El 20 de noviembre de 1989 dos encapuchados entraban en el reservado del restaurante del hotel Alcalá de Madrid y disparaban contra los diputados de Herri Batasuna que preparaban el debate de la sesión de investidura de Felipe González del día siguiente. En aquel atentado murió el abertzale Josu Muguruza, de 31 años. Su hija, Ane, nació solo quince días más tarde. Ane Muguruza atiende a ElNacional.cat en el centro histórico de Bilbao, cuando solo quedan tres días para las elecciones vascas. En esta entrevista, destaca que se considera una víctima "privilegiada" porque el caso de su padre es "icónico", asegura que "el PNV todavía tiene que asumir responsabilidades en el terrorismo de Estado", y asegura haberse sentido "abandonada" como abertzale por el independentismo catalán.

¿Qué interrogantes se mantienen todavía vivos sobre el asesinato de tu padre?
De todo tipo. No solo por el proceso judicial y la condena, sino también por la muerte, supuestamente accidentada, de Ángel Duce, a quien ni siquiera se le hizo una autopsia. Se podría hacer una película. Pero justamente eso es lo que menos me llama la atención. La pregunta es por qué no hubo un proceso judicial decente si se trataba de un atentado de extrema derecha. Mi padre era alguien importante que molestaba al Estado.

¿Tú, pues, siempre has culpado al Estado? No piensas que los asesinos fueran simplemente unos alterados de extrema derecha...
Claramente. Y el tiempo lo ha demostrado. Me he sentido revictimizada porque el mensaje que he recibido por parte del Estado es que me merecía el asesinato de mi padre. Además, los partidos que han estado en el gobierno vasco nos han dejado a un lado; nos han discriminado. Fue claramente un episodio más de la guerra sucia del estado.

¿Además, tu padre había tomado aquella noche medidas de protección, verdad?
Sí, aquel día se cumplían cinco años del asesinato de Santi Brouard, por lo cual decidieron no salir del hotel. Y, sin embargo, entraron.

¿Cómo te enteraste del asesinato de tu padre?
Fue un proceso gradual. Mi madre y toda la red que me ha rodeado desde pequeña me han hablado sobre él desde que nací. Cuando era un poco mayor me hicieron entender que estaba muerto. Mi madre era consciente de que yo en algún momento lo tendría que saber todo, pero a una niña hay detalles que no hace falta que sepa, y que se pueden ir retrasando un poco. La gente siempre alucina cuando explico cómo me enteré del asesinato.

¿Por qué?
Debía tener unos cinco o seis años. Fui a casa de una compañera de clase y a sus padres les pareció una magnífica idea enseñarme en la tele el vídeo del funeral que se hizo en Bilbao, con el féretro y todo. ¿No me traumatizó, eh? Desde que nací que he vivido siempre en un contexto de conflicto, y lo sigo viviendo. Yo no entiendo mi vida sin el conflicto. A gente de mi grupo de amigos les han detenido y torturado salvajemente. He tenido a mi alrededor personas que han estado en prisión. No puedo hablar del caso de mi padre sin darle un sentido general y sin entender que es parte de un conflicto.

¿Todo eso te ha imposibilitado hacer un duelo?
Sí... Desde pequeña he escuchado lemas como Josu te recordamos, 'El pueblo no lo perdonará' o 'PSOE asesinos'... Es un bucle y una vorágine permanentes. Pero yo siempre he oído que, dentro del drama personal, he sido una privilegiada. Porque el caso de mi padre ha sido siempre muy público e icónico. Sentía la responsabilidad de hablar también en nombre de todos aquellos a quien habían matado a un familiar y habían quedado olvidados.

No entiendo mi vida sin el conflicto vasco

¿Y sigues ejerciendo el mismo papel?
No. Ya hace unos años que decidí dar un paso al lado. Necesitaba tomar distancia. Para un papel pedagógico necesitas estar bien y tener las ideas claras.

¿No ha tenido nada que ver con el final de la lucha armada?
No. Precisamente porque cuando acabó la lucha armada, a nosotros se nos abrió una ventana de oportunidad: no paraban de salir víctimas de ETA, y nosotros sentíamos la necesidad de reivindicar que en este país también ha habido un sector de la sociedad que ha sufrido, y mucho. Los años han pasado, y desde las instituciones y ciertas formaciones políticas no ha habido ningún avance, hay un cierto bloqueo.

¿Qué bloqueo?
En el reconocimiento. Aquí se han vulnerado derechos humanos; solo se ha reconocido la punta del iceberg, porque el reconocimiento tiene que ir más allá del gobierno vasco. Hacen falta unas garantías para que no se repita. Aquí ni siquiera se ha entrado a hablar sobre qué han supuesto cuerpos de seguridad como la misma Ertzaintza.

El PNV todavía tiene que asumir responsabilidades en el terrorismo de Estado

Este miércoles publicábamos en ElNacional.cat una entrevista a Andoni Ortuzar en la que reclamaba a Bildu una condena más explícita de la lucha armada con el fin de poder llegar a pactos en un futuro.
Sí, claro, y rezar cuatro avemarías...

Tú ahora has hecho lo mismo: pedir más garantías.
Estoy hasta las narices del papel de árbitro que ha querido adoptar el PNV. Ellos también están implicados y tienen responsabilidades a asumir en el terrorismo de Estado: por la Ertzaintza y el pacto de Ajuria Enea. No lo tolero, porque no son nadie para exigir nada a nadie. Cada uno tiene que formar parte de su camino para llegar a un escenario de convivencia. Yo no pongo condiciones a nadie y ellos siempre piden más. En cambio, ellos no han abierto investigaciones dentro de la Ertzaintza para saber quién ha torturado y quién no. Es más: han condecorado y promocionado a agentes implicados.

Todo el mundo dice que la sociedad vasca ha pasado página. Pero es evidente que todavía hay una herida...
Claro. Han querido cerrar mal esta herida. Ahora bien, tengo claro que hay que hablar sobre qué ha pasado en este país mirando siempre al futuro. A mí no me pueden decir cómo tengo que gestionar mi dolor; yo no se lo puedo pedir a ellos. Cada uno lo hace a su manera.

Ane Muguruza, momentos después de su entrevista con ElNacional.cat / Foto: A.D.

Han generado mucha polémica unas declaraciones del lunes del candidato de Bildu, Pello Otxandiano, en las que se negaba a tachar a ETA de organización terrorista. ¿Qué te ha parecido?
Me parece lamentable entrar en cuestiones terminológicas. Hace falta ser valiente y no escudarse en estos términos. En Euskadi ha habido un monopolio con la terminología: el perdón, el reconocimiento, quién es una víctima y quién no, qué es un daño colateral y qué no... Reducirnos a eso son ganas de enfangar una campaña electoral.

De hecho, ahora que dices eso de las víctimas... de aquí poco hará diez años que la Audiencia Nacional os negó a ti y a tu madre el derecho a ser indemnizadas como víctimas porque consideraba que las dos —y tu padre— estabais vinculadas a ETA.
Sí, basándose en informes policiales... Yo no tengo ninguna sentencia que me vincule a ETA. Lo mismo con mi madre, que una vez la detuvieron, pero el juez ordenó el sobreseimiento del caso. No hay una justicia reparadora, sino vengativa.

¿No has notado con el paso de los años algún avance por parte de la justicia española?
No. Ahora se ha puesto punto final a la dispersión. Pero todavía revocan terceros grados de presos que tienen derecho a ello. La justicia española está podrida.

El independentismo catalán ha abandonado durante años a la izquierda abertzale

¿Cómo has visto tú el Procés catalán?
Recuerdo que una vez estaba en Frankfurt en unas jornadas con la presidenta de la ANC, que no hacía nada más que hablar de Pegasus, ¡quejándose de que el independentismo catalán tenía los teléfonos pinchados! Yo alucinaba porque ella hablaba de teléfonos pinchados y yo venía a hablar de un drama de más de cuarenta años con torturas y asesinatos. Nosotros hemos estado toda la vida así. Durante años, la gente ha mirado hacia otro lado. Yo me solidarizo con los independentistas catalanes, pero ¿dónde estaban ellos entonces?

Explícate.
He tenido siempre la sensación que en Euskal Herria nos veían como monstruos y vándalos. Nos hemos sentido abandonados durante años. No me genera malestar, pero hay que tenerlo en cuenta. Hace falta mirar atrás y ver dónde estaba cada uno. Yo sé dónde estaba.