Quedamos en pleno bullicio del Eixample, en el bar del lado de su trabajo como socióloga, ese que tendrá que volver a dejar si sale escogida diputada en el Congreso de los Diputados. Mireia Vehí (Vilafant, 1985) capitanea la candidatura de la CUP a las elecciones españolas. El reto es mayúsculo. Es la primera vez en la historia que los anticapitalistas, que siempre habían defendido que las instituciones estatales quedaban fuera de su ámbito territorial, presentan una lista para ocupar los escaños de las Cortes. Así lo aprobó su militancia en una votación ajustadísima y ahora, los portavoces del partido argumentan que la decisión responde a "la excepcionalidad" del momento. ¿Qué van a hacer en Madrid? Vehí, que el día de la DUI en el Parlament alzaba el puño flanqueando a Puigdemont, explica en esta conversación con ElNacional.cat que su misión es llevar el conflicto a la capital del Estado y tumbar el régimen del 78. En una mano, la bandera del 1-O, en la otra, la del 15-M.

¿A Madrid a hacer qué?
A Madrid a llevar el conflicto y a hacer una enmienda a la totalidad al régimen (del 78). Nosotros nos sentimos herederos de dos cosas importantes que han pasado en el último ciclo político en clave de enmienda al régimen. Una es el movimiento independentista por la autodeterminación y la otra es el 15-M. Este espíritu de enmienda a la totalidad al bipartidismo, al aparato del Estado, a la monarquía, al Íbex 35, para nosotros es clave para explicar el proyecto político de la CUP. Nuestro programa político, socialista, feminista, antiraciscta, ecologista, es per se una enmienda a la totalidad al Estado, a la UE y a la situación de excepcionalidad que en muchos sentidos se vive ahora.

Pero eso no es nuevo, quiero decir que ya hay partidos que han llevado el conflicto catalán al Congreso, ERC y Junts per Catalunya, y que han planteado una enmienda al régimen del 78, en el caso Podemos y los Comunes...
Lo que no se le escapa a nadie es que desde el 28-A hasta ahora las negociaciones de investidura por parte de ERC han sido en clave de dar votos en blanco con la idea de parar a la extrema derecha pero sin ningún tipo de condición política desde una perspectiva de izquierdas en encima la mesa. Y Podemos ha hecho una cosa parecida, ha intentado construir un espacio casi neutral que es muy difícil porque el Estado sólo te deja estar con él o contra él. Y con respecto a Junts per Catalunya, sí que es cierto que han tenido una actitud mucho más beligerante en el Congreso, pero después lo que vemos en el Govern de la Generalitat es otra cosa y es otra cosa que también afecta a ERC, vemos un gobierno que en vez de trabajar por la soberanía en todos los sentidos está sacando adelante una ley aragonés que se está vendiendo una parte de nuestro país a trozos. Por lo tanto nosotros sí que pensamos que hay un espacio huérfano de impeachment al régimen.

La CUP no se presenta al Congreso para hacer de buenos diputados

¿Y qué os hace pensar que eso no os acabará pasando a vosotros? ¿Qué haréis distinto para no acabar siendo absorbidos, como dices, por este sistema que "sólo te deja estar con él o contra él"?
Si una cosa tiene clara la izquierda independentista es que nosotros no somos mejores que nadie. Ha habido mucha gente anteriormente en Catalunya, en el Estado y en los Países Catalanes que ha intentado hacer política de enmienda al régimen y que se ha acabado incrustando en el régimen. Como nosotros no somos mejor que nadie, tenemos una serie de mecanismos -el asamblearismo, la toma de decisiones colectivas, el control desde la militancia hacia los cargos electos- que de alguna manera van a desactivar eso. Entonces, cuando tú eres cargo electo de la CUP, nosotros siempre decimos que tú vas muy tranquila por el mundo, porque lo que tú haces en tu espacio institucional es lo que ha votado antes a tu gente. Y si tú vas en contra de lo que ha votado a tu gente, tú no puede ser cargo electo de la CUP. Por lo tanto, nosotras estamos muy orgullosas de nuestra manera de funcionar y de hacer que a menudo se ridiculiza, recuerdo aquella ridiculización colectiva de la toma de decisiones asamblearias que fue aquello del "Mas o marzo" y que precisamente para nosotros es la garantía de que nuestros cargos electos vayan allí a hacer lo que la militancia dice. El día que la CUP deje de funcionar de esta manera sí que nos tendremos que preocupar.

Ahora os lanzáis a la piscina del 10-N sabiendo que hay agua, después de la experiencia del Front Republicà, que se quedó a muy poco de entrar en el Congreso. ¿Ha ayudado?
Es importante poner sobre la mesa que la CUP no hace política por cálculos electorales. Por lo tanto, si nuestra militancia decide en un consejo político que nos presentemos a las españolas es porque hace una lectura estratégica del momento, de lo que ha pasado durante esta investidura y porque cree que la izquierda independentista tiene algo que aportar, no tanto por los votos arriba o abajo.

Dices que vais a llevar el conflicto al Congreso. ¿Conflicto es no investir a Pedro Sánchez?
Es archiconocido, somos una organización en clave Países Catalanes, socialista, feminista, ecologista y antirracista desacomplejada, pensamos que el discurso de izquierda desacomplejado es necesario y que además resuena a muchísima gente. Y construimos un marco político que entendemos que responde a las necesidades del momento con una lógica estratégica que dice amnistía, autodeterminación y conquista de derechos. ¿Qué significa eso, en términos concretos? Para nosotros amnistía significa una respuesta colectiva, colegiada, que afecte a todas las personas encausadas sea cuál sea su situación concreta. Y quiere decir también que como la amnistía etimológicamente significa olvido, si no hay delito, el derecho a la autodeterminación es legítimo. Y eso para nosotros es fundamental. Hablar de amnistía sin hablar de derecho a la autodeterminación nosotros pensamos que no tiene sentido. El caso de la autodeterminación, es desobediencia civil organizada, colectiva y masiva, que es lo que pasó el 1-O. Y quiere decir autodeterminación en muchos sentidos, en clave nacional pero también en clave de vivienda. Muchísima de la militancia de la izquierda independentista participa también de la PAH o de los sindicatos de vivienda, que practican sistemáticamente la desobediencia. Y eso conecta también con la idea de conquista de derechos. Nosotros estamos en las instituciones entendiendo que son un terreno de juego donde las clases populares pierden. Por lo tanto necesitan poder hacer contrapoder de calle y necesitamos institucionalidad propia. Por ejemplo, si tú como ayuntamiento no tienes capacidad de garantizar vivienda digna, es el movimiento popular a quien ocupa. Y es la institución quien garantiza que esta casa se pueda ocupar.

La mejor noticia para nosotros sería que la CUP contribuyera a que hubiera un movimiento popular, desobediente, colectivo y alegre de los pueblos del Estado que se levantara contra el régimen

Pongámonos en el caso que esta vez sí que hay investidura y que la CUP entra en el Congreso, eso implica que tendréis que empezar a rodar. ¿Cuál es el plan? ¿Ir a todos los plenos ordinarios y participar de la actividad parlamentaria como un partido más?
Nuestro planteamiento lo decidirá nuestra gente, estamos en construcción....

¿Eso significa que si entráis en el Congreso lo primero será convocar una asamblea?
Claro, para decidir cuánta representación tenemos y de qué manera tenemos que intervenir. Ahora, ya te avanzo que la CUP no se presenta al Congreso para hacer de buenos diputados y buenas diputadas y hacer un trabajo parlamentario excelentísimo. La CUP se presenta para llevar el conflicto y hacer una enmienda a la totalidad del régimen. Y en base a eso nuestra gente decidirá qué actividad parlamentaria. No tendría mucho sentido que nosotros fuéramos al Congreso a garantizar la gobernabilidad si no podemos hablar de amnistía, de autodeterminación y de conquista de derechos.

Pero y si se trata de la gobernabilidad de un gobierno que trabaja por la conquista de derechos, que plantea por ejemplo derogar la reforma laboral o subir las pensiones, ¿qué hará la CUP?
Bueno, eso se valorará. Es decir, lo que nosotros también ponemos en entredicho es que el PSOE haga una política efectiva de izquierdas, porque lo que hemos visto hasta ahora sólo son promesas y de todas las promesas que ha habido sobre la mesa no ha habido ninguna que haya cristalizado en una propuesta concreta. Por lo tanto, sería casi una alegría política que la CUP se viera con la contradicción de decidir si va a votar la derogación de la reforma laboral o la nacionalización de los sectores estratégicos del Estado español.

¿Y tendréis iniciativa parlamentaria? En la revisión de vuestra hoja de ruta aprobasteis pasar de la actitud de bloqueo a una vía propositiva. ¿Eso también vale para el Congreso?
La actividad política propositiva es en los marcos en los que la izquierda independentista cree que tiene que hacer política y eso pasa a los ayuntamientos, el Parlament y, si hay representación en el Congreso, pasará por el Congreso.

Para la mayoría de retos que planteáis, por ejemplo para la amnistía, es indispensable contar con la complicidad de otras fuerzas fuera de Catalunya, la de los grandes partidos españoles...
Nos planteamos que la visibilidad política y la posibilidad de altavoz que da el Congreso nos permitirá generar alianzas con las izquierdas y los pueblos del Estado. No somos independentistas porque seamos insolidarios ni porque nos creemos mejor que nadie en el Estado español, lo somos porque entendemos que la independencia es para cambiarlo todo, es un ejercicio de soberanía popular que hace que podamos decidir la bandera pero también si pagamos la deuda. De hecho, la mejor noticia para nosotros sería que la CUP contribuyera a que hubiera un movimiento popular, desobediente, colectivo y alegre por todos los pueblos del Estado que se levantara contra el régimen. Sólo por eso ya habría valido la pena que la CUP fuera al Congreso. Nosotros participamos de las instituciones entendiendo que la institución es un campo de juego que sólo tiene sentido si hay poder y contrapoder. Lo que nosotros no haremos es volcar todas las energías en el Congreso. Seguiremos teniendo un pie en el parlamento y el otro en la calle.

La posibilidad de altavoz que da el Congreso nos permitirá generar alianzas con las izquierdas y los pueblos del Estado

En la última asamblea acordasteis apostar por una vía más pragmática y realista, ¿cómo casa eso con defender una amnistía que depende, por lo menos, del apoyo de los socialistas?
Lo que nosotros decíamos en la asamblea de Celrà es que ahora mismo no se dan las condiciones materiales que faciliten otro embate al Estado. Lo que tenemos que hacer nosotros es construir estas condiciones materiales. ¿Cómo es construye eso? Pues pasa para construir poder popular y también por retener la capacidad de construir propuestas políticas que abran vía y que tengan la capacidad transformadora que requiere el momento. Y el momento en clave de excepcionalidad democrática y represiva es altísimo y por lo tanto nosotros pensamos que la propuesta de la amnistía resuelve no sólo una solución colectiva que afecta a todas las presas y exiliadas sino que también en su corazón tiene la propuesta política del derecho a la autodeterminación. Es cierto, y a nadie se le escapa, que no hay una aritmética parlamentaria en el Congreso que permita acoger eso y trabajarlo. Por lo tanto, de facto, quien está bloqueando es el Estado. Si en el otro lado te encuentras una pared, el problema es del otro lado, no de que tú estés poniendo todas las soluciones políticas.

En este punto, en la defensa de la amnistía, hay coincidencia con ERC y JxCat. Hace unos días, los republicanos planteaban la posibilidad de que los partidos independentistas compartan puntos del programa e incluso actos electorales. ¿Cómo lo ve la CUP?
Aquí hay un tema, como siempre, que es la batalla por el relato. Cuando nosotros hablamos de amnistía decimos que debe ir ligado a la autodeterminación como cosa innegable. Estamos yendo un paso más allá de dar una respuesta anti-represiva. Pensamos que es un punto de calidad que sólo está llevando la izquierda independentista. Es decir, estamos resolviendo un conflicto político. En este sentido, ¿puntos programáticos comunes? La política se hace a partir de los consensos. Nosotros con ERC y JxCat, con quién tenemos diferencias evidentes en el Parlament y a la Generalitat y con a quién estamos haciendo una oposición frontal, lo que no entendería nuestra gente es que nosotros generaramos un programa común. Ahora bien, nosotros hacemos política para ganar, por lo tanto si nos encontramos en la amnistía y en el derecho a la autodeterminación entendida como el reconocimiento explícito de la desobediencia civil masiva como forma de conquista de derechos, nos encontraremos, y tanto.

¿Y hay conversaciones en este sentido?
No.

Ésta es una batalla para decirle a la monarquía, al Íbex 35 y al aparato del Estado aquí quien decidirá es la gente: la deuda, la bandera, los derechos laborales o lo que quiera. Es una batalla contra el poder establecido

¿Hay que aprovechar para plantear este 10-N como un nuevo plebiscito, para comprobar si el independentismo supera el 50% de los votos?
Está claro que todas las urnas miden la capacidad y la fuerza del independentismo en toda su pluralidad. Ahora bien, cuando nosotros hablamos de desobediencia como forma de ejercicio de derechos no lo decimos como título. Decimos que está claro que en frente tenemos un estado que está dispuesto a todo para no dejar ejercer el derecho de autodeterminación. Por lo tanto, es tan importante la representatividad institucional como la capacidad colectiva que tengamos de respuesta popular y autoorganizada en la calle. Vienen las sentencias y eso sí que mide en Catalunya y por todo el Estado qué piensa la gente de la sentencia de este Tribunal Supremo y cómo responde. Nosotros pensamos que es importante qué pasa en las urnas para medir el apoyo institucional del independentismo pero que es fundamental ver qué pasa en las calles de forma organizada, coral, alegre y desobediente para responder a la violencia y la represión del Estado.

Y si a las calles vuelve la movilización del 1-O y el 3-O, ¿qué pasa después? ¿qué ha cambiado respecto a octubre de 2017?
Nosotros en clave autodeterminación creemos que ahora no se dan las condiciones. Pero lo que sí que está pasando y no es menor y eso explica que la CUP decida participar de las elecciones españolas es que está habiendo un intento de cierre del régimen, de segunda transición. Cuando decimos segunda transición queremos decir que lo que abrió el 15-M y el independentismo en la calle es una enmienda a la totalidad al régimen; el PSOE lo que hace es emerger, con los poderes del estado detrás, como el artífice de esta segunda transición entendida como paz social. Si el régimen responde cerrando, con leyes mordaza, con encarcelamientos y persecución de la disidencia política, eso marcará los próximos veinte años de la capacidad que haya en el Estado español para cambiar las cosas. Una respuesta masiva y organizada es decir al PSOE y al Estado: no harás una segunda transición.

Esta sentencia marcará la gestión de la disidencia a partir de ahora.

¿Los siete CDR encarcelados son presos políticos?
Sí.

¿Por qué?
Porque toda persona encarcelada por sus ideas es un preso político.

A raíz de estas detenciones hay determinados actores que interesadamente equiparan independentismo con terrorismo. Denuncian que Ustedes no condenan la violencia...
¿Qué violencia? Primero quiero dejar claro que nosotros siempre hemos defendido la desobediencia civil, que es siempre pacífica, como el camino para llegar a la independencia. A partir de ahí, lo que es preocupante es la construcción del derecho penal preventivo. Que pueden ir a buscar a su casa a alguien acusándolo de terrorismo sin que haya pasado nada. Y eso es muy grave y muy peligroso. Es que no ha habido violencia y no queremos entrar en el juego del Estado español de condenar una violencia en abstracto.

¿Qué significa desobediencia institucional?
Lo primero que queremos decir es, la retina en el 1-O. Cuando hay un camino conjunto entre la gente organizada y la institución, la desobediencia toma sentido porque significa que se va a la una. Y el referéndum fue eso. Pero cuando hablamos de desobediencia institucional hablamos de muchas otras cosas. Si nos fijamos en los ayuntamientos, cuando Endesa envía una carta a los alcaldes y alcaldesas diciendo que los ayuntamientos tendrán que pagar las facturas que los familias no puedan pagar, lo que esperamos es que digan a Endesa que no. Cuando hablamos de menores sin referentes familiares, lo que esperamos de las instituciones es que garanticen los derechos más allá de lo que diga la ley de extranjería. Cuando hablamos de tope de déficit, esperamos que los ayuntamientos no paguen la deuda a la Troika y sigan invirtiendo en gasto social. La desobediencia no es nunca simbólica, porque es un ejercicio ético fundamental y en clave institucional también debe ser así.

El Estado sólo te deja estar con él o contra él

¿De quién se siente hoy más cerca la CUP, de JxCat, de ERC o de los Comunes?
La CUP siempre trata de tejer alianzas con la izquierda, aunque esta izquierda no sea como nosotros querríamos. Nosotros aprobamos unos presupuestos del govern Puigdemont porque había un referéndum encima de la mesa y esta ha sido la única concesión que ha hecho a la CUP a la derecha catalana.

En el debate de política general las votaciones evidenciaron una clara sintonía con los Comunes...
Es evidente que compartimos una serie de principios fundamentales. Mal iríamos si no votáramos cosas conjuntamente. La gente de los Comunes y la izquierda independentista se encuentra en la calle parando los desahucios. Para nosotros tener una alianza sostenida con los Comunes es no una buena noticia, es de cajón. Ahora bien, los Comunes están intentando construir un espacio político de cara a la campaña que sólo mira al PSOE y que por lo tanto sólo mira en clave de gobernabilidad y nosotros no compartimos esta obsesión por una gobernabilidad con el PSOE, estamos a las antípodas de eso.

¿Qué futuro le veis al gobierno Torra-Aragonès?
El gobierno Torra-Aragonès está haciendo una política material y objetiva que sistemáticamente va en contra de las clases populares y por lo tanto nosotros estamos de frente. Con lo único que nos hemos encontrado últimamente con el gobierno Torra-Aragonès es con la unidad antirrepressiva.

¿Y los presupuestos, hay opciones de que podáis aprobárselos?
Que los pongan sobre la mesa. La CUP tomará decisiones en base no a si son los octavos presupuestos más sociales de la historia, que eso lo hemos escuchado unas cuantas veces, sino si concretamente van a mejorar las clases populares. Y de momento lo que nosotros hemos visto no va por aquí.

No somos mejores que nadie. Ha habido mucha gente anteriormente que ha intentado hacer política de enmienda al régimen y que se ha acabado incrustando en él

¿Qué le dirías a un independentista harto, cansado, frustrado y desencantado?
Que la batalla por la independencia en Catalunya hace muchos años que dura, que eso no va de los últimos cinco años, que ha habido mucha gente antes que nosotros que ha dado todo lo que tenía, que rendirse no es una opción, pero no como imperativo categórico, sino como sentirse parte y orgullo de un hilo rojo de la historia. Y también le diría que se sienta heredero y heredera de toda la gente del mundo que ha luchado y ha dado su cuerpo, su vida, sus manos y todo lo que tenía para hacer cambios que en su momento parecían imposibles y que hoy día son reales. Por lo tanto, alegría y ante todo todo tener tranquilidad y convicción cada noche antes de ir a dormir y cada mañana cuando te levantas que estás haciendo una cosa increíble, que tiene consecuencias positivas para muchísima gente.

¿Y a un no independentista?
Que ésta no es una batalla por una bandera, es una batalla por la capacidad de plantar cara al régimen, para garantizar que en los Países Catalanes y en el Estado español la disidencia puede hacer política de forma tranquila, por los derechos. Al final ésta es una batalla para decirle a la monarquía, al Íbex 35 y al aparato del Estado que aquí quien decidirá es la gente: la deuda, la bandera, los derechos laborales o lo que quiera. Es una batalla contra el poder establecido. El procés independentista en Catalunya es un vector democratizador del Estado y de Europa.