Alejada de la política más institucional desde el otoño de 2017, cuando dejó de ser diputada de la CUP a causa de la aplicación del 155, Gabriela Serra (Mataró, 1951) continúa plenamente comprometida con todo tipo de luchas siendo miembro de organizaciones como Entrepobles, el Centre Delàs d'Estudis per la Pau, Justícia i Pau y Òmnium Cultural. También forma parte del consejo asesor para el Foro Cívico y Social del Debat Constituent y hace voluntariado en el centro penitenciario de Wad-Ras, donde hasta hace pocas semanas Carme Forcadell cumplía la condena.
Desde la sede de Entrepobles en Barcelona recibe a ElNacional.cat para explicar qué tendría que hacer el independentismo para forzar al Estado a celebrar un referéndum, por qué no le sorprendieron las polémicas cartas de Oriol Junqueras y Jordi Sànchez y si tiene previsto volver a primera línea política, entre otras cosas.
Ahora ya hace unos años que no es diputada de la CUP. ¿Desde fuera se ve con más claridad la política?
La política institucional la he visto siempre clarita. Yo llegué a la institución con una edad madurita, sesenta y pico y, por lo tanto, conocía los techos institucionales que podemos tener. No es que la vea más claramente, sino que la veo con más libertad. Esto sí que es cierto. Lo que constato desde fuera es lo que pude constatar como diputada, que es que la institución tiene un techo muy bajito. Y que la institucionalidad no es el único camino para hacer transformaciones. Y que lo institucional y que las fuerzas del Parlament se dejan convencer y atemorizar, y tienen demasiado en consideración los límites que tiene la institucionalidad y no reaccionan de la manera que la ciudadanía merece.
Este techo del que habla es la autonomía, ¿no?
No. El techo de que hablo va más allá. Es la sumisión permanente y continua a las leyes llamadas democráticas. Hablo del respeto enorme que se tiene a las normas y leyes. Las leyes no están para ser leídas ni aplicadas, las leyes están para ser interpretadas. A veces interpretamos poco y obedecemos demasiado. Este es uno de los defectos que tenemos. Los partidos independentistas intentamos hacer una cosa importantísima como fue el 1-O, el acto de desobediencia civil más importante que ha conocido este país y Europa. Eso cambió el grado de relación del autonomismo catalán con esta ley macro que es la Constitución. Allí hay un momento de ruptura que después desdichadamente no se puede aprovechar. Indiscutiblemente aquello marca un camino porque es un acto de desobediencia. Es un acto de interpretación de las leyes y de los deseos mayoritarios de la ciudadanía.
Ahora, ERC y la CUP se proponen hacer un nuevo referéndum. ¿Es este el camino?
El camino del referéndum es más antiguo que la sopa de ajo. Todo empezó con la consulta del expresident Mas, que por eso lo tenemos pendiente del pago de una multa millonaria. Antes y ahora el referéndum es negado por las políticas catalanofóbicas, por eso hicimos un acto de desobediencia como fue el 1-O. No es nueva la solicitud de un referéndum. Pero mientras la lectura de la Constitución sea una que limite los derechos de la ciudadanía, estaremos en la misma situación. Hay que exigir el derecho a la autodeterminación. No se puede negociar, porque si de entrada ya vas a un ámbito como el que se ha abierto en el cual se te dice que no puedes hablar ni de la amnistía ni de la autodeterminación, entonces es ir a acatar o a intercambiar cromos.
¿Entonces no espera nada de la mesa de diálogo?
Sí, con la mesa de diálogo conseguiremos más autopistas, más financiación para cosas que están pendientes en Catalunya, obra pública que hasta ahora no hemos tenido, apoyos para poner la fábrica de pilas aquí al lado. Porque ya se sabe que ahora estamos por la economía verde y tenemos que tener coches con pilas. No revisar el sistema de transporte, o la contaminación de las pilas o con qué materiales se fabrican estas pilas, que es desposeyendo y robando a la gente de países en vías de desarrollo, sino que es porque queremos ser verdes y los demás que se jodan. Esto lo conseguiremos, pero es simplemente continuar con las negociaciones que ya existían del pacto fiscal y de la deuda fiscal que tiene Catalunya. No hay nada nuevo.
Lo que sería nuevo y respetuoso con la voluntad de la ciudadanía sería poder escoger qué lectura se hace de la Constitución de manera tal que se permita que Catalunya haga un referéndum de autodeterminación. De hecho, no podríamos entender una parte importante de por qué se han concedido los indultos si no tuviéramos en cuenta la estabilidad social de Catalunya y del Estado para los tiempos de agudización de la crisis económica que tenemos delante. Después de agosto, este país puede empezar a entrar en una situación donde las consecuencias de la crisis tenga connotaciones muy importantes. Es por esto que se tiene que entender que nuestros grandes empresarios, oligarcas y potencias financieras estén contentos con el indulto. Lo que quieren es la normalización de la sociedad. No por nada se está discutiendo la reforma de la ley de seguridad ciudadana para incluir la obligación de movilización de todos los adultos por una posible crisis de Estado. Desde el capital se prevé este futuro movido y obviamente haremos lo posible para que así sea, porque sólo presionando y creando situaciones de nuevas crisis es como conseguiremos que se pueda ejercer el derecho a la autodeterminación.
Con la mesa de diálogo conseguiremos más autopistas, más financiación para cosas que están pendientes en Catalunya, obra pública que hasta ahora no hemos tenido, apoyos para poner la fábrica de pilas aquí al lado
¿Cree que ERC y Junts pueden caer en esta trampa para estabilizar al Estado con respecto al conflicto catalán?
Hablar de trampa sería muy ingenuo. Tengamos más consideración al nivel de inteligencia de ERC y Junts. No creo que podamos hablar de que se dejan engañar. Hay una parte de voluntariedad y convencimiento que a partir de la mesa de diálogo se pueden ir consiguiendo cosas e ir avanzando . Y yo creo que sí que se pueden conseguir cosas, pero que no tienen nada que ver con la autodeterminación y la amnistía. La ciudadanía tendría que saber que en el estropicio que supuso la carta de Oriol Junqueras y Jordi Sànchez no había ninguna sorpresa. Lo que había era la aclaración de un posicionamiento político que no se dio cuando yo creo que se tendría que haber dado, que era durante el 1-O, o después. Los que estábamos en el Parlament sabíamos e intuíamos que para algunos miembros del Govern el 1-O quería ser un elemento de presión al Estado para conseguir una negociación más ventajosa. Esto no ha cambiado, otra cosa es que en su momento no se hubiera dicho.
Los que estábamos en el Parlamento sabíamos e intuíamos que el 1-O quería ser un elemento de presión al Estado para conseguir una negociación más ventajosa. Eso no ha cambiado, otra cosa es que en su momento no se hubiera dicho
No se dijo a la gente que fue a votar.
No se dijo a la gente. Y si realmente la voluntad de enfrentamiento con el Estado, que era el que nos creíamos algunos y algunas, era real, cómo es que el 1-O y el 27-O todo se acaba? ¿Cómo es que el 155 es capaz de acabar con todo? ¿Cómo es que no hay un plan B? ¿Cómo es que vamos a unas elecciones convocadas por Mariano Rajoy contradiciendo la Constitución y el Estatuto? ¿Cómo es que no se ha aclarado, y mira que hay muchos libros de nuestros presos y exiliados, qué es realmente lo que pasó? ¿Dónde estaban las estructuras de Estado? ¿Dónde estaban los mecanismos para el control del territorio? Porque no vimos nada. Sólo vimos la desactivación de la calle, que hubo un momento que daba miedo, porque iba más avanzada que la institucionalidad. Ver al señor Mas convertido en independentista sólo se puede entender viendo el momento dramático que vivía Convergència cuando empieza la persecución de la familia Pujol. Recordamos que al lado de eso hay una ANC con Carme Forcadell al frente diciendo: "President, ponga las urnas". Y tenemos a centenares de miles de personas en la calle pidiendo el referéndum. Y entonces hay gente que ve la luz y se convierten en independentistas. El 1-O, el 10-O y el 27-O la calle estaba llena de gente esperando que se le dijera cuál era el plan y qué se tenía que hacer. Y recibieron por respuesta un silencio. Y aquí todo el mundo tiene su nivel de responsabilidad, incluso la CUP. La gente estaba esperando qué tenía que hacer: ¿tomar el Parlament? ¿Tomar el aeropuerto como lo hicieron después? ¿Tomar las fronteras? Acatar el 155 e ir a las elecciones es el recorrido que lamentablemente tuvo el 1-O.
¿Usted como diputada sabía que el 1-O era para forzar al Estado más que para acabar haciendo la independencia?
Presionamos para que el referéndum tuviera una respuesta clara de sí o no. Incluso con la ley de transitoriedad, presionamos para que hubiera un proceso constituyente que contara con la participación ciudadana de base. Desde la CUP siempre fuimos presionando y se fueron aceptando nuestras propuestas. Otra cosa son estas reuniones de los altos mandos donde no estábamos y donde se perfilaban las acciones y los mecanismos. Pero sí que llegó un momento en que supimos que no había plan ni A ni B, pero ya estábamos a punto de llegar al 1-O. Se iba diciendo que sí que se estaban haciendo las estructuras de Estado, también públicamente, pero no se iban haciendo.
Ahora se propone hacer lo mismo: un nuevo referéndum unilateral antes del 2025. ¿No vuelve a ser lo mismo para conseguir el mismo resultado?
Quizás no fuimos capaces de explicarlo muy bien en su momento. Aparte de voluntades, marchas atrás y cesiones a las imposiciones una vez hecho el referéndum, había una cosa que sí que falló. Nadie fue capaz, ni la CUP, de valorar en su justa y profunda medida cuál podía ser la respuesta del Estado. Partíamos de la idea de que el Régimen del 78 estaba lo bastante desprestigiado y roto, y que, por lo tanto, el embate del 1-O sería una prueba definitiva que haría que el Gobierno cediera y empezara un proceso de negociación para ver cómo se sacaba adelante el proceso de desvinculación con el Estado. Erramos profundamente. El Estado ha demostrado que todavía tiene una potencia, una fuerza y un prestigio importante. Y esto permitió que la respuesta violenta y represiva no tuviera respuesta dentro del mismo Estado por parte de la ciudadanía.
Hacen falta muchos 1-O para poner de rodillas al Estado y al Régimen
Ahora que ya se conoce esta respuesta violenta del Estado, ¿qué es lo que se tendría que hacer diferente? ¿Tomar el aeropuerto? ¿Tomar el territorio?
No me parece mal la realización de otro referéndum porque es el inicio de la batalla. Exigir y conseguir que el Estado se vea obligado a hacer un referéndum de autodeterminación me parece que sería un gran triunfo. El problema es cómo llegamos hasta este punto. Nos equivocaríamos si volviéramos a decir que el escenario en el cual se tiene que solucionar esta exigencia es el Parlament y la mesa de negociación. Es un error. Hacen falta muchos 1-O para poner de rodillas al Estado y al Régimen. Hemos descubierto que nos hace falta una acción sostenida con momentos de mucha confrontación como fue el 1-O. O mantenemos la tensión con el Estado de manera constante o no llegaremos al punto de poder hablar en términos de libertad de decisión de nuestro pueblo. Y eso quiere decir que las fuerzas independentistas de izquierda tenemos que entender que sólo hay victoria si tenemos la calle organizada, no sólo con manifestaciones o ocupaciones —que habrá que hacerlas.
Porque se nos ha demostrado que podemos sacar a un millón de personas a la calle y el Estado no tiembla. Porque la democracia autoritaria que tenemos ha sido capaz de incorporar como una cosa normal todo este tipo de movilizaciones masivas. Tenemos que empezar a hacer muchas tareas de desconexión con el Estado. Y estas tareas de no colaboración no tienen que venir sólo de la institución. La institución hará aquello que la calle sea capaz de exigirle. Pero eso tiene que venir de nuestra práctica cotidiana. Y tenemos que ser capaces de pagar las consecuencias, y no todos los independentistas están dispuestos a asumir el mismo nivel de riesgo. Hoy ser independentista quiere decir ubicarse en el riesgo, porque el riesgo es la esperanza. ¿Porque si no, qué haces? Te ubicas en la comodidad, en el desencanto o en el nos han engañado, que es lo que quiere el Estado. Hagamos cosas más allá de lo que hagan las instituciones o digan las leyes y las Constituciones.
Pero eso no deja de tener un límite que son los tribunales españoles. En el momento en que el Estado quiere tumbar alguna cosa, la tumba y no hay nada más que hacer. Como con la ley de alquileres, por ejemplo.
Podemos tener una oportunidad. La crisis económica irá a más y nos puede unir y hacernos capaces de acercarnos a mucha más gente. Podemos hacer de la crisis una manera de organizar a la ciudadanía de manera que sea capaz de ir más allá de lo que la ley tolera. ¿Habrá represión? Indiscutiblemente. No por nada están diciendo que quieren que la reforma de la ley de seguridad ciudadana incluya la movilización de los adultos para hacer la defensa en momentos de crisis. Están previendo que habrá momentos de movilizaciones. Sería absurdo decir que la consecución de la independencia será gratis.
Legalmente, aquí no se ha declarado nunca la República, porque el Boletín Oficial de la Generalitat no recogió la declaración de la República. ¿Por qué? Porque los funcionarios que lo tenían que hacer y algunos políticos que no los obligaron hicieron que no se publicara
Y la Generalitat y sus organismos, ¿en qué lado tienen que estar? Lo digo porque estamos viendo casos como el de Marcel Vivet que seguro que desmovilizan mucho a la gente.
Tendríamos que empezar a reflexionar sobre qué quiere decir que tengamos una policía autonómica. Es una competencia que se cedió. Pero los Mossos son policía judicial y dependen del poder judicial. Ante una orden del presidente y una de judicial, es la judicial la que manda. Hay una diferencia grande con la Ertzaintza, que en este nivel tiene más competencias. Nosotros tenemos un mando cedido, no propio. La gente lo tiene que saber, que tengas policía autonómica no quiere decir que sean independentistas. Cuando uno entra en los Mossos no se le pregunta si es independentista, igual que pasa con los funcionarios. Lo hemos visto en el Parlament, han tenido que cambiar a los letrados. Porque llegan por unas oposiciones, no por ideología. Los políticos pueden hacer lo que quieran, pero lo que hay por debajo es otra cosa. Son otras convicciones. Por ejemplo, en este país la República no se ha declarado nunca. Legalmente, aquí no se ha declarado nunca la República, porque el Boletín Oficial de la Generalitat no recogió la declaración de la República. ¿Por qué? Porque los funcionarios que lo tenían que hacer y algunos políticos que no los obligaron hicieron que no se publicara. Por lo tanto, el acto de declaración que hicimos el 27-O fue para la gente, pero no fue un acto en el cual oficialmente aquello se hubiera hecho. Y eso quiere decir mucho. De hecho, no se dijo ni mientras estábamos en el Parlament, se dijo después. Los mismos que estábamos allí no lo supimos hasta el 28, pero como ya se había aplicado el 155, hubo quien decidió que no había que publicarlo.
Quizás entonces mucha gente independentista acaba pensando que es igual si gobierna ERC, Junts, el PSC o incluso Ciudadanos si son los funcionarios los que marcan la línea.
Los funcionarios no marcan la línea, los funcionarios obedecen leyes.
En cualquier caso, representan los límites. Por eso insisto, ¿qué diferencia hay sobre que gobiernen unos u otros?
Lo que nos tenemos que plantear primero es que el camino es un poco más largo. No se trata de ganar un referéndum. Ahora estamos muy centrados en la amnistía y la autodeterminación, pero ¿alguien se puede imaginar como será construir la República catalana con todas las divergencias, insultos y desautorizaciones que hemos visto en los últimos tiempos? Independentistas tenemos de todo color, tamaño y conciencia. No son todos de izquierdas. No tenemos que olvidar que Junts viene de Convergència, que es neoliberal y conservadora. ERC es otra cosa y la CUP somos anticapitalistas. Entre los votantes del 1-O había toda esta gama. Hay gente a la cual le va bien tener la independencia mientras mantenga toda esta normalidad económica y social que hay. Ya les va bien porque es con lo que están de acuerdo, como es el caso de los neoliberales. Tenemos que aclarar dónde estamos y las políticas que defenderemos. Y esto nos lo dirán los límites que ponemos a nuestras exigencias y nuestra capacidad de enfrentarnos y crear crisis con el Estado. No hay victoria sin riesgo y no hay victoria sin lucha. Ni con la autodeterminación, ni con la amnistía, ni con la vivienda, ni con el derecho al trabajo. Quien se piense que conseguir la autodeterminación es un tema de esperar, pues no. Es una actitud de estar cada día desde todos los flancos luchando y presionando para que esto pete. Sólo en el momento que seamos capaces de conseguir el clímax de oposición y de enfrentamiento que tuvimos el 1-O conseguiremos vencer esta catalanofobia tremenda que tenemos dentro del Estado. Estas otras luchas nos tienen que hacer conseguir tener estas miradas diferentes del resto del Estado hacia nosotros.
Esta legislatura hará lo que la calle sea capaz de exigir
¿Esto se acabará dando en esta legislatura, o será como la anterior?
Esta legislatura hará lo que la calle sea capaz de exigir. Esta legislatura por sí misma tiene los techos que tiene. En los últimos años hemos estado demasiado acostumbrados a las grandes frases y los grandes conceptos, como el de la unilateralidad. ¿Qué quiere decir estar por la unilateralidad?
No pedir permiso, no?
Depende. No lo sé. Cuando la CUP y Junts hablan de unilateralidad, no creo que estemos hablando de la misma unilateralidad. Lo que tenemos que empezar a exigir es menos frases para que la prensa las saque en las portadas de un diario. Yo ahora estoy involucrada en todo esto del Debat Constituent que todo el mundo conoce por Lluís Llach. Una de las cosas que propone el Debat Constituent es empezar a poner contenido. Empezar a hacer que la gente discutamos qué tipo de justicia y economía queremos. Cómo queremos que sean elegidos los cargos públicos. Cómo queremos que sea elegido el poder judicial. Y empezar a hacer que la gente discuta cosas concretas con posicionamientos concretos. Ojalá cuando se celebre el Foro Cívico y Social del Debat Constituent pueda ser también un elemento de ruptura y de enfrentamiento claro con el Estado y con nuestra propia institucionalidad, la Generalitat. Y que empezara a hacer exigencias antes de llegar a la independencia, cosa que sería una prueba de ruptura y unilateralidad.
O en la calle somos capaces de activarnos o entonces yo sí que no veré la independencia
Ahora que habla de su tarea en el Debat Constituent, ¿se ve volviendo a primera línea política como diputada?
No, gracias. Pronto haré 70 años, milito desde los 20. Toda la vida he hecho política en la calle, sólo dos años y medio he hecho política institucional. He vuelto allí de donde quizás no hubiera tenido que salir nunca. De hecho me han ofrecido volver a las listas, pero dije que no porque mi papel en la calle es más importante. Bienvenido sea lo que se hizo, pero estoy donde tengo que estar. O en la calle somos capaces de activarnos o sí que entonces yo no veré la independencia.
Pero la gente está bastante desmovilizada y tenemos el 11-S a la vuelta de la esquina.
Yo pienso que el 11-S nos dará sorpresas. Mucha de aquella gente que se movilizó para el 1-O se creyó que se iría de la ley a la ley. Y que los piolines habían venido como si estuvieran de vacaciones. Hay que asumir un nivel alto de riesgo. Recuerdo cuando la gente decía por la calle que si tenían que ir a prisión, irían. Pues quizás tendríamos que volver a repetir eso porque posiblemente mucho de lo que haya que hacer con esta Constitución y estas leyes es acabar represaliados, yendo a prisión y pagando multas. Pero estoy segura de que la ANC hará una gran movilización con el apoyo de Òmnium Cultural, y que los CDR harán también muchas cosas. No sé qué hará el Consell per la República. Su papel, la función, la composición y la estructura... Creo que no encuentran encaje en la situación política actual.
Yo pienso que el 11-S nos dará sorpresas. No sé qué hará el Consell per la República, del cual hoy es muy dudoso el papel, la función, la composición y la estructura. Pienso que es una cosa descolocada de la situación que estamos
Antes ha dicho que hay que asumir riesgos, pero el Estado ha demostrado que aunque la gente vaya a la prisión y al exilio, eso sigue sin acercarnos a la independencia.
Si miráramos los niveles de riesgo que han tenido que asumir los países que hoy son independientes...
Son muertos.
Son muertos y es mucha gente enjaulada. Cuando yo digo asumir un nivel de riesgo, quiero decir que el nivel de confrontación con el Estado tiene que ser lo suficientemente grande, o si no lo dejamos correr. Por las buenas, el Estado no llegará nunca a conceder un referéndum. Para conseguirlo, el nivel de confrontación con el Estado tiene que ser muy fuerte. Y esto sólo puede venir porque vamos tomando medidas que presionen al Estado. Se me ocurren muchas maneras de no colaborar con el Estado: la banca, las grandes empresas, las grandes marcas. Pensemos. También tenemos que hacer presión a Europa a nivel económico. Y a esto se le tienen que sumar las movilizaciones, las ocupaciones y todo lo que haga falta. O vamos a las Españas a hablar con la gente y los pueblos que están sufriendo a hablar de democracia y de derechos -con los andaluces, con los murcianos, con los castellanos- para convencerlos de que no se puede negar el derecho a decidir o lo tendremos mucho más difícil.
Por último, ¿qué sentido tiene dedicar tantos esfuerzos a los recursos de los presos al Tribunal Europeo de Derechos Humanos si este no puede forzar a España, como tampoco puede hacerlo con Turquía, a hacer nada?
No podemos ver las cosas aisladas, son más globales. De la misma manera que el Consejo de Europa ha sacado su posicionamiento respecto de los indultos, lo hace no sólo porque lo crea políticamente sino porque ha habido presiones a otros niveles. No olvidemos que el estado español es un receptor de mucha ayuda económica. Hay mucha manera de presionar a los Estados. El tribunal de Estrasburgo, que estoy convencida de que fallará a favor de nuestra gente —también lo sabe Sánchez— y esto tendrá algún efecto. Tiene que tener algún efecto. No podemos dejar de presionar por el cambio de la administración de la justicia porque tenemos una cúpula de lo más fascista y conservadora. Fíjate en que los dos que emitieron el voto particular contra las sentencias son gente que todavía tienen mucho recorrido dentro de la carrera judicial. No quieren quedar retratados como unos fascistas ante la justicia europea. Tenemos que mirar que hay otros mecanismos que tenemos que apretar. Y otro son las adjudicaciones de fondos y ayudas. Equiparar a España con Turquía en el Consejo de Europa es algo terrible para las fuerzas más o menos democráticas y liberales. Esto tiene que ver con cómo se mueven en este nivel los poderes fácticos y económicos.
Por lo tanto, confía en que un varapalo del TEDH cambiará la justicia española.
Todos los varapalos hacen daño. El problema es que el varapalo lo tienes que acompañar de una fortaleza. Y sí, tendría que provocar cambios en la justicia. Sólo con que lo actualizaran, ya cambiaría. Porque los más fascistas ya se están autoeliminando. En este sentido hay un pulso sobre si Sánchez opta por ERC, Bildu, el PNV o por Vox y el PP. Y esto lo conseguiremos con la fuerza de las urnas, y elevando el nivel político de nuestro pueblo.