mismos y haciéndonos autogoles
Y si esta estrategia de diálogo inexistente por la cual apuesta Esquerra Republicana continúa, ¿no es posible poner en marcha una vía más rupturista como la que reclamáis vosotros? Junts y la CUP también parecen expresarse en este sentido.
Junts está en el Govern, y en los proyectos de colaboración con el Estado que he mencionado antes están muy implicados. Más que de aquello que dicen, prefiero hablar de aquello que hacen. Es evidente que, si no hay una mayoría del independentismo que defiende un proyecto, este no sale adelante. El referéndum unilateral del 2017 lo propuso la Assemblea, la CUP, y Demòcrates; al final lo incorporaron Junts pel Sí y el presidente Carles Puigdemont y salió adelante. No se habría aprobado la Ley del referéndum sin esta mayoría, y una declaración de independencia parlamentaria no se aprobará sin esta mayoría. Ahora bien, otra cosa es si, para avanzar esta agenda rupturista, tienes que esperar a que todos estén de acuerdo para presionar, para movilizar, para proponer ideas. Estos últimos años nosotros ya no hemos defendido aquellas posiciones con consenso, hemos hecho nuestras propuestas propias. Pero es evidente que un proceso de independencia necesita unas mayorías democráticas.
Con el CatalanGate, ¿puede ser este escándalo la gota que haga colmar el vaso? ¿Puede dinamitar definitivamente la estrategia de la negociación, como dice el presidente Pere Aragonès?
He visto un poco de giro, un poco de cambio. Hay un día que parece que sí, que se rompen ya las relaciones, que no se dará más estabilidad al Gobierno... Pero al día siguiente se vuelve a hacer la gran defensa de la mesa de diálogo. Es una fría y una caliente. Se tiene que ver. Nosotros tenemos que seguir haciendo presión. Al final, el CatalanGate y el espionaje masivo no es peor que aquello que ya nos han hecho. Nos pegaron el 1 de octubre por ir a las urnas, una violencia policial que fue una violación flagrante de derechos fundamentales y que yo espero que algún día quede acreditada en tribunales internacionales. O convertir en delito el derecho a la autodeterminación y encarcelar a los presos políticos. O ejercer esta represión indiscriminada en el ámbito de las movilizaciones, los montajes policiales... El espionaje forma parte de este conjunto de represión. Lo que está indicando es esto: que el Estado tiene un objetivo muy claro y que consiste en acabar con el movimiento independentista.
¿No sorprende, pues, que el Estado llegue al punto de utilizar el espionaje contra el independentismo?
Para mí es un instrumento más. Aunque es verdad que Pegasus es tan invasivo que te afecta de una manera un poco más fuerte. Un software que puede activar tu cámara del móvil y grabarte, que tiene acceso a todos tus contenidos, es realmente muy invasivo.
¿Este escándalo de espionaje ha conseguido devolver el conflicto catalán a la primera plana del interés internacional?
No al nivel de octubre del 2017, ni tampoco del juicio a los presos y las protestas postsentencia, pero hacía mucho tiempo que no salíamos en medios de referencia como Le Monde o el Washington Post. Es normal, porque existe la noticia cuando hay un conflicto, cuando hay tensión, cuando hay novedades. Si no hay nada de eso, dejas de ser noticia. El espionaje también nos ayuda a demostrar todo este relato de una represión sistemática y que se ejerce contra el movimiento independentista. La ventaja del tema Pegasus es que se ha encontrado un terreno en el cual ya había una preocupación y una sensibilización de los estados. De hecho, ya había una comisión de investigación en el Parlamento Europeo que estaba enfocada en Hungría y Polonia, y ahora resulta que incluso hay diputados españoles que lo habían impulsado. No sé cómo pueden ser tan tontos de impulsar cosas que saben perfectamente que su Estado también utiliza.
¿Cómo se entiende eso?
Es que ellos se creen lo que dijo la ministra Margarita Robles, cuando se preguntó "¿Qué tiene que hacer un Estado cuando se declara la independencia?". Lo que debe hacer un Estado si tienes una nación integrante que tiene esta voluntad de independencia es negociar como lo hizo el Reino Unido con Escocia. Pero no, aquí lo que está integrado en la opinión pública y en las instituciones del Estado es la idea de que la unidad de España es sagrada y que atenta contra la seguridad nacional que alguien plantee un proceso de autodeterminación. Para ellos vale el mismo molde para luchar contra el terrorismo que para luchar contra un movimiento democrático. Para ellos es normal, pero nosotros lo que no podemos permitir es normalizarlo, y tenemos que evidenciar que lo que hacen no es normal. Lo que hacen es vulnerar derechos, es ilegal y cometen delitos. No es normal investigar de manera preventiva a miembros de una entidad que solo hace acciones que en cualquier lugar del mundo están incluidas en el derecho de manifestación.
El espionaje masivo no es peor que lo que ya nos han hecho
Hablemos ahora de una cuestión de interés que aparece en la última hoja de ruta de la Assemblea, aprobada este marzo: la lista cívica. ¿Por qué aparece?
En otoño del 2020 se convocaron las elecciones al Parlament de febrero del 2021, y cada vez que hay elecciones la Assemblea saca un posicionamiento político. En aquel momento ya teníamos algunas propuestas del Secretariado Nacional que querían que el nivel de implicación electoral de la Assemblea fuera superior, en la línea de ser más explícitos en el apoyo a una u otra fuerza política, e incluso implicarnos de manera más directa. No salieron aprobadas y, de hecho, yo tampoco di apoyo personalmente. Aunque ya había síntomas de esta regresión, estábamos en plena pandemia, las preocupaciones mayoritarias de la gente eran otras, y nos habíamos fijado como objetivo superar el 50% del voto directo a las candidaturas independentistas. Tuvimos la sensación de que se tenía que seguir dando una oportunidad, por lo que optamos más bien para hacer presión externa, que la participación fuera alta y superar el 50%. Incluso sacamos un vídeo para celebrarlo.
Y se llegó al 52%, pero no ha parecido servir de nada...
Queríamos dos cosas: un Govern independentista con un plan independentista. Hicimos concentraciones de presión, se conformó el Govern, pero el plan para la independencia sigue siendo inexistente. Yo creo que por la evolución de este año de Govern, que ha sido bastante decepcionante en este ámbito, las propuestas del Secretariado Nacional han ido en esta dirección, y las enmiendas han reforzado esto que parecía solo una idea o una posibilidad. También es verdad que la lista cívica dice que esto se tendrá que ver en su momento y se tendrá que consultar a los socios. Decirte concretamente qué sería y en qué consistiría si finalmente se materializa, yo no lo sé y ya no me corresponde a mí. Dependerá mucho qué decide hacer la Assemblea en función de cómo evoluciona el Govern. Lo que veo es que, si no hay un giro radical, se está abriendo un espacio. Sinceramente, tal como veo ahora mismo a los partidos políticos, creo que ellos están más bien para reforzar sus espacios políticos.
¿No hay ningún partido político ahora mismo que represente aquello que quiere ser esta lista cívica?
Tiene que ser una cosa que se centre mucho en la independencia y que sea una espoleta para avanzar. Y que, por lo tanto, las consideraciones ideológicas queden aparcadas temporalmente. En estos momentos no hay ningún partido que lo represente. La CUP es rupturista, pero también tiene una agenda, y cuando negocia los presupuestos hay la agenda autodeterminista y su agenda ideológica. Es necesario que estén los partidos porque permiten llegar a más gente desde un punto de vista ideológico, pero en estos momentos estamos atascados. No sé si la lista cívica es la solución, pero lo que veo es que la Assemblea lanza una idea para buscar una salida. No podemos seguir en este día de la marmota permanente. Al final, los partidos buscan ocupar espacios de poder y les mueven los votos. Si ven que los tienen garantizados, los incentivos para avanzar en un proceso de ruptura que tiene muchos riesgos y muchos costes se rebajan.
En alguna entrevista, has comentado que algunos partidos han reaccionado con preocupación o con un cierto malestar a esta propuesta.
En la política catalana, las cosas nunca se dicen de manera muy directa, no he recibido ningún mensaje de los dirigentes de los partidos. Pero quizás lo he notado un poco. Yo creo que también deben pensar que ahora yo termino y se me sacan de encima, y ya veremos qué pasa. Al final, los partidos son mucho del día a día y hay otras preocupaciones, porque no tenemos elecciones de manera inmediata. Quizás he notado más preocupación por parte del mundo de Junts que por parte del mundo de Esquerra Republicana, porque estos tienen una estrategia más a largo plazo, que es para avanzar hacia la independencia a corto plazo, y están buscando otro tipo de voto que no es el del independentista clásico. A corto plazo quizás preocupa más a Junts.
He notado más preocupación de Junts que de ERC por la lista cívica
¿Y se ha trabajado ya esta lista? ¿Se ha hablado con alguien?
No se está trabajando. Estamos hablando de unas elecciones al Parlament de Catalunya que tienen que ser en tres años, en 2025. En estos momentos, la Assemblea está centrada en el proceso electoral interno de renovación de su Secretariado. Esto, en todo caso, le tocará cogerlo al Secretariado entrante. Y cuándo llegue y aterrice tendrá por delante la manifestación del 11 de septiembre, los diez años de la Assemblea... Me imagino que se pondrán a ello en otoño. De momento es una idea que se ha apuntado entre muchas otras en el apartado de cómo hacer presión a las instituciones.
Pero sí que habéis notado que hay apoyo.
Quizás en otro momento habríamos sentido más rechazo hacia esta idea, y ahora más bien lo que recibo son mensajes como "Muy bien, porque alguna cosa se tiene que hacer".
Desde la Assemblea habéis trabajado en diferentes espacios para internacionalizar el conflicto catalán, especialmente a través de las Naciones Unidas.
Yo encuentro que son muy útiles, porque participamos también en los foros de derechos humanos de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa. Aquí hay más países de la Europa del Este y de fuera de la Unión Europea, y salen denuncias de miembros de la sociedad civil de estos estados y también de España. El embajador español en la OSCE tiene que aguantar lo que decimos y nos tiene que replicar. Son espacios que ofrecen estos organismos para que la sociedad civil pueda denunciar vulneraciones de derechos humanos. Se trata de eso: mantener vivo el conflicto y visualizarlo y confrontar directamente al Estado en estos lugares.
Cosa que pudiste hacer con la embajadora española en Austria a principios de esta semana, precisamente en un foro de las Naciones Unidas.
Sí, a veces no se puede porque por ejemplo en la OSCE haces tu intervención, y los embajadores de los Estados son los que tienen la última palabra. Pero en este caso pude pedir la palabra por alusiones, me la dieron y pude replicar. Ella argumentaba que mis hijos pueden ir a la escuela en catalán y que los que habían ido a prisión habían cometido delitos. Le contesté que, como mínimo, el Grupo de Trabajo de Detenciones Arbitrarias de las Naciones Unidas no lo veía de la misma manera.
Hace solo unas semanas fuiste proclamada vicepresidenta de la Organización de Naciones y Pueblos No Representados de la ONU. ¿Cómo permitirá esta nueva posición hacer avanzar la causa catalana?
La Assemblea entró a formar parte de la UNPO hace tres años, y gracias a eso hemos conocido todos estos foros de los derechos humanos. Ahora, el hecho de representar a la UNPO como una de las dos vicepresidentas, mi trabajo será trabajar por la agenda de la autodeterminación de manera más general, no solo para Catalunya. Como vicepresidenta, tendré que representar a todos los pueblos que forman parte de la UNPO. Se trata de hacer trabajo de abogacía para que avance el derecho de autodeterminación como instrumento de paz e instrumento para resolver los conflictos.
La próxima semana ya empiezan las elecciones para relevarla al frente de la Assemblea. ¿Qué recomendación hace para quien la suceda?
Al conjunto del Secretariado, sobre todo mantener esta independencia de la Assemblea, y no tener miedo de arriesgar un poco. Alguien tiene que hacer un poco de vanguardia. Y tener mucha paciencia, porque al ser asamblearia y tener tantas voces, te tienes que dotar de mucha paciencia. A veces, para sacar adelante proyectos tienes que pasar por muchas reuniones y votaciones. Pero después, cuando arranca, tiene fuerza. Quizás también saber priorizar un poco más, ya que no hemos sabido focalizar del todo las energías y no dispersarlas atendida la dificultad por reanudar la movilización de la gente.
¿Con qué momento te quedas de estos últimos cuatro años?
Desde el punto de vista negativo, tengo la duda de si en el momento de las movilizaciones de la sentencia en 2019 no tendríamos que haber presionado más a los partidos políticos. Soy consciente de que era difícil, porque los que estaban afectados por las sentencias eran los dirigentes de los partidos, y toda movilización que hacíamos era en clave unitaria. Ahora bien, me queda un poco de pesar de no haber aprovechado aquel momento para presionar más en la respuesta política. Desde un punto de vista moral, siempre he pensado que la gente no hubiera entendido que la Assemblea no estuviera movilizándose, pero dejar que la parte política fuera por su parte y que fuera tan decepcionante su respuesta es un pesar que se me queda. Y de momento positivo, estaba pensando en la manifestación de la Diada del 2018, en que nos trajimos algunos abogados internacionales y cuándo veían aquella masa de gente me decían "¿Pero qué hacen vuestros dirigentes? ¿Cómo no lo aprovechan?". Recuerdo también aquella victoria de la Cambra de Comerç. Era un momento que ya empezaba a ser todo llorar por la represión, y dar aquel golpe al establishment del poder español y ver sus caras aquella noche, lo recuerdo como una victoria importante. Y el dictamen del Grupo de Trabajo de Detenciones Arbitrarias de las Naciones Unidas, que fue también una victoria, en este caso jurídica.
Me queda el pesar de no haber presionado más a los partidos tras las sentencias
Y de cara al futuro, ¿qué se le presenta a Elisenda Paluzie? ¿Se centrará en en la docencia?
Sí, podéis ver que en mi despacho está todo desordenado y quiero poner un poco de orden a mi vida, reanudar una vida académica convencional y más tranquila. La verdad es que he ido mucho de cabeza. He cumplido los mínimos de docencia que tenía que hacer, pero he dejado aparcada la investigación. Tengo que retomar mis compromiso. Y mantendré este activismo en la UNPO, porque la parte internacional ya me gusta. Siempre me ha gustado luchar fuera por la causa catalana, y eso sí que lo mantendré.
¿Y no volverá Elisenda Paluzie al frente del activismo por la independencia?
Yo siempre he hecho como el río Guadiana, que desaparece y reaparece. De joven pasé unos años muy intensos en la Federació Nacional d'Estudiants de Catalunya, después marché fuera del país, volví a partir de 2005 para entrar en algunas plataformas y lo dejé para hacer de decana en la Universitat de Barcelona, antes de estos cuatro años como presidenta de la Assemblea. Así que ahora me toca volver a desaparecer una temporada.