En los despachos de ERC en el Parlament corría la cerveza. Nunca en democracia un candidato había necesitado tres votaciones para ser investido, como tampoco nunca en la última década un presidente había recogido una mayoría tan amplia. Desde Pasqual Maragall no se materializaba una investidura con 74 votos a favor -hoy los de ERC, Junts y la CUP. Son dos ejemplos claros de la capacidad de resiliencia de Pere Aragonès, proclamado este viernes al mediodía 132.º presidente de la Generalitat, cobijado por su mentor político, Oriol Junqueras, que ha querido vivir en directo el retorno de ERC al poder. Los 61 diputados de PSC, comunes, Vox, Cs y PP han votado en contra.

El ademán de Aragonès en este tercer asalto ha sido bañado ya de un aura diferente a las dos primeras. Esta vez sabía que saldría president y eso le ha armado de mucha más seguridad. Durante su discurso incial, el jueves por la tarde, quiso ponerse a ello, sin esconder que tiene prisa para tomar el timón. Quiere, dice, gobernar para todos los catalanes, también para aquellos que no quieren la independencia, para ofrecerles más que una vida digna

El primer gran reto que tendrá su ejecutivo es hacer un reset para diferenciarse del anterior y romper definitivamente con la dinámica de hacer público día sí, día, también las disputas internas. Los trapos sucios, que siempre hay, que es lógico que estén en un gobierno de coalición, se lavan en casa.


El retorno exultante de Junqueras en el Parlament. / S. Alcàzar

Recuperar la confianza con Junts

Durante el debate, tanto ERC como Junts se han comprometido a trabajar con "unidad, lealtad y confianza mutua". Así lo verbalizó el jefe de filas de Junts en el Parlament, Albert Batet, que admitió que la ventaja del acuerdo firmado entre los socios es que genera pocas "expectativas", de tal modo que es fácil que pueda ir "de menos además".


Batet y Geis en el Parlament. / S. Alcàzar

Haber ganado las elecciones en el flanco independentista le da a ERC dos años de margen para explorar su apuesta por el diálogo con Madrid. Aragonès se ha propuesto forzar al Estado para que "el referéndum sea inevitable". Y pretende hacerlo reflejándose en la vía escocesa. Para conseguirlo, los republicanos consideran imprescindible que todo el independentismo tenga una sola voz, que quiere aglutinar en el Acuerdo Nacional por la Autodeterminación y la Amnistía.

En paralelo, Aragonès se ha puesto la meta de "sacudir" Catalunya con cuatro revoluciones: social, verde, feminista y democrática. Y en este capítulo aspira a contar con una mayoría más amplia que la de los 74 escaños independentistas.

La CUP, vigilante

De hecho, el apartado de la lucha por la justicia social es uno de los que más peso tienen en el documento pactado con la CUP. Dolors Sabater ha advertido a Aragonès que su apoyo a la investidura "no es un cheque en blanco", y que tiene que demostrar que cumple desde el minuto 1. El hecho de que algunos de los puntos comprometidos con ERC no estén recogidos en el acuerdo de gobierno con Junts genera recelos entre los anticapitalistas. Por ejemplo, en relación a la retirada de los antidisturbios de los desahucios o la municipalización de servicios públicos. "Vigilaremos palmo a palmo cada día para que los acuerdos se cumplan", ha avisado Carles Riera.

Al mismo tiempo, como Junts, los cupaires emplazan a Aragonès a abrazar la vía de la confrontación en el camino hacia la independencia.

Los comunes, desde la barrera

La vía amplia que ha pregonado ERC ya desde la campaña electoral no ha sido posible. Los comunes no han subido al barco porque no quieren tener nada que ver con Junts. Ahora bien, Aragonès sigue guiñándoles el ojo e invitándolos a sumarse a la mayoría de aquellos que defienden la autodeterminación y la amnistía, una invitación que también ha hecho a la CUP. Les ha pedido un "gesto de confianza y generosidad" y que se abstengan en la votación.

Los de Jèssica Albiach han vuelto a votar no porque "este gobierno no es bueno por Catalunya". Sin embargo, seguirán al acecho convencidos de que el matrimonio ERC-Junts tiene "obsolescencia programada": De momento, se lo mirarán desde la barrera, sin cerrar la puerta en futuras alianzas, como ya hicieron con los presupuestos del gobierno Torra.


Albiach desde el hemiciclo. / EFE

Illa Tarradellista

El debate de este jueves sirvió para abrir una rendija entre bloques. El nuevo jefe de la oposición, Salvador Illa, autodefinido como Tarradellista -que fue secretario general de ERC-, ha decidido adoptar un tono bien diferente del de su predecesora Inés Arrimadas. Durante su intervención ofreció ayuda a Aragonès en todo lo que tenga que ver con la gestión del día a día, para salir de la crisis de la Covid y el reparto de los fondos europeos. Una actitud que el líder de ERC agradeció. En cambio, el muro en el debate nacional sigue inmóvil. El PSC niega rotundamente el derecho a la autodeterminación y la amnistía, que son los dos únicos puntos que el gobierno catalán quiere llevar a la mesa de diálogo con el gobierno del PSOE.


Illa durante su réplica a Aragonès / EFE

Cs y PP, a la sombra de Vox

En el lado derecho del hemiciclo, Cs y el PP hacen lo imposible por no quedar engullidos por Vox, que tiene más diputados que populares y naranjas juntos. En muchos momentos de su discurso, Ignacio Garriga ha parecido Albert Rivera, apropiándose de los famosos chiringuitos separatistas. Más allá de eso, ha vomitado con el conflicto en Ceuta. Un hilo que Aragonès ha aprovechado para anunciar que su gobierno acogerá a los menores marroquíes que le corresponda. Toda una declaración de intenciones. 


Aragonès entra en el despacho del Parlamento. / S. Alcàzar

Más de tres meses después de las elecciones, Catalunya ya tiene un president, que tomará posesión este lunes por la tarde. A partir de aquí, ERC tiene dos años para demostrar a Junts y la CUP que la apuesta por el diálogo no es una vía muerta. Si pasado este plazo no hay rastro del referéndum pactado al horizonte, volverán las curvas.