El rey Felipe VI ha asistido en representación de España a la ceremonia de investidura del nuevo presidente de Argentina, el ultraliberal y populista Javier Milei, un economista de ideas polémicas y ultraderechistas —es un outsider estridente similar a Trump o Bolsonaro— que había adquirido notoriedad en las redes sociales y en los platós con intervenciones histriónicas y que, con una campaña centrada en reconducir la estropeada economía argentina con políticas neoliberales, ha ganado al candidato oficialista, el peronista y exministro de Economía Sergio Massa. De su visita a Argentina y los momentos que Felipe VI ha compartido con Milei durante los actos oficiales de estos días, destaca la sonrisa de oreja a oreja que muestra el Rey, en contraposición a la viral cara avinagrada que mostró durante la investidura del presidente español, Pedro Sánchez.
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En el acto protocolario después de la jura del cargo, Felipe VI se ha acercado sonriendo hacia Javier Milei, con quien ha compartido unas palabras cordiales, se ha dado la mano e, incluso, ha cogido del brazo en un gesto próximo y afectuoso. Un saludo que, además, ha durado un buen rato, antes de que el Rey siguiera saludando al resto de cargos argentinos presentes en el acto. Hay que destacar también que el rey español lleva una corbata de color azul celeste, como la bandera argentina, en lo que parece un nuevo guiño. No es el único acto en el cual han coincidido, ya que este sábado el rey y Milei ya se vieron en una recepción oficial en la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores argentino; una reunión en la cual se habló "de la situación de Argentina y de España y de los lazos que nos unen" y en la cual Felipe VI ya mostró un gesto muy próximo con el nuevo presidente argentino.
Con Sánchez, cara avinagrada
Un gesto muy diferente del que Felipe VI mostró en la ceremonia de investidura del presidente español, Pedro Sánchez, el pasado 17 de noviembre: al contrario que la sonrisa de este domingo en Argentina, el rey mostró un gesto avinagrado que ya había mantenido también en la reunión protocolaria con la presidenta del Congreso, Francina Armengol, unos días antes. Durante el acto de toma de posesión del cargo de Sánchez en la Zarzuela, Felipe VI se mostró distante y serio —ni siquiera miró hacia Sánchez al entrar en la sala y fue el presidente quien forzó un saludo alargándole la mano—, en contraposición a un Sánchez risueño. Un gesto que, siendo como es la Casa Real una institución en la que nada se deja al azar y toda comparecencia pública está medida al milímetro, se interpretó como una expresión de disconformidad con la investidura del líder socialista, que reanudaba el cargo en la Moncloa con el apoyo del independentismo catalán, con una polémica ley de amnistía al procés, y con toda la bancada derechista y ultraderechista del Congreso haciendo una oposición feroz.