En el 2017, a pesar de haber flirteado con las ideas de la extrema derecha, Los Republicanos no dudaron: ya eliminados, aenla segunda vuelta, pidieron el voto por el liberal Emmanuel Macron, surgido del Partido Socialista, que se enfrentaba a Marine Le Pen. Tampoco tuvo dudas Angela Merkel en 2020. La excanciller se implicó de `leno para evitar la llegada de los ultras al poder. Por eso, permitió un gobierno de izquierdas en minoría al land de Turingia, liderado por la izquierda radical. En los dos lugares iba antes cerrarles el paso que los intereses partidistas propios. A diferencia de lo que pasó en Castilla y León, donde la derecha tradicional no dudó en meter a los ultras en las instituciones a cambio de mantenerse en el poder.
Esta es justamente la gran misión de Alberto Núñez Feijóo: devolver el Partido Popular a las coordenadas europeas de las cuales se ha alejado. Durante las últimas semanas, y especialmente en el congreso de este fin de semana en Madrid, se ha centrado sobre todo en marcar distancias con Vox. "Guárdense sus carnés de demócratas, de gente del común, de españoles y de patriotas", les decía este sábado después de ser proclamado presidente del PP. El gallego siempre ha hecho gala de que los de Abascal no se han comido un rosco en Galicia, como tampoco lo ha hecho Ciudadanos. Pero la realidad española es otra y muchos gobiernos autonómicos y municipales están atados de pies y manos por Santiago Abascal, no sólo el de la Junta de Castilla y León (que todavía se podría revertir y no se hará).
Es sintomático analizar quién había y sobre todo quién no en Sevilla este fin de semana. No estaba el polaco Donald Tusk, presidente del Partido Popular Europeo, que fue muy crítico con el pacto de Valladolid, que tildó de "triste noticia" y "capitulación". Génova descartó desde el inicio su presencia personal y acabó hablando por sorpresa, después de la presión, a través de un corto vídeo protocolario grabado previamente. Tampoco asistió la presidenta del Parlamento Europeo, la maltesa Roberta Metsola, aunque sí que aparecía en el programa del congreso. A última hora, sin previo aviso del PP, prefirió ir a Ucrania que a Sevilla. Aún menos estaba la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que en cambio sí que ha venido varias veces a Madrid para encontrarse con Pedro Sánchez. Sólo han venido segundas espadas: Manfred Weber (presidente del PPE en el Parlamento Europeo) y Margaritis Schinas (uno de los ocho vicepresidentes de la Comisión Europea, casado con una asturiana).
Durante el congreso, Feijóo ha reiterado que busca las "mayorías absolutas" de José María Aznar y Mariano Rajoy –y sus cuatro de Galicia- y hacer del Partido Popular "la casa grande del centroderecha español". Eso pasa por hacer volver a las filas populares aquellos que un día se escindieron para formar –y para votar– Vox. Un objetivo que también planteó Aznar el viernes en Sevilla, en una participación telemática por positivo de covid. El expresidente del Gobierno hizo un llamamiento a "ensanchar" la base y sumar a todos los que se han marchado: "Nada valioso se hace si no somos capaces de que todos los que están en nuestro proyecto y los que quieren sumarse, centrados en la libertad, encuentren su acomodo".
La primera prueba de fuego para Feijóo será justamente Andalucía, donde a finales de este año acaba la legislatura. Después de lo que pasó en Castilla y León, los rumores de adelanto electoral, que salían principalmente del Palacio de San Telmo, han desaparecido. No en balde se tendrán que enfrentar en las urnas a uno de los activos más cotizados de Vox, la portavoz parlamentaria Macarena Olona. No es casual que el gallego haya optadopor Elías Bendodo, mano derecha del presidente Juanma Moreno, como número 3 de Génova.
Ayuso atenta
A pesar de la imagen de unanimidad que se quiere proyectar, Alberto Núñez Feijóo es consciente de algo: no controla a Isabel Díaz Ayuso ni lo que pueda hacer en el futuro. Ya se ha cargado a un presidente del partido, Pablo Casado, que en Sevilla se ha despedido por la puerta de atrás, admitiendo frustración y un "sentimiento de injusticia". Y todo a partir de una historieta de supuestos espías de serie B de la que nadie ya se acuerda. Y la presidenta de la Comunidad de Madrid ya advirtió a Feijóo, hace un par de semanas, que tendrá "poco aguante" para "tonterías" e "imposiciones". En el congreso de Sevilla también le ha lanzado otro aviso a navegantes: "No nos hemos reunido aquí para ganar congresos, sino para ganar elecciones". Siempre vigilante, en cualquier momento puede volver a atacar. El baño de masas de la militancia ya se lo ha vuelto a dar, como hace medio año en València.
¿Menos beligerante con Catalunya?
La gran incógnita es qué perfil adoptará en relación con Catalunya. Durante las últimas semanas, y también durante el congreso, ha mantenido un perfil bajo. Sólo ha hecho referencia este sábado, para recordar que la soberanía y la integridad territorial "no se negocian con nadie". Por el resto, sin embargo, sin meterse en jardines. De hecho, ha evitado polemizar con la cuestión de la lengua, insistiendo en que todas se tienen que respetar y que no se tienen que combatir. Habrá que estar atentos a la evolución discursiva.