Al salir de la cafetería donde ha citado El Nacional, un hombre lo identifica, se le acerca, le encaja la mano y le desea "muchos ánimos". Carles Riera (Barcelona, 1960) admite que hace justo una semana que empiezan a reconocerlo y pararlo por la calle. Ha pasado de ser diputado sustituto a cabeza de lista de la CUP de la noche a la mañana, con la misma rapidez con la que Rajoy ha convocado las elecciones del 21-D con el 155.
Aunque dentro del partido hay porras muy optimistas, Riera se conforma manteniendo los actuales diez diputados. Tampoco sería un drama bajar hasta los seis o siete parlamentarios, como pronostican algunas encuestas recientes. Lo más importantes para los anticapitalistas es no traicionarse a si mismos y tratar de tirar adelante la República proclamada pero no implementada. Este es, para los cuperos, un compromiso insobornable.
El programa de la CUP dice que "el procesismo ha consolidado una cultura política que a estas alturas sigue siendo uno de los principales lastres para la independencia". ¿Qué es el procesismo?
Es el contraste entre el músculo fuerte del independentismo social y un independentismo institucional que es declarativo, simbólico. No es hasta el 6 y el 7 de septiembre que el Parlament legisla por primera vez de forma soberana, aprobando leyes que ya se mueven estrictamente en un nuevo marco: la unilateralidad y la desobediencia al Estado. Después vinieron el referéndum y la proclamación. En cierta forma, el procesismo acabó el 6 y 7 de septiembre...
Pero aquí se ha quedado la fase ejecutiva...
En primer lugar, hay un golpe de estado. Encaja perfectamente en los golpes constitucionales modernos: disolución de un parlamento, cese de un gobierno, presencia policial sobredimensionada... Y después pasa que el Govern creía que tendría en frente a un Estado más dialogante y detrás a una UE menos alineada con el statu quo. Y se ha encontrado lo contrario, como les advertimos. Las herramientas para materializar la República no estaban pensadas para ser ejecutadas en un contexto de golpe de estado, sino en un contexto procesista.
Pero el independentismo social sí estaba movilizado.
Es que es lo que esperaba la mayoría del movimiento independentista, cuando se manifestó y ocupó las calles, mostrando su disposición a resistir para que el Govern materializara la República. Y esto no pasó, porque no había las herramientas previstas. También hay que decir que ni el propio Govern, ni Junts pel Sí, tenían previsto un acontecimiento como el del 1 de octubre.
¿Qué quiere decir con eso?
La participación, que más de dos millones de personas salgan a defender urnas y colegios, tiene un impacto brutal. La represión también impacta. Y sobre todo la resistencia de la sociedad civil, que el día 3 convoca una huelga general con una movilización masiva y que por primera vez no está convocada por los sindicatos tradicionales. Esto preocupa a todo el mundo: al Estado español, a la Unión Europea, y al propio Govern de la Generalitat, que tenía previsto que el único cambio fuera la independencia, pero no un cambio de hegemonías.
¿Hacia la izquierda?
Se mujer una revuelta democrática tan masiva y radical que incorpora uno potencia de giro a la izquierda. A partir del 1-O ya no se trata sólo de autodeterminación e independencia, sino que se hace tambalear el statu quo. Puigdemont intenta hasta el último momento una solución alternativa, porque ven que viene un golpe de estado, que no tienen las herramientas y que puede haber un cambio de hegemonías que altere el statu quo.
¿Trataba de proteger el statu quo?
El entorno historia de Convergència, su entorno financiero y empresarial, estaba preocupado e inquieto, y presionó mucho a Puigdemont. Por eso lo que pasó el día 10. Lo que pasa el día 27 es que, a última hora, el Estado le dice que aplicará igualmente el 155, que las fuerzas de seguridad no se irán, que la gente saldrá de la cárcel cuando toque, que tiene que ir al Senado a retractarse y acatar la Constitución... Y Puigdemont dice "hasta aquí hemos llegado". Y proclamamos la República obedeciendo el mandato democrático del 1-O, a pesar de saber que la respuesta será un golpe de estado y que el Govern no ha previsto este escenario.
Proclamamos la República obedeciendo el mandato democrático del 1-O, a pesar de saber que la respuesta será un golpe de estado
¿Por qué estaban tan contentos después de la proclamación, si sabían que aquello no llegaría a ningún sitio? El contraste era evidente entre la contención del Govern y la euforia de la CUP.
Porque habíamos conseguido que el Parlament de Catalunya proclamara la República y, por lo tanto, habíamos cumplido nuestra obligación democrática, que emanaba del 1 de octubre. Por eso estábamos muy contentos. Y porque confiábamos y confiamos en la gente, dispuesta a movilizarse indefinidamente hasta conseguir materializar la República. A partir del 22 se trata de ganar las elecciones, revertir el golpe de estado, desobedecer el 155 y empezar a construir República. Nuestro principal activo es la gente.
Las presiones también llegaron de Bruselas.
En la Unión Europea no sólo le preocupa que la "fiebre independentista" se extienda, que al final sería muy acotado... A la UE le preocupa que más de dos millones de personas digan que, según cómo, no obedecerán ni al Estado, ni a la policía, ni a los jueces, ni a los fiscales; que no obedecerán las leyes que les parezcan injustas. La Unión Europea lo aplastó en Grecia y se trata de aplastarlo aquí.
Ahora mismo, sólo la CUP parece hablar claramente de materializar la República.
Sí... Y es inquietante. En su literalidad, en el programa de JuntsxCat básicamente lo que vemos es el restablecimiento de la autonomía. Y les decimos: no es esto, compañeros. No es por esto que más de dos millones de personas se han jugado el físico votante el 1-O, no es por esto que proclamamos la República... Es una pantalla pasada. Ya somos una República y lo tenemos que materializar, sabiendo que nos puede llevar a una lucha de años.
El proceso va para largo...
Antes hablaba en términos gramscianos de desplazamiento de la hegemonía. Ahora, de guerra de posiciones con el Estado: tienes que ir ganando el territorio político de forma material y real. Nuestra acción, su represión; nuestra desobediencia, su imposición. Quiere decir que a veces daremos un paso adelante, dos atrás, tres adelante... Hasta consolidar la República y conseguir finalmente la legitimidad internacional. Es una cuestión de paciencia.
¿Y Esquerra Republicana?
ERC habla de una bilateralidad con el Estado que es una utopía. Con el Estado puedes hablar como mucho de una reforma autonómica. Pero nunca habrá una bilateralidad que nos permita hablar de autodeterminación y República. La propuesta de ERC está muerta desde el minuto cero. Esperamos que, pasado este minuto cero, venga con nosotros a desobedecer al Estado.
Además, ERC sabe tan bien como nosotros que, para construir legalidad social avanzada, sólo lo podemos hacer desde la República. En un contexto autonómico es imposible. El Estado nos ha suspendido más de 40 leyes y decretos orientados a una mayor igualdad social. Eso lo saben ERC, los comuns y el PSC: es imposible desde el regreso al autonomismo.
¿Qué pasó en la negociación de los puntos compartidos?
Pasó que nosotros pusimos sobre la mesa una propuesta de puntos que consistía en lucha anti-represiva y liberación de los presos, oposición al 155, proceso constituyente y materialización de la República. Nosotros creemos que esta materialización sólo es posible unilateralmente. Si en el minuto cero la otra parte te dice que no hay nada que dialogar, esto lleva de forma automática a la vía unilateral.
Estos eran los cuatro puntos. Tuvimos varias reuniones para hablar y al final fue el PDeCAT quien consideró que no era necesario, que para ellos no era una prioridad firmar este acuerdo preelectoral, que ya hablaríamos a la hora de conformar las mayorías parlamentarias.
¿Fue por el punto de la materialización de la República?
No entraron en muchos detalles. Fue una consideración más general. No llegamos a discutir y enmendar punto por punto. Durante varios días intercambiamos opiniones y propuestas, y la última que había sobre la mesa era esta. Y aquí el PDeCAT dijo: "nosotros somos independentistas y consideramos que ahora no es necesario comprometernos con este programa". Y se retiraron. Esquerra, para suscribirlo, pedía que estuviera todo el mundo.
Más de dos millones de personas no se han jugado el físico votante el 1-O para el restablecimiento de la autonomía
La CUP descarta entrar en un Govern que no despliegue la República. ¿También un acuerdo de gobernabilidad?
Es la pregunta del millón y no tiene una respuesta absolutamente cerrada. Para decirlo en positivo, la CUP está dispuesta a formar Govern y participar, sin límite de responsabilidades y con todas las consecuencias si es para desobedecer el 155, iniciar el proceso constituyente y materializar la República. Estoy dispuesto a asumir la presidencia si es por eso. Por otra parte, con nuestro resultado, también queremos contribuir al desplazamiento hacia la izquierda, que se refleje en las políticas públicas, el presupuesto y la legislación republicanas.
¿Qué es lo que no haremos? Obviamente la CUP de ninguna manera contribuiría a investir a un Govern unionista.
Eso ya lo daba por descontado...
Bien, es que hay gente que nos pregunta que, si no queremos investir a un Govern independentista porque hará una práctica autonomista, querrá decir que facilitaremos directa o indirectamente un Govern unionista. Que estén tranquilos: no.
¿Y qué más no harán?
Tampoco participaremos ni investiremos a un Govern que nos presente un programa autonomista. Es volver a un pasado del que ya salimos el 1 y el 27 de octubre. Es una traición al electorado independentista y a los más de dos millones de votantes del 1-O. Y porque implica acatar el 155 y el golpe de estado. Si pasa esto, nosotros, humildemente, pasaremos a la oposición y que quien quiera gobernar forme sus mayorías.
Su programa electoral habla de una "estrategia de bloqueo".
Para nosotros el bloqueo no viene sólo de la acción parlamentaria. Si hay un Govern autonomista, esperamos que haya una salida masiva a la calle para hacerlo volver al planteamiento republicano. Esperamos que desde los más de 700 ayuntamientos independentistas se haga República y presión.
Y nosotros desde el Parlament, desde la presencia o la ausencia activa, podemos desarrollar la creatividad para incidir. ¿Quién se habría imaginado el 27-S que se haría el 1-O y se proclamaría la República? Parecía una utopía. Pero sobre todo gracias al movimiento independentista, y humildemente a la incidencia de la CUP, esto ha sido posible. Desde dentro y desde fuera de la institución contribuiremos a hacer posible este viraje.
Usted ha defendido que no es necesario ganar en votos, sólo en escaños.
Para mí es una obviedad. Lo que se gana o se pierde en votos es un referéndum. El referéndum ya lo hicimos y ganamos. Las elecciones se ganan o pierden en escaños. Y Rajoy ha convocado elecciones. Las ganaremos o perderemos en escaños. ¿Verdad que nadie pone en duda que, si el unionismo ganara en escaños, aplicaría un programa unionista? Al independentismo siempre se le pide un poco más que al unionismo. Siempre se le pide un plus de legitimidad. Es como si el 50% del unionismo en el fondo valiera más.
¿Que haya más votos unionistas que independentistas no haría replantear las cosas?
Creo que no se producirá. Si sacamos los votos de los comuns del cómputo, la posibilidad de que haya un escenario con más votos unionistas que independentistas creo que es un escenario que no se producirá. Es hacer política ficción. Lo que no podemos hacer es colocar todos los votos de los comuns en el sector unionista. Tampoco al independentista.
El 27-S fue justamente la CUP quien forzó a cambiar la hoja de ruta porque, a pesar de ganar en escaños, el independentismo perdió en votos.
Eso fue porque en aquel momento se aceptó el relato de que eran unas elecciones plebiscitarias. No es el caso del 21 de diciembre. Además, el plebiscito lo hicimos con el referéndum del 1 de octubre. Si ganamos en escaños, toca aplicar el programa republicano.
Lo que se gana o se pierde en votos es un referéndum. El referéndum ya lo hicimos y ganamos. Las elecciones se ganan o se pierden en escaños
Durante la campaña se ha dirigido especialmente a los comuns.
Para empezar, la equidistancia entre un golpe de estado y la gente que por culpa de este golpe va a la cárcel ya no es un problema político, sino ético. Es inmoral. Por otra parte, el 15-M estábamos juntos compartiendo las plazas, hablando de "destituir el régimen del 78 y la monarquía borbónica" e "iniciar un proceso constituyente". Esto hemos empezado a hacerlo en Catalunya. ¿Por qué no están? ¿Qué hacen celebrando la Constitución? ¿Qué hacen conviviendo cómodamente con el golpe de estado? Han hecho un viaje que nos tiene perplejos.
Ellos hablan de un nuevo marco constituyente catalán.
Sí, pero entiendo que debe pasar por una reforma constitucional que ellos mismos saben perfectamente que es imposible, que es un brindis al sol, que es vender humo. Por la arquitectura jurídica, por el sistema de mayorías que requiere y por el mismo ADN del Estado. El régimen del 78 quedó bien atado. Está perfectamente diseñado para imposibilitar este tipo de cambios.
Usted prevé, si se opta por la unilateralidad, un escenario de conflicto permanente con el Estado durante años. ¿En qué se traduciría eso?
No creo que seamos una excepción a todas las revoluciones democráticas y sociales, a todos los procesos de independencia, que han pasado por una fase a veces larga de conflicto. Obviamente la revolución tiene que seguir siendo de las sonrisas, pero también tendrá que enseñar los dientes, las grifas y los puños. Pasar del marco español a la ley de transitoriedad implicará un tensionamiento enorme con el Estado. Habrá 155, represión, tal vez violencia. Por nuestro parto, desde la calle y las instituciones, tendrá que haber resistencia, desobediencia e ir legislando. Que los ayuntamientos funcionen de acuerdo con esta nueva legislación republicana. Nosotros siempre desde la no violencia. Siempre.
Pero puede haber violencia igualmente.
En todo caso, la violencia que la ponga el Estado. Porque de esta forma derrotamos al Estado no sólo desde nuestros planteamientos políticos republicanos, sino que lo derrotamos democrática y moralmente. A final la violencia del Estado se girará contra él mismo.
Ustedes ya han dicho que no quieren muertos, pero incluso desde antes de las declaraciones de Marta Rovira vienen haciendo las mismas advertencias. ¿Están dispuestos a aceptarlo como un daño colateral?
Nosotros no somos de la cultura de que cuanto peor, mejor. Ni queremos muertos ni queremos heridos ni queremos gente en la cárcel ni gente fatigada. Como menos padecimiento y menos dolor haya, mejor. Pero también asumimos que estamos ante un Estado despótico, autoritario y dispuesto a utilizar métodos no democráticos para defenderse. Esto implica que, como mínimo la gente de la CUP, tenemos que asumir que podemos recibir represión.
¿Pero asumen la posibilidad de que haya muertos?
Esperamos que no. La CUP está dispuesta a asumir la represión y llevaremos a cabo una estrategia no violenta que en ningún caso genera enfrentamiento violento que pueda tener las consecuencias que usted dice. Y apelamos a la responsabilidad del Estado; y a la de las Naciones Unidas y la Unión Europea para pararlo. De hecho, el 1 de octubre, las fuerzas estatales se retiraron por la tarde, probablemente porque alguien les dijo que, ante nuestra no violencia, su violencia se les estaba girando en contra.
No queremos muertos, pero asumimos que delante tenemos un Estado despótico, autoritario y dispuesto a utilizar métodos no democráticos para defenderse
¿Cómo se liberan los presos políticos?
Los presos se liberan porque se arrepienten, porque acaba su condena o el juez lo decide, o por el acierto de sus abogados. Pero hay otra vía: la de ganar en la confrontación con el Estado español, llegar a un escenario de diálogo y concertación bajo supervisión internacional en que se formalice nuestra República, y que sobre la mesa esté el tema de los presos. Que sea uno de los compromisos que tenga que asumir el Estado. Esta es la manera de liberarlos.
Hasta ahora la comunidad internacional no ha movido un dedo por Catalunya.
En general, la comunidad internacional es pragmática. Lo que se impone es la real politik. Te apoya cuando ganas. Cuestionará el Estado español si se excede con la violencia, si comete enormes irregularidades jurídicas... Acabamos de ver una derrota jurídica importante: antes de una resolución belga que les dejara en ridículo delante del mundo, han preferido retirar su petición de extradición. La comunidad internacional nos apoyará a partir del momento en que empezamos a ganar.
Sin embargo, la Unión Europea es en este momento una institucionalidad económica y política absolutamente conservadora, cada vez más escorada a la derecha y la extrema derecha, y muy comprometida en la defensa del statu quo. Por lo tanto, no podemos esperar gran cosa. El procés también ha generado una pérdida de la inocencia respecto de la UE. Como proyecto democrático, es un proyecto muy fracasado.
¿Cómo se hace efectivo el control del territorio?
A través de los más de 700 ayuntamientos independentistas y desarrollando políticas públicas de privatización y recuperación de soberanía, nacionalizando sectores estratégicos de la economía. Sectores como el energético o la banca, que no sólo son claves en la economía sino en la soberanía. Si los nacionalizamos, no sólo tendrán una gestión económica más eficiente, sino que también nos dará soberanía. Pero la principal fuerza que tenemos para ocupar efectivamente el territorio es la gente organizada, que hace República desde abajo. Se demostró el 8 de noviembre.
¿A nivel económico, el país puede permitirse un conflicto permanente durante años?
A pesar de los acontecimientos de septiembre y octubre, a pesar del golpe de estado, los indicadores económicos generales se han visto poco afectados. Lo que más ha incidido negativamente es la actuación del Estado. Pero a pesar de esto, no hay grandes cambios. La economía del país resiste bien este embate. Obviamente tenemos que asumir que puede generar todo tipo de consecuencias indeseables.
Pero nuestra convicción es que la República es una oportunidad para sacarnos de encima la corrupción estructural, que es un factor de ineficiencia económica brutal. El Estado español no sólo es un estado antidemocrático, despótico y demofóbico; es un desastre en la gestión económica. Quizás transitoriamente tendremos que pasar por una situación frágil o vulnerable, pero la República nos libera de tales ineficiencias que nos da una oportunidad. Y además nosotros añadimos un cambio de modelo económico.