Tras una carrera militar impecable, el general del aire Julio Rodríguez (Ourense, 1948), que llegó a Jefe del Estado Mayor de Defensa (JEMAD), decidió hacer el salto a la política. Pero no con el PSOE, que es quien le situó en la cúpula del Ejército español, sino con el incipiente Podemos. Él no dudó en hacer el paso y hoy es su secretario general en la ciudad de Madrid. Su significación política, sin embargo, causó enorme revuelo, también incluso entre los propios votantes del partido. Aún más entre la derecha. Ahora, en el libro Mi patria es la gente. El testimonio del general de Podemos (Península, 2018), trata de explicarse.
Sin duda, no es habitual encontrar a un militar que se defina como "antimilitarista". En una historia militar marcada por la dictadura franquista, tampoco es fácil hallar a miembros de las Fuerzas Armadas que se hayan politizado leyendo a Karl Marx o Antonio Gramsci. Y aún menos que defiendan que los catalanes pueden y deben decidir su futuro en un referéndum de autodeterminación. Pero Rodríguez no ve nada extraordinario en todo ello.
Ya hay un president investido. ¿Qué le diría a Torra?
Con el president Torra se abre una nueva etapa en la que, ya sin 155, tocará hacer política. Pero hay que hacerla por los dos lados. Hay que abrir el diálogo. Estos conflictos solo se resuelven así. No se resuelven por la vía judicial, ni por la vía intimidatoria, ni por la vía de exacerbar la legalidad.
¿Debe levantarse inmediatamente el 155?
Sí. Ese fue el mandato: que habría 155 hasta que hubiera nuevo Govern. Y es evidente: se tiene que levantar. Ahora hay que dialogar, y no jugar con una nueva aplicación del 155, ni de modo intimidatorio ni de modo práctico.
Después de reunirse con Pedro Sánchez, el PSOE ha reiterado su compromiso con el PP para mantener la vigilancia e incluso mantener cierta intervención financiera...
No es un buen mensaje para iniciar el diálogo político. Antes de la aplicación del 155 ya decíamos que había empezado una aplicación del 155. Fue una implementación progresiva. Cuando fue aprobado por el Senado, fue la implementación formal. Y ahora parece que volvemos otra vez a una implementación in pectore.
¿Cómo vivió la violencia policial del 1-O?
Todo el mundo reconoció que fue un error utilizar a la policía. Pero no un error puntual, sino un error político. Todas las manifestaciones que se habían producido en Catalunya fueron un ejemplo de comportamiento pacífico. No hacía falta ese traslado de fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, y aún menos con las órdenes que se dieron. Y los responsables están en el Ministerio del Interior.
No sólo no se han investigado las cargas policiales, sino que incluso hay partidos que lo que proponen es condecorar a esos agentes...
Otro gran error. Cuando se cometen errores, lo mejor para no perjudicar a la institución es corregir esos errores, ya sean de las órdenes de mando o individuales. Esto es aplicable a las Fuerzas Armadas, a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, a la sanidad, a la educación... Una institución se prestigia actuando profesionalmente y corrigiendo los errores cuando se cometen, no defendiéndolos públicamente y de esta forma.
Usted se atreve a hablar de "presos políticos" para referirse a los dirigentes independentistas.
Es que no creo en la dicotomía entre "políticos presos" y "presos políticos". Cuando me dicen que son "políticos presos", respondo que sí, que son políticos en prisión; pero si están en prisión por razones políticas, también puedo llamarlos "presos políticos".
¿Hay urticaria al término, o simplemente no se quiere asumir que haya presos políticos en España?
No se puede concebir que haya presos políticos en una democracia. Lo que pasa es que la gente establece comparaciones con otros presos políticos. Evidentemente hay gente que sufrió más, en circunstancias más duras. Pero si vamos a la etimología de la palabra, a un preso que está en prisión por razones políticas, tengo todo el derecho a llamarle "preso político".
¿El juez Llarena está actuando de forma imparcial?
No soy quien para juzgar la independencia del poder judicial, pero el error evidente es judicializar la política. Se han puesto problemas políticos en manos de jueces. Y entonces la política ya no puede actuar, sino que va a merced de los tiempos que marque el juez. Los tiempos políticos ya dependen de las decisiones que pueda tomar la justicia.
También pasa al revés. Poco después de declarar la causa compleja, y habiendo propuesto a Jordi Turull para la investidura, el juez citó a los investigados para procesarlos...
Evidentemente. La política ya no tiene su poder autónomo para actuar. Está dependiendo de la justicia: es eso la judicialización. El Gobierno español tiene la responsabilidad de resolver un conflicto político, y lo ha trasladado a la justicia. Es una declinación de responsabilidad.
A un preso que está en prisión por razones políticas, tengo todo el derecho a llamarle "preso político".
¿Cómo ve la acusación de terrorismo contra los CDR? La Fiscalía incluso los compara con el yihadismo.
Se ha dado la paradoja de que ha habido más delitos de enaltecimiento del terrorismo desde el cese definitivo de ETA. Evidentemente eso indica un error: no se puede perseguir a toda la sociedad, o recortar las libertades de expresión o manifestación, acusándoles de terrorismo. Por un delito que a la sociedad puede parecerle similar, se nota el contraste entre las declaraciones amenazantes de Jiménez Losantos y el encarcelamiento de cantantes.
¿Y el caso de Altsasu?
Se ha querido magnificar como un ataque a toda la institución de la Guardia Civil. Pero el hecho de compararlo con el terrorismo, cuando aquí hemos llegado a tener 100 asesinados al año, me parece chocante.
Durante el proceso, en particular durante el convulso mes de octubre, se habló de enviar las Fuerzas Armadas, amenazas de muertos en las calles... ¿Le consta algo así?
Nunca me lo he planteado. Porque siempre he creido en la inteligencia política. Porque lo difícil es revertir esa situación. Ya se planteó pasar de alerta 4 a 5 por terrorismo como consecuencia de los atentados, que significaba sacar a las Fuerzas Armadas, y no se hizo. En un conflicto político es impensable que se actúe de esa manera. Quien lo haga... Al igual que las armas las carga el diablo, las palabras también. Se utiliza como lenguaje intimidatorio.
¿Qué le pareció el "a por ellos"?
Una barbaridad. Es dirimir un conflicto político entre buenos y malos, entre ellos y nosotros, es un error. Eso en una sociedad democrática joven, en la que todavía nos falta educación política, es una muestra de incapacidad dialéctica. Y entonces no queda más recurso que el visceral.
¿Pero cómo se llega hasta ese punto?
Es una muestra de inmadurez y una falta de educación. A mí no se me ocurriría nunca. En todo caso, hay que escuchar a "ellos". Ese es el debate. Entiendo que haya distintas opciones, pero quiero debatirlo. Cuando no hay debate, sólo queda el insulto. Y eso no es política.
¿Qué pensó cuando vio a ministros cantando El novio de la muerte durante la Semana Santa?
Cada uno a nivel individual puede hacer lo que quiere, pero como representante de un Estado aconfesional tienes que cuidar más tus actuaciones. Y, sinceramente, no me pareció lo más adecuado.
¿Entiende que las Fuerzas Armadas tengan, según la Constitución, el deber de proteger la integridad territorial?
Ese decisión le corresponde a toda la ciudadanía, al poder civil. La Constitución hay que leerla entera, no artículos descontextualizados. Hasta en un conflicto bélico el recurso militar es el último recurso, cuando ya ha fallado todo, incluso la política.
Lo digo porque usted cuestiona ese artículo de la Constitución.
Digo que si alguien entiende que es objeto de ambigüedad, hay que modificarlo. Y yo no lo pondría tan lejos del artículo 97. Esas ambigüedades habría que resolverlas. No puede haber más que una interpretación: que el poder militar está sometido al poder civil.
Hay delitos, como el abuso sexual, que no tendrían que ser juzgados por la justicia militar.
¿Está reconocido hoy el papel de la mujer en el Ejército español?
Lo está como lo está en la sociedad: hay machismo. Hay machismo en la sociedad civil, hay machismo en las Fuerzas Armadas y hay machismo en Podemos. Si miramos hacia atrás, hemos avanzado mucho, pero queda mucho por hacer. Hay que cambiar la mentalidad. Es un proceso que el movimiento feminista está liderando.
Pero sí que están saliendo muchos casos a la luz...
Pero también ha aumentado la capacidad y valentía de denuncia, aunque todavía es difícil. No es que ahora haya más que antes, sino que ahora se denuncia más, por fortuna. Aunque aún queda mucho.
Quizás no ayuda el hecho de que haya una justicia militar.
La justicia ha evolucionado mucho. Pero tiene que seguir evolucionando. Hay delitos, como el abuso sexual, que no tendrían que ser juzgados por la justicia militar. Y la justicia militar no debería ser ejercida de una manera jerárquica.
¿La gente se sorprende de que un militar tenga ideas políticas?
Ojalá nunca hubiera que hacer esa pregunta, que todo el mundo considerara los miembros de las Fuerzas Armadas como ciudadanos de uniforme que pueden expresar sus ideas políticas, como las expresa un médico o un abogado. Nadie cuando tiene una operación quirúrgica pregunta si el médico que le va a intervenir es de derechas o de izquierdas. Entiendo que en el caso de las Fuerzas pueda chocar. Lo que debería entender la sociedad es que las Fuerzas Armadas salen de esa sociedad y que tienen tantas opciones como cualquier otro ciudadano.
¿Hay muchos militares de izquierdas?
Quiero pensar --y estoy seguro-- que es como el resto de la sociedad. Pero también reconozco que las Fuerzas Armadas son una institución conservadora, y que quizás haya más gente de opciones de derechas.
¿Chocó su salto a la política?
En cierto modo entendí el shock mediático por el hecho de que fuera un alto cargo el que pasara a una opción de izquierdas, aunque había habido miembros de las Fuerzas Armadas del mismo rango que habían pasado a partidos de derechas. Pero nadie se alarmó entonces. Lo que quizás sí me sorprendió fueron la reacciones del Gobierno español y algunas opciones políticas.
En el libro explica que también encontró perplejidad entre los propios votantes de Podemos...
Sí, pero también lo puedo entender. Quizás por ese estereotipo de que las Fuerzas Armadas están asociadas a opciones de derechas. Pero enseguida encontré una gran acogida. Me decían incluso que mi decisión era valiente. Yo no lo creo; la acción valiente es la de mucha gente joven que se juega su puesto en su empresa si manifiesta que es de Podemos. Yo ya estaba en una situación de reserva, con mi pensión.
Si desde Podemos hemos transmitido un mensaje de ambigüedad ante el conflicto catalán, algo habremos hecho mal.
Cuando usted era JEMAD, ¿era de la "casta"?
No puedo negar que yo tenía unas responsabilidades políticas en el Gobierno del PSOE. Yo tenía rango de secretario de Estado y era miembro de una administración. Yo era parte de una forma de hacer gobierno. Yo era el técnico que implementaba medidas políticas.
¿Qué diagnóstico hace del PSOE hoy?
Pues que estoy en Podemos, porque creo que es la mejor opción: más ilusionante, más creativa, más joven... Yo no reniego de lo que haya hecho el PSOE, pero creo que en los procesos políticos hay que ir evolucionando y leyendo la realidad. Y creo que el PSOE tiene capacidad de ver de cerca, pero no de lejos.
¿Podemos es el PSOE de la Transición?
Las situaciones no son comparables, pero sí que la ilusión que trajo en la Transición pasar de un Gobierno de derechas a uno progresista hoy la lidera Podemos. Y Podemos debe ser capaz de implementar esas políticas.
¿Qué es la patria para usted?
Para mí la patria es un concepto que no quiero que me robe una determinada facción. Cuando hablo de la patria, hablo de la gente; y cuando hablo de la gente, hablo de toda la gente. La patria es estar cerca de la justicia social; estar cerca de lo que dice la mayoría de la gente y no unos determinados intereses; estar cerca de una redistribución de la riqueza y un vivir todos juntos, no solo una parte.
¿Ha habido una apropiación del término?
Totalmente. Y todavía hay cierto reparo por parte de la izquierda a utilizarlo. No debería haberlo. El patriotismo no es lo mismo que el patrioterismo, que chilla y proclama y que es más visceral que racional. Nos hace falta recuperar la palabra.
El ministro Morenés decidió cesarle por "falta de idoneidad" después incluso que usted le comunicara su renuncia. ¿Fue una vendetta?
No. Un pataleo, quizás también afectado por el factor sorpresa. A lo mejor, cuando le comuniqué el pase a reserva, pensó que me iba a alguna empresa; y al día siguiente se enteró de que mi decisión era por una opción política. Y respondió pataleando.
El referéndum es un instrumento que puede y debe utilizarse.
Usted dice que los líderes de la Transición hicieron bien alejando a los militares de la esfera política. ¿Hoy se ha democratizado el Ejército?
Lo decía porque era un Ejército que defendía el régimen y las opciones políticas eran prácticamente de extrema derecha. Hoy el Ejército debe ser apartidista, pero debe tener derecho a participar en política. Y ahora son unas fuerzas democráticas, profesionales, con servidores públicos. Están sometidas al poder civil. El Ejército que entró en Irak porque lo decidió el Gobierno es el mismo Ejército que profesionalmente salió de Irak, porque lo decidió otro Gobierno.
¿Aún queda algo del régimen franquista?
Para nada. Que alguien haga mucho ruido no indica que sea representativo de nada. La gente que lo hace siente vergüenza de manifestar esas posiciones.
Usted en el libro sigue defendiendo un referéndum acordado para Catalunya.
Creo que es un instrumento posible, que pide el 80% de la ciudadanía. Y se debe usar democráticamente: estableciendo la pregunta, los tiempos, el debate... Y ahí cada uno definirá su posición y se tomará una decisión. Es algo que tarde o temprano tendrá que pasar. Es ineludible.
¿Pero qué viabilidad política tiene hoy?
Hay gente que dice que es constitucional, otra que dice que es necesaria una reforma constitucional... No sé cuál será la salida política. Pero lo primero es la voluntad política: estar convencidos de que eso puede y debe utilizarse. Si se llega a ese consenso, seguro que se encontrarán las vías.
¿Podemos ha estado siempre a la altura del conflicto catalán?
Desde mi punto de vista personal, sí. Si miro lo que decíamos y lo que decimos, veo coherencia. Siempre apostamos por una vía, una herramienta y un proyecto de país. Otra cosa es que lo hayamos comunicado bien. También tenemos que hacer autocrítica: si hemos transmitido un mensaje de ambigüedad, algo habremos hecho mal.