Los incumplimientos del PSOE con Junts per Catalunya y la decepción de los independentistas con la reunión celebrada este viernes en Suiza dejan en el aire la legislatura española. Sorprende, a pesar de todo, las perspectivas de futuro que Pedro Sánchez tiene sobre él mismo. Hay un enorme contraste entre los discursos provenientes de Bruselas y los que circulan por los madrileños pasillos del Congreso de los Diputados y las grandes salas diáfanas de la Moncloa. Mientras Carles Puigdemont le ha planteado un ultimátum exigiéndole someterse a una cuestión de confianza, el presidente del Gobierno niega que el president de la Generalitat en el exilio le haya planteado un desafío de tal calibre. Hace público que agotará el mandato y prolongará su estancia en la Moncloa hasta 2027. Para hacerlo, pretende reconducir la legislatura aprobando unos presupuestos generales del Estado que prevé presentar a principios de 2025. Pero las cuentas ni siquiera se han empezado a negociar entre socialistas y juntaires: son demasiadas las carpetas que no se han cerrado entre ambas formaciones como para abrir una nueva. Por si acaso, Míriam Nogueras ya ha avisado a Pedro Sánchez: "Mueva el culo; sabe que no vamos de farol".
Las advertencias de Junts per Catalunya son claras: el PSOE acumula demasiados incumplimientos de los acuerdos de investidura firmados hace un año, es inviable negociar unas nuevas cuentas hasta que no se corrija el déficit de ejecución presupuestaria de años anteriores, y el aumento de los recelos entre las dos formaciones vierte a los independentistas a exigirle al presidente del Gobierno someterse a una cuestión de confianza. A pesar de la cantidad de avisos, Pedro Sánchez acusa a Carles Puigdemont de no hacer una buena lectura de la realidad política catalana y le critica la estrategia de la "confrontación". Fuentes de la sala de máquinas de la Moncloa sintetizan el elemento que les reconforta y que les hace sentir fuera de peligro: ven muy difícil que Junts per Catalunya rompa definitivamente con ellos porque consideran que el votante de la principal formación independentista prefiere al PSOE antes que PP y Vox. Preguntadas por un gesto de Junts esta semana —una alianza con el PP para eliminar el impuesto sobre la producción eléctrica— las mismas fuentes señalan que es incomparable llegar a acuerdos puntuales en algunas medidas económicas que entregar el poder a la derecha y la extrema derecha.
El ultimátum de Puigdemont a Sánchez con la Mesa del Congreso en medio
La semana arrancaba con una advertencia de Carles Puigdemont a Pedro Sánchez desde Bruselas: hace falta que se someta a una cuestión de confianza ante la deficiente ejecución presupuestaria en Catalunya, la negativa de los gobiernos español y catalán de presentar las balanzas fiscales, el hecho de que la lengua catalana todavía no es oficial en Europa, que la amnistía no es todavía real porque hay jueces que se niegan a aplicarla, y que el pacto firmado con ERC sobre una financiación singular para Catalunya se ha convertido en un nuevo 'café para todos'. Simultáneamente, Junts per Catalunya registraba en el Congreso de los Diputados una proposición no de ley que, en caso de prosperar, instaría a Sánchez a presentarse a este debate. La respuesta de la Moncloa llegaba pocos minutos después: el jefe del ejecutivo español "no tiene ninguna intención ni ve necesario" tener que someterse a esta prueba de fuego.
Un día más tarde, la crisis se agravaba un poco más cuando Junts se aliaba con el PP para eliminar el impuesto sobre la producción eléctrica. Después, el PSOE difundía a la prensa que los letrados de la cámara baja acabarán tumbando la PNL de Junts por tratarse de una "cuestión de confianza encubierta"; una prerrogativa que, tal como indica la Constitución, impulsarla solo está en manos del presidente del Gobierno. Si la Mesa del Congreso acaba vetando la iniciativa, Pedro Sánchez no tendrá que esperar mucho para saber qué piensa Carles Puigdemont: en plena escalada de tensión, el president de la Generalitat en el exilio será entrevistado esa noche del martes en TV3.
"Mueva el culo"
El miércoles, Míriam Nogueras se enfrentaba cara a cara a Pedro Sánchez en la sesión de control al ejecutivo. La líder de Junts per Catalunya en el Congreso le habría podido exigir al presidente español que se arremangara las mangas de la americana y la camisa para apaciguar la crisis con la principal fuerza independentista, pero optó por una expresión todavía más sencilla de entender: "Mueva el culo; sabe que no vamos de farol". Y no quedaba aquí la cosa: la diputada catalana aseveraba en una entrevista en RNE que su partido no negociará unos nuevos presupuestos españoles si el PSOE no cumple con los anteriores. "Yo creo que no se negociarán los presupuestos; estamos en el mes de diciembre y nosotros no tenemos ninguna noticia", añadía.
Pedro Sánchez, mientras tanto, como si oyera llover. Tres horas después de aquel cara a cara, entre copas y canapés, el presidente español aseguraba en conversación informal con periodistas en la tradicional copa de Navidad de la Moncloa que no percibía un ultimátum por parte de Carles Puigdemont. Admitía que sería "coherente" que los dos se reunieran, pero afirmaba que el encuentro no figura en su agenda ni en sus planes de futuro inminente; le acusaba de hacer una mala lectura de la realidad política catalana y equivocarse con la estrategia de la "confrontación", y también señalaba que los buenos resultados económicos del estado español permitirán profundizar en los autogobiernos catalán y vasco. Solo reconocía, eso sí, que es consciente que antes de sentarse a negociar los presupuestos con Junts per Catalunya hará falta cerrar un acuerdo en la delegación a la Generalitat de las competencias en inmigración.
El caso es que fuentes del Gobierno admiten que ya hace semanas que negocian las cuentas —no en profundidad— con otras formaciones políticas representadas en el Congreso; no pasa todavía con Junts. A pesar de todo, la interpretación que hacen de los embates de Carles Puigdemont es que se trata de mera gesticulación y de una estrategia para alcanzar un buen acuerdo cuando sí que se sienten a negociar las cuentas. Antes, sin embargo, habrá que aprobar la senda de déficit. Y los independentistas de Míriam Nogueras ya han sido duros en sus advertencias los últimos meses: el pasado julio, como castigo por el déficit de ejecución presupuestaria en Catalunya, tumbaron la senda de déficit presentada por el Ministerio de Hacienda. Y, una vez pasadas las vacaciones, los socialistas desafiaron a los independentistas presentando en el Congreso la misma senda de déficit; idéntica. Junts repitió por activa y por pasiva que la volverían a tumbar; y el primero en frenar en aquel 'Chicken Run' fue Pedro Sánchez: el Gobierno retiró del orden del día la votación de aquella senda. Los independentistas instaban entonces al Ministerio de María Jesús Montero a negociar una nueva que velara por los intereses de Catalunya.
ERC continúa en manos de Junqueras
Una de las dudas que podía tener el Gobierno este fin de semana era si, a partir del lunes, tendría que cambiar su forma de relacionarse con Esquerra Republicana. Todo continuará igual: Oriol Junqueras recuperará la presidencia del partido después de haber superado a Xavier Godàs solo con el 52% de los votos en la pugna para liderar la formación. Varios miembros del Consejo de Ministros, no obstante, mostraban tranquilidad ante la incertidumbre del futuro de ERC: señalaban que, en caso de haber ganado la candidatura alternativa al junquerismo, los pactos entre republicanos y socialistas no los cuestionaba nadie. Estas fuentes apuntaban que el optimismo para sellar un acuerdo con Esquerra Republicana en materia de presupuestos no lo hubieran perdido en ningún momento
Podemos también asfixia a Sánchez
Y en otra casilla del tablero político hay Podemos. Los morados están alzados en armas contra el PSOE desde que Sumar está en horas bajas; pretenden vengarse del fratricidio cometido por Yolanda Díaz hace un año y medio y reivindicarse como la izquierda 'pura' de la política española. Ante eso, el partido de Ione Belarra aseguraba el pasado miércoles que ahora mismo "no se dan las condiciones para empezar la negociación de los presupuestos generales del Estado". Todo, porque Junts per Catalunya y PNV no se presentaron a una reunión convocada por Hacienda para intentar negociar un acuerdo para un impuesto a las empresas energéticas; la asistencia de estos dos partidos era un pacto al que los morados habían llegado con los socialistas a cambio de votar a favor hace tres semanas del paquete fiscal del Gobierno.
Pero no acaba aquí la cosa. Podemos ha situado otras líneas rojas para que las cuentas de la ministra María Jesús Montero puedan salir adelante: bajar por ley el precio de los alquileres en un 40%, prohibir la compra de vivienda que no sea para residir en él y romper relaciones comerciales y diplomáticas con Israel. Lo que más preocupa al Gobierno no es la dimensión de las exigencias, sino la manera como lo han hecho los morados: lo han consultado a sus bases y estas lo han avalado; han adquirido un compromiso directo con la militancia. Y eso hace pensar a la Moncloa, según apunta a ElNacional.cat una fuente de alta jerarquía en el Consejo de Ministros, que "Podemos adopta una posición para poder presumir de ser ellos los que provoquen que no haya presupuestos".