Cuando Arnaldo Otegi (Elgoibar, 1958) aterrizó el pasado fin de semana en Barcelona trajo consigo el clásico txirimiri vasco. Hasta que se marchó, el martes por la mañana, no se despejó el cielo. Además de la llovizna, el coordinador general de EH Bildu vino con un catálogo de recomendaciones bajo el brazo para sus homólogos independentistas catalanes. El primer consejo, poner luces largas, lo dio en el mitin central de Esquerra Republicana en Girona, donde compartió escenario con Oriol Junqueras​. Al día siguiente, quiso estar junto a todos los presos políticos catalanes —los de ERC, los de Junts y Jordi Cuixart— en su vuelta a la cárcel para pasar la noche. Horas antes confesaba en esta entrevista con ElNacional.cat que la situación se le antoja "paradójica", porque lo normal para él siempre fue que fuera él quien recibiera las visitas en la cárcel, y no al revés. Pendiente de si el Supremo vuelve a reabrir su causa después de que el TEDH le haya dado la razón en caso Bateragune —ha presentado un recurso al TC—, habla sin tapujos sobre la situación catalana, la vasca y sobre la necesidad de que el independentismo siga con un pie en Madrid, sacando provecho del gobierno PSOE-Podemos. 

Foto: Sergi Alcàzar

La condena a los líderes independentistas catalanes, la intención de reabrir su juicio por el caso Bateragune... ¿Cree que hay una causa general contra el independentismo?
Yo creo que tenemos que enmarcar todo lo que está sucediendo en términos políticos en la grave crisis que vive el régimen del 78, que se resume de manera gráfica en que tienen al rey emérito —que ha sido el pilar fundamental del sostenimiento del régimen postfranquista— en Abu Dabi. Nosotros sí que entendemos que existe una tendencia estructural en este Estado, que es histórica, que es entender que desde el autoritarismo se puede hacer frente a los problemas políticos. Y en ese sentido entienden que sólo la represión va a hacer posible seguir manteniendo el régimen del 78. Es decir, no tienen una cultura de seducción, sino una cultura de imposición. Piensan que encarcelando a la gente, llevándola a juicio, teniéndola años en la cárcel, van a permitir sostener un estado que hace aguas por todos los lados. 

Y no es precisamente esta constatación la que hace aflorar más independentistas? Quiero decir, ¿le va mejor a la causa independentista cuanto más conservador y represivo se muestra el Estado?
Podría ser que la represión del Estado anime a la gente a entender una cosa que es de lógica y sentido común. La pregunta que nos deberíamos formular es cómo podemos seguir conviviendo con un Estado que piensa que poner urnas, votar, decidir, ser soberanos, es algo sumamente peligroso para él. A mí ya no me preguntan por qué soy independentista, el problema es que habría que preguntar a la gente por qué no lo es. Porque el ofrecimiento que hace ese Estado sobre nuestras vidas, en términos políticos, económicos, sociales, represivos, es todo negativo. Pero yo creo que el independentismo además de crecer porque pueda existir o no un Estado que te niega tus derechos, tiene que hacer un esfuerzo por sobrepasar eso y poner encima de la mesa un proyecto atractivo para la gente. No somos independentistas sólo porque tenemos un Estado que nos maltrata. Somos independentistas porque queremos construir una sociedad diferente, queremos instrumentos para hacer frente a los retos de esta década desde otra óptica, que es la república vasca o la república catalana. 

¿Y cree usted que el independentismo catalán está consiguiendo ser seductor?
Yo sé que en la vorágine del día a día en la política catalana, a veces no se es capaz de levantar un poco la mirada y decir de dónde viene el independentismo catalán y qué es lo que ha sido capaz de hacer. Lo que ha hecho Catalunya es una cosa extraordinaria. Ha puesto en pie un país, un pueblo, una buena parte de ese pueblo, de manera pacífica, democrática. Ha sido en Europa una revolución democrática como no ha habido en el siglo XXI. Ese es el triunfo de la revolución democrática catalana. Se ha cubierto una etapa que no ha conseguido sus objetivos, pero yo creo que este es un proceso irreversible. Tardará más o tardará menos, pero ese es un camino que al final va a conducir a la república catalana. 

Hay un interés claro por mantener ETA viva. No sé si la echan de menos, era el recurso fácil para taparlo todo

Usted recomendaba luces largas. Los dos principales partidos independentistas plantean dos estrategias distintas. ERC, la vía amplia y Junts la confrontación inteligente que, según dicen, puede conducir a la independencia en dos o tres años. 
No sé si existe relación de fuerzas para poderlo hacer. Nosotros hemos sido los que históricamente hemos puesto fechas a las cosas. Y a veces esto te lleva a una cierta ansiedad. Lo importante para nosotros desde el punto de vista de la izquierda es que además de aprender en la escuela las tablas de restar y de dividir hemos aprendido a sumar y a multiplicar. Aquí de lo que se trata es de construir una gran mayoría independentista. ¿Eso va a hacer cambiar la actitud al gobierno español? Probablemente no, pero eso te permite ser mayoría nítida en tu país y te permite tener otra carta de presentación en la comunidad internacional. Yo no tendría ni ansiedad ni me dormiría en los laureles. Para mí lo importante de la tarea de los independentistas es tener gobiernos que sean capaces de hacer frente a los problemas de la gente —hay que dar seguridad a la gente de que los independentistas le aseguramos el día a día—, pero además de esto hay que levantar la mirada. Y hay que decir, estamos inmersos en unos retos de década a los que sólo se puede hacer frente desde la soberanía. 

Lo que ha ocurrido en Catalunya nos refuerza en nuestra estrategia [de abandonar la lucha armada]

ERC le sitúa como referente en el sentido de que usted en su día apostó por un giro estratégico de la izquierda abertzale, el de dejar atrás la lucha armada, con las consiguientes acusaciones de traición por parte de determinados sectores. Cree que, salvando las distancias, puede existir este paralelismo? 
Creo que la gente es muy dada a poner adjetivos. Lo que marca la trayectoria de los militantes políticos es el conjunto de su trayectoria. Los adjetivos son fáciles de poner y más en esta época en la que todo el mundo utiliza las redes sociales. Las redes sociales son tóxicas desde mi punto de vista en ese sentido. Tratar de explicar el mundo en cuarenta caracteres es la cosa más simple que uno se puede proponer. En cualquier caso, para nosotros lo que ha ocurrido en Catalunya es importante por muchas razones, pero hay una que es fundamental. Nosotros cuando cambiamos la estrategia y propusimos una estrategia pacífica y democrática dijimos que eso era mucho más eficaz y además éticamente mucho más sano. Lo que ha demostrado el pueblo de Catalunya es que se puede hacer. Nosotros entonces teníamos una intuición, que era que sólo se puede resolver este problema si conquistamos grandes mayorías que desborden el orden constitucional. Y esto es lo que ha demostrado Catalunya. Por lo tanto, para nosotros lo que ha sucedido en Catalunya es la prueba más evidente de que estábamos en el buen camino. Y además hemos hecho un país mejor, un país en el que sólo persiste la violencia del Estado. Creemos que estamos en el buen camino. Para nosotros Catalunya en eso ha sido un referente. Y lo que ha ocurrido en Catalunya lo que hace es reforzarnos en nuestra estrategia. Nosotros en los últimos cuatro años hemos crecido ininterrumpidamente en todas las convocatorias electorales. Se trata de ser más, no se trata de tener prisa, se trata de hacer las cosas bien. Y si cada vez somos más y somos más y tenemos un proyecto de mayor seducción para la gente y somos capaces de hacerlo con la gente, alcanzaremos nuestra meta. Unos tienen más prisa que otros. Bien, todos quisiéramos llegar antes, pero llegaremos cuando sea posible llegar. 

Foto: Sergi Alcàzar

Los independentistas en Euskadi han ido creciendo, sin embargo no consiguen gobernar juntos...
No. Y no gobernamos juntos porque no tenemos una hoja de ruta en común. Si el PNV hiciera una apuesta nítida por la independencia es probable que gobernáramos juntos. No lo sabemos. Pero desde nuestro punto de vista existe una gran diferencia entre lo que ocurre en Catalunya con lo que ocurre en nuestro país y es que en nuestro país hay un PNV que no hace una apuesta independentista. Ni tan siquiera hace una apuesta nítidamente autodeterminista. Hemos tenido una experiencia estos últimos años en la comisión de autogobierno del Parlamento de Vitoria en la que alcanzamos un acuerdo de bases y principios sobre un nuevo estatus político. Nosotros hemos puesto como estación intermedia un modelo confederal, pero el PNV nos abandonó en el camino con nocturnidad y alevosía y cambió de pareja de baile en mitad del baile y se fue a un pacto con el PSOE y Podemos que no recogía el derecho a decidir. Este es el drama -dicho con todas las comillas del mundo- que tenemos ahí. Tenemos un PNV que no hace una apuesta clara por la independencia nacional de nuestro país. Entonces vivimos en una situación que se resume de la siguiente manera: tenemos un PNV en la renuncia nacional a la independencia, tenemos una izquierda española en la renuncia a un modelo social alternativo. Y frente a las dos renuncias estamos nosotros, que lo que hacemos es no renunciar a la independencia ni al modelo social alternativo. 

Y eso significa pactar con el gobierno de Pedro Sánchez en Madrid...
Nosotros dijimos claramente a qué íbamos a Madrid y lo explicamos a nuestra gente. Nosotros solemos utilizar un dicho que para mí es importante, nosotros decimos lo que hacemos y hacemos lo que decimos. Porque es importante tratar a la gente como gente adulta y no infantilizar a la gente como se hace desde la política convencional ahora. Nosotros dijimos que íbamos a Madrid a tres cosas. Una, a parar a la derecha, porque no es que a nosotros nos parezca que este es el mejor gobierno del mundo, lo que decimos es que este no es el mejor gobierno del mundo pero puede venir uno que es de los peores del mundo. Y ya está. Y no hacemos excesivas cábalas en eso. Por lo tanto, parar a la derecha es algo que hacemos gratis. Somos antifascistas y paramos a los fascistas gratis. En segundo lugar, ponemos en valor que  haya un gobierno que desde la segunda república no había existido, que es un gobierno en el que hay un integrante que al menos en teoría está a la izquierda del PSOE. Pero al mismo tiempo le decimos a ese gobierno, no es suficiente con que haya un gobierno estéticamente frente popular, pero luego se tiene que demostrar con los hechos. Y tienen que caminar sobre tres grandes ámbitos: resolver el modelo territorial en términos democráticos, resolver el modelo social en términos progresistas y resolver en nuestro caso la política penitenciaria. 

Ustedes facilitaron investidura y presupuestos a cambio de estas condiciones. ¿Está cumpliendo el gobierno PSOE-Podemos?
Nosotros pactamos la derogación íntegra de la reforma laboral y lo hicimos público con el PSOE y Podemos. Y ese es un compromiso que todavía no se ha cumplido. En el modelo penitenciario han hecho algunas cosas, eso es cierto. Muy tímidas y desde nuestro punto de vista muy insuficientes, pero lo han hecho. Y en el modelo social, yo creo que no hay un gobierno de coalición, hay muchos gobiernos dentro del gobierno. Están directamente las eléctricas, está Europa, etc. A veces la gente nos pregunta si eso no es un problema. Eso es un problema, pero sobre todo para ellos. Porque lo que nosotros decimos es, no es que nosotros fiemos la libertad de nuestro país a que exista este gobierno y este gobierno sea capaz de resolver el problema en términos democráticos. Ojalá lo haga. Pero ésta no va a ser nuestra única oportunidad de alcanzar la libertad. Ellos son los que tienen la última oportunidad, porque si un gobierno de estas características no es capaz de alterar el modelo económico y social y no es capaz de resolver el problema nacional en términos democráticos, no hay gobierno en España que sea capaz de hacer esto. Y por lo tanto, entonces estaremos cargados de razones para decir esto es imposible. Mientras tanto, paciencia y no levantarse de la mesa. Y vamos a ver si son capaces de hacerlo. Porque para nosotros, y eso es algo que en Catalunya nos gusta resaltar, la carga de la prueba no está en nosotros, está en ellos. Ellos son un gobierno que desde la segunda república no se constituía. Ellos tienen que demostrar que es posible hacerlo, no nosotros. Nosotros no fiamos nuestra suerte a que sea posible o no, les corresponde a ellos. 

No se trata de tener prisa, se trata de hacer las cosas bien. Hay que dar seguridad a la gente de que los independentistas le aseguramos el día a día

En Catalunya el debate, más allá de posibles coaliciones de gobierno, está en si el independentismo es capaz de superar el 50%. ¿Qué cree usted que debería hacer el independentismo catalán si logra cruzar esa barrera?
Me cuesta mucho hacer de juez...

De consejero...
Siempre hemos dicho una cosa, nosotros nunca tomamos una posición con respecto a las decisiones de otros pueblos, siempre hemos sido muy respetuosos. Hace poco estuve con la delegación del Sáhara y les dije nosotros estaremos con vosotros toméis la decisión que toméis. Yo creo que hay un reto importante que es sobrepasar el 50%. ¿Eso va a hacer variar la posición del Estado? No, ¿eso va a hacer variar la posición de la comunidad internacional? No. La comunidad internacional probablemente te va a pedir más. No quiere decir esto que seamos tan ingenuos de pensar que si te pide el 60% y lo consigues te van a dar apoyo, porque ya nos conocemos de hace mucho tiempo. Pero sí que existen en la comunidad internacional determinadas condiciones que apelan a una mayoría clara, que se repita en el tiempo, que sea de manera pacífica, democrática, etc. Cuantos más seáis [los independentistas], mejor. La pregunta que hay que hacerse es: ¿el independentismo es capaz de aglutinar una grandísima mayoría en el país con un proyecto de seducción democrática, social? Sí. Pues ese es el camino. 

Pero, ¿hasta cuándo?
Hasta cuando decidáis [los independentistas] que ha llegado el momento de dar otro salto. Esto no lo puedo decir yo. Hasta que se decida que existen las condiciones para dar un salto con las máximas garantías posibles sabiendo que nunca habrá garantías totales. 

Foto: Sergi Alcàzar

Que es lo que no ocurrió en 2017...
Yo creo que Catalunya ganó el 3-O. En aquel momento la comunidad internacional vio un país movilizado en las calles, que había sido golpeado, etc. Y esto no tiene vuelta. Luego esto se ha gestionado como se ha gestionado. Pero para mí lo importante es que el país está ahí. Se puede crecer. La mayoría es autodeterminista con nitidez, hay un 60% o más, un 70 un 80, que dice que quiere decidir. Yo en mis viajes por Europa he comprobado una cosa, la comunidad internacional —y no soy ingenuo, sé lo que es, se están muriendo miles de personas en el Mediterráneo mientras la comunidad internacional mira para otro lado— observó con atención lo que ocurría el 1-O. Y Escocia va a votar, probablemente. Y eso puede hacer cambiar muchas cosas. En la comunidad internacional, una mayoría por el derecho a decidir, por el referéndum pactado, del 70-80% en votos y del 65-70% en escaños parlamentarios es una mayoría que va a ser tenida en cuenta. Pero por eso decía antes que hay que poner las luces cortas y largas. Eso está ahí y hay que gestionarlo, pero luego hay que gestionar el día a día. La idea que yo concibo es: tu gobierno ya debe funcionar como si fuera el gobierno de la república catalana. Esto tiene un problema, que tiene los medios limitados, porque no eres soberano. 

Tienes que ir al banco de Madrid...
Ese es el problema, que nosotros no tenemos en una cierta medida. Pero tú ya te tienes que proyectar como la república del futuro. Eso significa que en políticas sociales, públicas, ya se tiene que empezar a notar. Y las dos vías para mí son compatibles. ¿Hasta cuándo? Hasta que decidáis que ha llegado el momento de dar otro salto. Yo no tendría prisa para eso, ni estaría ansioso. ¿Cuándo? Cuando ellos estén en las peores condiciones y tú en las mejores. Y así y todo nadie garantiza que puedas ganar. Porque esto va a ser una batalla larga. Nadie dijo que esto era fácil. 

En Euskadi el apoyo nítidamente independentista ronda el 30% de la sociedad según los sondeos del gobierno...
Sí, pero bueno, son sondeos con trampa. La pregunta que se hace en nuestro país sobre la independencia es ¿Es favorable a la independencia? Si la pregunta la haces así significa que, y esta es la trampa de los sectores unionistas, tengo que ir a votar, me van a partir la cara, no me van a reconocer, me van a quitar la autonomía... Claro, ser independentista en esas condiciones es un poco difícil. En cuanto se hace la pregunta y se dice Si hubiera un referéndum pactado y además eso significara el mantenimiento dentro de la UE, el porcentaje sube a ser mayoritario. Claro es que la trampa que nos hacen es que ¿qué significa ir a votar la independencia ahora? Significa que te aplican el 155, que te pegan, que te meten en la cárcel y además, con todo esto, tenemos un 30% que está dispuesto a ir. Pues entonces estamos muy cerca de ser mayoritarios. 

En Bildu está la CUP, ERC, una parte de JxCat y una parte de En Comú Podem

Uno de los grandes argumentos del independentismo catalán para defender su proyecto es el famoso déficit fiscal. Eso en Euskadi no ocurre. ¿Cree que ese es un factor determinante para explicar por qué en Catalunya el independentismo es más mayoritario que en Euskadi, por la cartera?
Tampoco lo creo. Me parece que es un estereotipo. Cuando se inició el proceso había muchos estereotipos funcionando. Uno era que por parte de la Corte española se decía esto es porque la burguesía catalana tiene problemas de corrupción, entonces se quiere hacer una república. Me parece tan disparatado... O sea, como tú tienes problemas de corrupción se te ha ocurrido hacer la independencia en tu país. Esto en un modelo infantil de la política se puede creer. Con respecto al concierto económico, me gusta explicarlo. La gente piensa que nosotros tenemos un concierto económico —también en Navarra— porque el PNV es muy hábil a la hora de negociar y lo consiguió. No, no. El concierto económico se da en nuestro país después de que en la segunda guerra carlista pierden los carlistas. Entonces el Estado decide que los vascos tenemos que pagar impuestos. ¿Cuál es el problema? Que no hay Estado en nuestras provincias, que no tienen recaudadores, que no pueden recaudar. Y con 50.000 tropas de ocupación liberales invadiendo el país se decide que recaudemos nosotros y que luego lo entreguemos. Eso es el concierto económico. Es un resto de soberanía económica de nuestro país. Pero sí que es cierto que es un instrumento muy valioso, que desde nuestro punto de vista el PNV utiliza para hacer políticas liberales pero que se puede utilizar de otra manera. Así y todo, nosotros recaudamos, nosotros gastamos, pero las normas las ponen en Madrid. 

Es mucho más fácil sacar a Franco del Valle de los Caídos que sacar a los franquistas de las instituciones

Foto: Sergi Alcàzar

En las últimas elecciones en Euskadi, la ultraderecha entró en el Parlamento, con un diputado por Álava. En Catalunya, los pronósticos también apuntan que Vox va a entrar. Cierta parte de la izquierda, Manuela Carmena por ejempo, ha culpado al independentismo del auge de la ultraderecha. 
Me parece un argumento muy peregrino, sería como acusar a las feministas de la violencia de género. Es un argumento similar. No lo digo por Manuela Carmena, pero la izquierda española tiene que hacer un ejercicio de honestidad. Hay ultraderechismo en España y hay fascismo y franquismo en España porque no hubo ruptura con el franquismo. Punto. Y porque dejaron todos los instrumentos que habían sostenido al franquismo, todos los poderes fácticos, los dejaron intactos. Y es mucho más fácil sacar a Franco del Valle de los Caídos que sacar a los franquistas de las instituciones. Por eso hay ultraderecha en España. Porque no hay en cierta parte de la derecha ninguna cultura democrática. Eso además se suma a una ola de escala planetaria. En España existe un régimen que está en crisis y en el mundo existe una crisis generalizada, civilizatoria, climática, social, que lleva a que mucha gente abrace una idea de seguridad. El truco de la ultraderecha es que da seguridad. Es una seguridad falsa, pero es dar seguridad. Cuál es nuestra seguridad: las repúblicas, un modelo alternativo. Cuál es la suya: el orden y la ley. Los franquistas no desaparecieron en el 77, se fueron al PP, AP en su día. De ahí venimos. Entonces, yo no me sorprendo nada de que Vox exista y tenga estos resultados. En nuestro país entró con un diputado de 75 por Álava porque además somos muy generosos y el acceso está en el 3%, no sé si no tendríamos que hacer mirar esto. 

¿La sociedad vasca ha pasado página de los años de plomo más que en según qué espacios de España? Es decir, ¿se habla más de ETA en Madrid que en Euskadi?
Hay que tener en cuenta una cosa: hay un interés por seguir hablando de ETA, eso es evidente, porque es el latiguillo que se utiliza para todo. El otro día, en mitad de una nevada, estuvimos escuchando al alcalde de Madrid hablando de ETA y de Bildu. Y dices, oye, el problema que tienes es que te ha caído una nevada y eres un desastre en la gestión, ¿qué tiene que ver? Nosotros lo que percibimos es que hay una estrategia que es que hay que mantener a ETA en el debate político. ¿Por qué? Porque si no tengo propuestas y no tengo alternativas, ese latiguillo se utiliza mucho en Madrid pero lo utiliza mucho el PNV también. Cuando el PNV está en dificultades pasan cosas extraordinarias en nuestro país. Siempre hay incidentes, siempre hay pintadas. Y ocurre cada vez. Es un poco curioso que cada vez que el PNV pasa dificultades pasen estas cosas. Hay un interés claro por mantener a ETA viva. Es curioso, nosotros nunca hablamos de ETA y ellos se pasan la vida hablando de ETA, no sé si la echan de menos. No sé si era el recurso fácil que les permitía taparlo todo. Eso es una constatación, pero en nuestro país también se habla. Ahora, la gente... Claro es que ETA desapareció hace diez años. Los que tenían 8 años ya tienen 18. Es que la gente vive en otra situación. Entonces, ese recurso político creo que cada vez les funciona menos. Es algo similar a lo que ha ocurrido en Irlanda. En Irlanda del Sur gana el Sin Féin. Mucha gente se lleva las manos a la cabeza, porque dice que el Sin Féin es en definitiva el brazo político del ejército republicano irlandés. Pero han ganado porque los jóvenes han votado masivamente al Sin Féin porque tiene el mejor proyecto de vivienda social que hay en Irlanda del Sur. Y cuando preguntan a los jóvenes dicen, a mí qué me cuentan ustedes del IRA, yo tenía cuatro años. 

Yo no tendría prisa, ni estaría ansioso por dar otro salto. Cuando se den las condiciones

Comparando movimientos independentistas, en Escocia hay un solo partido, el SNP, en Catalunya hay por lo menos cinco, en Euskadi dos —o uno y medio—. ¿Sería todo más fácil como en Escocia con un solo partido para evitar batallas internas? 
Son culturas diferentes. Cada país tiene una determinada cultura. Yo no soy partidario del partido único. No me parece sano. Además de la independencia, luego cada uno tiene un proyecto concreto. Se trata de sumar proyectos. En EH Bildu podemos decir que está la CUP, está ERC, está una parte de JxCat y está una parte de En Comú Podem. Hacemos un ejercicio de sumar sobre un proyecto de mínimos, que no es fácil, pero creo que es el camino. Nosotros hemos recogido todas esas sensibilidades. Aspiramos a crecer más. Y el PNV también és una fuerza muy importante en el país. Cada país tiene que buscar su camino. Yo no soy partidario de que exista solo una fuerza, me parece que es limitar un poco la pluralidad. Otra cosa es la unidad estratégica. 

Después de muchos años de vasquitis, no sé si se han cambiado las tornas y el independentismo vasco ha entrado al rebufo del independentismo catalán...
Hemos pasado por diferentes fases. Cuando estábamos en la cárcel transmitíamos al exterior la idea de que los catalanes iban en serio a un proceso de ruptura con el Estado. Yo creo que en nuestro país primero se vivió esto con escepticismo, se dijo no lo van a hacer. En segundo lugar con sorpresa, porque nosotros decíamos lo van a hacer. Y después hubo como un efecto, el 1-O un montón de vascos estuvieron aquí. Nosotros teníamos una manifestación nacional en Bilbao y dijimos a la gente joder, lo que tenéis que estar es aquí, no ahí. Pero sí ha habido un efecto, primero de sorpresa, pero luego de admiración. De decir ¿por qué no hacemos nosotros esto? Y yo creo que ahora mismo sí que la gente tiene como referente lo que ha pasado en Catalunya, en lo bueno y en lo malo. Y a mí me parece que esto es importante. Antes lo decía, cuando nosotros cambiamos la estrategia era para hacer lo que se ha hecho aquí. Esta era nuestra estrategia. Catalunya ha demostrado que esto es posible. Bueno, también ha demostrado que eso tiene límites, pero ¿quién dijo que esto iba a ser fácil? Esto hay que continuarlo. 

¿Qué cree que llegará antes, un referéndum en Catalunya, en Euskadi o por la monarquía en España?
El referéndum de Catalunya, sin duda. No creo que vaya a haber referéndum monarquía-república en España. Creo que esto no va a ser posible, entre otras cosas porque yo no creo que exista en España un humus político, institucional, que sea capaz de hacer eso, de momento. Nosotros siempre les decimos a los compañeros de Podemos que el referéndum no es monarquía o república sino monarquía o repúblicas en plural, que es lo que a nosotros nos interesa. Y creo que en estas circunstancias quien va a llegar primero es Catalunya. Es mi previsión. Catalunya está en el proceso más avanzado. 

¿Y si le pido que ponga una fecha?
Cuando lo decidáis. Sé que ahora mismo hay mucha gente con las expectativas frustradas, enfadada, porque hay problemas. Y nosotros, entre nosotros, solemos decir a ver cuando tenemos nosotros estos problemas. Ojalá lleguemos a tener estos problemas. Lo que yo percibo aquí que es como un callejón negro, sin salida, en el que los partidos no se ponen de acuerdo y tal, que son desde mi punto de vista contradicciones lógicas en un proceso de liberación, nosotros lo que decimos es a ver cuando nos vota el 50% de la gente y tenemos muchos problemas entre nosotros. Esto es lo que estamos deseando que nos pase. 

Foto: Sergi Alcàzar