Eulàlia Reguant nació en la clínica Dexeus de Barcelona en 1979. Es hija de una familia de clase media de estas que aguantaron la lengua del país durante la dictadura, y encarna el talante ascético y sentimental de una ciudad que no tendría tanto encanto ni tanta fama en el mundo sin la resistencia que ha puesto a la policía española.
Gaudí, Domènech i Muntaner, incluso Puig i Cadafalch, por no hablar de Monturiol, Casas o Nonell, están más cerca del aire de hacker informático de Reguant y sus gafas dalinianas, que de algunas barbies desnaturalizadas que el unionismo y el independentismo más convencional intentan promocionar.
Educada en los Escolapios de la calle de la Diputació de Barcelona, la dirigente de la CUP me hace pensar en algunas amigas de la escuela. Es jodido creer que el mundo te debe alguna cosa. Pero tampoco es muy bueno sentirse culpable por haber tenido una infancia agradable o vivir convencido de que, en el fondo, no tienes derecho a existir si no lo das todo para salvar al mundo.
Reguant representa la cara femenina de una Barcelona que, por motivos políticos que no hace falta contar, ha tratado de elevar el listón cultivando una austeridad a veces mal entendida. Su vestuario, hecho de ropas anchas, como de pastorcilla, tiene una explicación perfectamente antropológica.
Reguant ha crecido en una capital donde, durante siglos, las indígenas no se han podido sentir princesas. Ella puede creer que los monos de mecánico que acostumbra a llevar son un homenaje a la clase trabajadora. Yo estoy seguro de que también tienen que ver con el hecho de que, cuando los hombres de un país no pueden defender la libertad, las mujeres acaban disfrazándose de modestas o de monjas soldados.
Disciplinada, inteligente y fuerte, Reguant es un sol lleno de virtudes enfriado por un abanico de dogmatismos y complejos que, alma adentro, debe de pensar que la protegen de la frivolidad que ha visto a su alrededor. Estudió matemáticas sin ningún otro cálculo que las ganas de estudiar una materia que le gustaba, y se politizó durante los años que pasó en la universidad.
Como miembro de la Associació d'Estudiants Progressistes se manifestó contra la segunda guerra de Irak y contra la LOU, la ley universitaria aprobada por el gobierno de Aznar. También colaboró con la parroquia de Sant Ildefons de la calle de Madrazo, que había frecuentado la familia Pujol. Cuando acabó la carrera, se puso a trabajar en una asesoría informática y empezó un máster de cooperación internacional.
Enseguida vio que la asesoría no era su mundo. "Tenía la impresión -me dice- de que cada mañana me tenía que disfrazar para ir al trabajo." Mientras hacía el máster surgió una plaza de administrativa en el SETEM y la cogió. Un año y medio después entraba en Justícia i Pau, donde aprendió a dirigir campañas reivindicativas y representó la entidad en encuentros y reuniones.
Aunque se considera hija política de Arcadi Oliveres, me dice que siempre ha sido independentista. De pequeña le gustaba bajar a la Rambla con sus padres a recoger propaganda electoral. En casa votaron casi siempre Convergència, no tanto porque sus padres fueran de centro derecha como porque ERC "no se consideraba seria."
Su tío abuelo y su bisabuelo por parte de madre vivieron la guerra civil escondidos en el campanario del monasterio de Sant Benet. En la masía que la familia paterna tenía en el Bages se refugiaron algunos curas. Un tío suyo que había militado en Unió Democràtica y en la CNT llegó a ser diputado de ERC en el Parlament, pero Àngel Colom lo expulsó.
Con estos antecedentes, le pregunto porque se conformó con militar en causas de ámbito internacional. "Durante muchos años -me dice- el mundo nacionalista aceptó el espolio fiscal y, cuando empezó a denunciarlo, no presentó la relación entre Catalunya y España como la plantean los países oprimidos. Luchar por un modelo de relaciones más justo entre los pueblos del mundo también era una forma de luchar por la libertad del país."
Hace un año y medio que Reguant es diputada y dice que se encuentra más cómoda trabajando de activista que de política. En el 2007 participó en la creación de la FIARE, que es una banca ética cooperativa, y en el 2009 ayudó a impulsar el Ateneo Francesc Layret con algunos miembros de la CUP.
En el 2011, todavía como a independiente, colaboró en la campaña electoral del partido en Barcelona y en 2012 se implicó en el grupo de soberanía económica de la formación. Aquel año entró a trabajar en la Federació Catalana d'ONG's. Eso le descubrió lógicas políticas y ámbitos de la administración autonómica que no conocía demasiado.
"Carles Llorens, el responsable de Cooperación del govern dels millors -me dice, con una sonrisa abacial y un tono ligeramente sarcástico- no solo no sabía nada de cooperación. Tenía una actitud de desprecio total hacia el mundo de las organizaciones no gubernamentales."
Aunque a menudo se destaca la relación de la CUP con Cuba y Venezuela, Reguant recuerda que su formación también se refleja en el sistema de consultas ciudadanas de Suiza y la manera de entender los servicios públicos de algunos países europeos del norte. Cuando le pregunto por qué la CUP avaló la comedia del 9-N, me dice:
"Entonces, el debate sobre el Referéndum no estaba en el mismo punto. Ahora todo el mundo tiene claro que se tiene que celebrar a pesar del Estado. Entonces teníamos 3 diputados y no éramos necesarios. Ahora el problema que tenemos es que hay mucho miedo entre los políticos y eso hace que el discurso sea poco claro. Tendemos a tratar a la gente como si fueran niños pequeños y eso es lo peor que podemos hacer".
Sobre la fuerza mediática que ha tomado Ada Colau, Reguant dice que la alcaldesa ha malbaratado una oportunidad magnífica para impulsar un gran movimiento de izquierdas. "El nombre de su candidatura, Guanyem Barcelona, ya me pareció un error de concepto en su momento. Porque ganar unas elecciones en ningún caso implica ganar el poder".
Para Reguant, la prioridad de la CUP no tiene que ser gobernar, sino hacer presión para transformar las instituciones y la cultura política del país. "Si te pones a mandar en un entramado institucional como el que ahora tenemos -me dice-, acabas engullido por unas dinámicas de poder que hace mucho tiempo que están creadas y que no te dejan cambiar nada."
Cuando le pregunto qué le parece que algunos convergentes me digan que, si algún día la CUP gobierna, me pondrán en una checa, responde con su sonrisa abacial de cristiana de fronteras que no está para chorradas: "Tiene gracia que los mismos que durante años han reprimido la izquierda independentista sin ningún problema de conciencia, y con todos los recursos al alcance, ahora se pongan nerviosos porque los señalamos y busquemos la confrontación democrática con ellos."