Anna Arqué nació en Lleida en 1972, en una familia bien arraigada en la ciudad. Su trayectoria representa una generación de catalanes que, quizás porque fue la primera educada en democracia, a menudo ha tenido que posponer algunas decisiones, a la espera de que el país fuera lo bastante fuerte como para no responder con prejuicios propios de épocas oscuras.

Arqué ha sido la figura que se ha mantenido más firme en la defensa del derecho a la autodeterminación desde que se celebró la consulta de Arenys de Munt del 2009. De pequeña, ya tenía un carácter fuerte y pocos pelos en la lengua. Aunque sacaba buenas notas y se portaba bien con la directora del colegio religioso donde estudió, era un clásico que las profesoras la echaran de clase.

Me cuenta que no pudo hacer la confirmación porque tuvbo una discusión con el cura de catequesis. Aun así, dice que no vivía estos conflictos como un gran problema. "Mi padre era un hombre que tenía muy claro su centro y me enseñó a defender mis ideas sin miedo ni complejos." Como tuvo un abuelo en Estat Català, le pregunto:

–¿En casa hablabáis de la independencia?

–No mucho. Se daba por hecho que no era posible. Quizás por eso no fue hasta muchos años después que me di cuenta que mi sentido de la justicia se podía canalizar a través de la política.

Hija de un cocinero que tenía un motel en la playa del Vendrell, Arqué empezó a viajar de joven, después de descartar un buen trabajo en el Banco Bilbao Vizcaya. Decepcionada de la universidad, donde estudió Empresariales, pasó unas oposiciones para entrar a trabajar en una sucursal bancaria. En el último minuto, pero, renunció a la plaza y se marchó a Lisboa, donde trabajo como modelo.

La pasarela y los trabajos de publicidad le permitieron viajar y la volvieron resistente a los prejuicios y a las miradas insolentes de los otros. Aunque nunca saca el tema, si rascas un poco descubres que tiene una debilidad por la ropa. La alta costura le dio acceso a buenos diseñadores y puede explicar anécdotas vividas con la hija de Clint Eastwood y con alguna protagonista de los Vigilantes de la playa.

Consultora en estrategias de comunicación, cuando cerró la etapa de modelo cursó un par de màsters en Barcelona. Aunque llegó a tener trabajo en Catalunya, enseguida se volvió a marchar, esta vez a Londres. Durante un tiempo trabajó de directora de una tienda de piezas de cachemir y acarició el sueño de estudiar Diseño en la Saint Martin's School of Arts.

Finalmente, empezó una relación sentimental con un empresario de publicaciones y su vida volvió a cambiar. Durante una decena de años llevó las estrategias de comunicación de varias empresas de capital inglés, y viajó por el mediterráneo. Vivió en Tánger, en Niza, en Barcelona, en Málaga. Su pareja hablaba inglés y catalán, lo que le ocasionó situaciones divertidas, porque siempre es divertido encontrarse con gente cuadrada que ve el mundo en forma de telediario.

Trabajando en la City de Londres dice que aprendió que cuando el dinero se trata como una mercancía la economía se convierte en un sistema de mentiras cada vez más peligroso. Otra cosa que pasó en aquella etapa es que tomó conciencia de la importancia de saber decir que no:

"Rechazamos proyectos muy potentes porque no estábamos de acuerdo con su filosofía. Decir que no, cuando todo el mundo cree que estás obligado a decir que sí, a veces da miedo o una cierta angustia. Sin embargo, siempre he pensado que los gestos que ayudan a cambiar el mundo son estas pequeñas resistencias individuales que la gente pone cuando un día se da cuenta de que puede sobrevivir sin hacer el juego a una mentira".

La vida de Arqué volvió a cambiar con las consultas populares de 2009-2011. Establecida en Barcelona, pero con planes para volver a Londres, se ofreció para ayudar a organizar la manifestación de los 10.000 en Bruselas. Por su cuenta creó una plataforma que se llamaba Al Capdavant y la web autodeterminacio.cat, en la que colgaba entrevistas a figuras relacionadas con el independentismo.

Cuando se creó la Coordinadora Nacional de les Consultes, quedó a cargo de las comisiones de internacional y de comunicación. Tenía dinero para estar unos años sin trabajar y se lanzó al trabajo posponiendo la vuelta a Londres hasta el infinito. De todas las personas que comenzaron a organizar las consultas fue la única que mantuvo sus cargos hasta el final.

Arqué es una de las máximas responsables que haya cuajado la idea de que se puede hacer la independencia a través de las urnas. Su lema, "it's about democracy" ('se trata de democracia'), se ha acabado convirtiendo en el núcleo del discurso de todos los partidos independentistas. El éxito de las consultas fue tan grande que los partidos y la ANC se pudieron poner al frente del independentismo como si el movimiento hubiera salido de las mismas entrañas de la tierra.

Cuando el clima político se institucionalizó, Arqué quedó en segundo término. Seguramente porque nunca intentó instrumentalizar el referéndum, ni se lo tomó a broma, su nombre a menudo aparecia acompañado de silencios funerarios o de comentarios estúpidos hechos con esta mezcla de desprecio y de tono burlón típico de los reprimidos y de los chupapollas resentidos.

Estos últimos años, mientras los partidos se discutían sobre hojas de ruta, Arqué se ha juntado con un caballero catalán y ha tenido una hija. La organización de las consultas le permitió relacionarse y, en algunos casos hacer amistad, con políticos escoceses, flamencos, venecianos, alemanes, vascos y tiroleses. Con esta red ha impulsado una especie de diplomacia paralela que, por ejemplo, hizo muy fácil de prever cómo acabaría el 9-N.

Portavoz del ICEC, una plataforma con sede en Bruselas que defiende el derecho a la autodeterminación, hace un par de semanas organizó unas jornadas en el Parlamento Europeo sobre la legalidad de los referéndums unilaterales que fueron precedidas, curiosamente, por una estrambótica campaña de los diarios españoles sobre Baviera y el Tribunal Constitucional alemán.

Hace tiempo que Arqué se lamenta que los políticos catalanes no tienen claro que el referéndum no es un mero instrumento para que nos contemos. "El referéndum –me recuerda– también es un instrumento para involucrar a los actores internacionales en un debate democrático con el que están básicamente de acuerdo. Así como una DUI pide a los agentes políticos que apoyen una secesión, con el referéndum solo les pides que estén de acuerdo en poner las urnas."

La gracia del referéndum –insiste–, es que si lo organizas bien, cuando llegas al día de la votación, tienes la mayoría de los instrumentos y de las complicidades que hacen falta para aplicar el resultado.

–¿Y quieres decir que no hemos perdido el tren de septiembre?

–Todavía estamos a tiempo, pero tendríamos que espabilarnos.