Esquerra Republicana, Junts per Catalunya, la CUP y el PDeCAT han pedido la comparecencia del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska para que comparezca con motivo del nuevo caso de un policía infiltrado en movimientos sociales e independentistas en Barcelona durante tres años. EH Bildu y el Bloque Nacionalista Gallego (BNG) se han sumado a la petición después de que La Directa haya publicado este lunes todos los detalles de una nueva infiltración en el movimiento independentista de un policía, meses más tarde que saliera a la luz el primer caso. En aquella ocasión, el independentismo también pidió la comparecencia del ministro del Interior, que se limitó a menospreciar la indignación por esta infiltración, asegurando que todo solo eran especulaciones.
Desde EH Bildu, el diputado Jon Iñarritu ha denunciado esta nueva infiltración: "Nuevo caso de policía política y de infiltración en el activismo de Catalunya. Si tan correctos le parecen al Gobierno estas prácticas, cuál es el motivo por el cual se niega a que estos agentes comparezcan ante las Cortes y relaten en que ha consistido su labor?". Carme Forcadell también ha dicho la suya a través de las redes: "Se entiende perfectamente que el Gobierno no quiera abrir ninguna investigación sobre el espionaje a los independentistas, encontrarían más casos como este", ha escrito quien fue la presidenta del Parlamento, en la misma línea que Jaume Asens, presidente del grupo parlamentario de Unidas Podemos: "Los movimientos sociales son motor de cambio democrático. Hay que escucharlos, no espiarlos. Interior tiene que dar explicaciones y abrir una investigación. Registraremos una petición por saber la cual ha pasado".
Como ha estado esta infiltración
En el caso que se ha descubierto hoy se trata de un agente que se hacía decir Daniel Hernández Pons —los mismos apellidos que el otro infiltrado, que también decía que era originario de Mallorca, pero en realidad era natural de Menorca- y que empezó a trazar su infiltración en el distrito de Sant Andreu el año 2020. Tenía 31 años y se mimetizó totalmente en su nuevo ambiente, con tatuajes de símbolos anarquistas, el pelo pintado, pendientes... La primera vez que se le vio fue en el gimnasio de un centro social okupado y desde allí fue construyendo su personaje para ganarse la confianza de los otros activistas, utilizando también las relaciones sexuales y afectivas, según detalla La Directa. Concretamente, mantuvo relaciones con varias chicas, algunas se alargaron durante más de un año, que no sabían nada de su identidad real.
A partir de aquí, empezó a hacer vida social, convirtiéndose en uno más del ecosistema de estos grupúsculos de la izquierda alternativa de la ciudad de Barcelona. Incluso, llegó a controlar las llaves de algunos locales y centros sociales ocupados y, según la investigación, fue gracias a mantener relaciones sexuales con personas del entorno libertario. Cuando se descubrió el primer agente infiltrado, sus jefes lo desactivaron y dejó de estar en Barcelona, asegurando que había ido a trabajar en el sur de España para después marcharse al extranjero. En un primer momento, su nuevo entorno sospechó de él, pero estas dudas se desvanecieron ante su gran implicación.