El color verde esperanza que lucía a la llegada a la sede de la calle Calàbria la pareja de Pere Aragonès ejemplarizaba a la perfección el sentimiento de los republicanos esta noche electoral. Y los deseos se han cumplido, a medias. ERC ha conseguido superar Junts per Catalunya, lo que significa hacerse con el control de la nave independentista. Los casi 600.000 votos y 33 escaños obtenidos —uno más que JxCat— representan un aval al giro estratégico de los de Junqueras, por la vía "realista". El único punto negro ha sido haberse quedado a un palmo de la victoria y haber perdido 341.287 votos con respecto a 2017 —que se explica por la caída de la participación—. Ahora bien, aunque el PSC ha quedado primero, Pere Aragonès lo tiene, a priori, más de cara para la investidura y se presentará. Junqueras ha dado por hecho que lo conseguirá: "Por primera vez después de 80 años, ERC tendrá la presidencia". A pesar de que matemáticamente sume, no lo tendrán nada fácil para resolver la operación.
Los nervios de primera hora de la noche han ido virando a optimismo y han acabado transformados en una euforia sólo aguada por las restricciones de la pandemia. ERC se anota tres triunfos en estas elecciones: una mayoría incontestable de diputados a favor de la amnistía y el referéndum pactado —ERC, Junts, CUP y comunes—, el independentismo supera el 50% de los votos y su propuesta para transitar hacia la República por el carril de la izquierda de la vía del diálogo, se impone a la de la confrontación inteligente de Puigdemont. A lo largo de toda la campaña, ERC ha insistido en la necesidad de que además de independentista, el próximo president de la Generalitat fuera progresista, para "hacer bascular el procés a la izquierda".
Los republicanos han sacado ya la calculadora. Con 33 escaños —los mismos que el PSC— mantienen la difícil apuesta de construir una coalición de gobierno amplio que integre a Junts (32), la CUP (9) y los comunes (8). Si fuera así, el Govern podría volver a contar con mayoría absoluta en el Parlament —82 escaños—, cosa que no pasa desde hace más de una década, desde el tripartito de José Montilla. Aragonès les ha emplazado a "dar un paso adelante" para establecer las bases de un "acuerdo programático". "No nos conformemos en implicar sólo a 68 diputados", los independentistas, ha advertido. Lo cierto, sin embargo, es que esta fórmula se avista inviable por los vetos cruzados entre Junts y comunes.
Por lo tanto, la opción más factible pasa por repetir la alianza con Junts, ahora, sin embargo, llevando la voz cantante en el Govern. Las dos fuerzas suman 65 diputados, a tres de la mayoría absoluta. Eso quiere decir que les hará falta la participación de otro grupo parlamentario. Contando a la CUP, tendrían de sobra. El independentismo tiene 74 escaños. En cualquier caso, la negociación con el tándemo Puigdemont-Borràs nos será un camino de rosas, menos después de las turbulencias del pasado y de los reproches de la campaña.
Aval a la mesa de diálogo
Justamente en plena campaña, ERC arrancó el compromiso de Pedro Sánchez de volver a reunir la mesa de diálogo. Durante su comparecencia una vez consolidados los resultados, Aragonès se ha dirigido al presidente español. "Es la hora de resolver el conflicto". Pero también a la comunidad internacional, volviendo a entonar el Sit and Talk.
El candidato de ERC ha puesto encima de la mesa que el independentismo supera el 50% de los votos para interpelar a Europa con un mensaje en inglés: "Tenemos la mayoría, ha llegado el momento de negociar un referéndum. Por favor, implicaos".
Un tripartito también sumaría
La aritmética abre otra posibilidad: un tripartito, que a pesar de ser matemáticamente viable, ERC ha descartado a lo largo de toda la campaña. Los republicanos, los socialistas y los comunes acumulan una mayoría holgada de 74 escaños, exactamente los mismos que las fuerzas independentistas.
Victoria en Tarragona
ERC ha ganado en Tarragona y ha quedado en segunda posición en Barcelona, Lleida y Girona. El partido ha quedado a 45.000 votos del PSC y le saca 34.000 a Junts.
La nota a pie de página que más de un dirigente del partido hacía entre bambalinas tiene nombre y apellido: Artur Mas. Los republicanos saben que, aunque no ha acabado consiguiendo entrar en el Parlament, el pellizco que ha dado el PDeCAT a Junts per Catalunya les ha acabado de dar el empujón necesario para poder dar el vuelco.