"He visto genitales con impactos de proyectiles que ponen los pelos de punta y que posiblemente tendrán que ser extirpados, bocas con dientes destrozados, ojos hundidos, ojales, crisis epilépticas, los efectos del gas lacrimógeno, contusiones...". La colección de imágenes acumuladas en sólo cinco días que relata el fundador y presidente de Sanitaris per la República es dantesca. Desde que se conoció la sentencia, Màrius Pallarès y su ejército de auxiliadores han atendido casi a 800 personas en los sucesivos incidentes vividos en las calles de Barcelona y otras ciudades catalanas. 

Màrius es enfermero en el Instituto Guttmann. Hace el turno de noche, entre las nueve de la noche y las ocho de la mañana. Hasta este fin de semana ha combinado el trabajo con el voluntariado en la asociación sin ánimo de lucro que él mismo ideó hace poco más de dos años para socorrer a personas heridas en manifestaciones. Ahora se ha pedido una excedencia. "Hemos alcanzado una dimensión brutal", explica. En menos de una semana 200 profesionales se han incorporado a Sanitaris per la República. Y hay 200 más pendientes de ser validados. En total, cuentan ya con una lista de 700 voluntarios, de los que 450 están estos días plenamente activos. La campaña de crowfunding que iniciaron hace unos días ha multiplicado por treinta el objetivo inicial de recaudación.

Genitales y bocas destrozadas, ojos hundidos, crisis epilépticas, ojales, contusiones... Han sido días muy duros

Gestionar una plantilla y un presupuesto de estas dimensiones requiere de una profesionalización. "Para no colapsar debemos empezar a funcionar como una especie de empresa, con departamento de contabilidad, de compras, de logística, equipos de formación y recursos humanos". Este sábado, antes de la gran manifestación prevista en la calle Marina de Barcelona, reunirán el equipo de coordinadores, los Ecoalfa, para reestructurarse. 

Hospitales de campaña in situ, en medio del sálvese quien pueda

Los sanitarios se citan en la zona de la manifestación entre media hora y tres cuartos antes de la convocatoria oficial. Allí mismo preparan el kit básico que cada uno de ellos lleva encima –guantes, gasas, suero, esparadrapo, gel, steri strip o puntos de aproximación y un intercomunicador– y se visten con el uniforme reglamentario: un peto y un casco amarillos con la cruz de sanitarios y gafas de protección. Cada brigada lleva además un banderín identificativo.

La asociación se ha curtido a la fuerza, acumulando experiencia a base de golpes. "Hemos acabado montando auténticas enfermerías de campaña en medio del fuego cruzado", afirma Màrius. Desde los puntos estratégicos, que los días más conflictivos han llegado a situar dentro de cafeterías u hoteles, se van moviendo en grupos más reducidos para buscar heridos y evacuarlos de la zona de peligro. Entre trincheras. 

El viernes nos afectó mucho, había un ambiente prebélico, hay sanitarios muy tocados, que no pueden dormir y tienen ataques de pánico

El viernes pasado, aquellas ocho horas de batalla campal en la plaza Urquinaona y alrededores, fue el día más duro con diferencia. Desde entonces, "algunos de los sanitarios han quedado muy tocados, unos con crisis de pánico, otros no pueden ni dormir". Según narra Màrius en primera persona, recibieron físicamente, algún porrazo, alguna pelota de goma rebotada o las consecuencias del gas lacrimógeno, pero las heridas mayores van por dentro". 

Y es que el problema no es tener que curar heridas feas, todos están acostumbrados porque se dedican profesionalmente a ello. La complejidad viene porque están "acostumbrados a trabajar en ambientes muy controlados, no en un ambiente prebélico como estos días". Evocando la tensión del viernes, le van brotando los recuerdos. "Estábamos muy expuestos, era un sálvese quien pueda".

Así, por ejemplo, rememora el momento cuando "uno de los grupos de sanitarios se atrincheró en una cafetería para atender al chaval al que le habían hundido el ojo izquierdo, en la Via Laietana". Mientras unos lo curaban, otros apretaban la persiana "para que los nacionales no entraran". "La ambulancia no llegaba y finalmente la salimos a buscar", explica. Pero eso fue sólo la punta del el iceberg. Recuerda las horas de cargas, de carruseles de la Policía Nacional persiguiendo a manifestantes. "Cuando paraban, aprovechaba para ir a recoger heridos y protegerlos poniéndome de espaldas delante de ellos para parar el golpe con la mochila y el casco".

En un momento dado, uno de los agentes se le acercó: "¡Sanitario! Venga a ayudar, llega un compañero que está muy mal". Se trataba de un antidisturbios, "estaba convulsionando". Poco después, otro agente: "¡Sanitario! Acompáñenos, tenemos dentro a un chico con la cabeza abierta". Sin pensárselo, él y una compañera entraron en la Prefactura de policía de Via Laietana para atender al chico en cuestión, que estaba detenido.

El cuerpo de Mossos nos respeta, llevamos meses hablando con el equipo de mediación. El CNP es otra cosa

Habiendo presenciado los enfrentamientos en directo, Màrius tiene dos cosas claras. La primera que "los chavales empiezan a ser agresivos cuando ha habido una intervención policial previa". La segunda, que hay una "diferencia importante" entre la manera de actuar de Mossos y el CNP. "El cuerpo de Mossos nos respeta, llevamos meses hablando con su equipo de mediación, la Policía Nacional es otra cosa, los vi muy agresivos", añade.

La idea germina entre el 1-O y la detención de Puigdemont

"Todo empezó el 1-O", confiesa Màrius. Él presidía una mesa en un colegio de Rubí y durante toda la jornada fue viendo las cargas alrededor de Catalunya sin poder hacer nada. Le inundó "la frustración". Desde entonces decidió que a cada nueva manifestación saldría armado con un botiquín de primeros auxilios. Meses después, durante las movilizaciones a raíz de la detención de Puigdemont en Alemania, protagonizó la primera atención, a un hombre que le habían abierto la cabeza de un porrazo. Espontáneamente unos cuantos profesionales del ramo le ayudaron. Y allí se acabó de encender la bombilla.

No atendemos sólo a independentistas, cualquier sanitario que no atienda a cualquier persona será expulsado

A partir de aquel momento empieza a tramar la red de sanitarios. Antes de estas dos últimas semanas habían actuado en otras concentraciones de alta tensión; el famoso holifest contra los Mossos durante la contramanifestación de homenaje a la Guardia Civil de Jusapol, en septiembre de 2018; el segundo aniversario del 1-O, con el intento de asalto al Parlament; o el acto de VOX en la plaza Espanya. 

"En Sanitaris no atendemos sólo a independentistas", asegura su fundador, "cualquier sanitario por la República que no atienda a cualquier persona es expulsado". De hecho, en el listado de atendidos por la asociación hay "policías, mossos y militantes de VOX".

Ante todo somos sanitarios. Hemos atendido a policías y a militantes de VOX

Màrius concluye satisfecho: "me siento orgulloso de los sanitarios, son héroes y heroínas, es muy duro, pero seguimos al pie del cañón".