El exministro del Interior Jorge Fernández Díaz ha intentado girar en pocos minutos la presunta Operación Catalunya en contra de ERC y PDeCAT durante la comparecencia en la comisión del Congreso que investiga las acciones del ministerio "contra adversarios políticos", durante su mandato. Fernández Díaz ha acusado el independentismo de "manipulación" y de usar la supuesta trama para alimentar el discurso del proceso soberanista. Según considera, él sería la víctima de una "conspiración" pues las grabaciones se hicieron públicas días antes de las elecciones del 26-J.
Fernández Díaz se ha enfrentado con el diputado del PDeCAT, Sergi Miquel, afirmando que era "grave y despreciable" que ERC y su partido –"los grupos a que representan", explicaba, señalándoles– hubieran colgado en los centros de salud octavillas donde se le acusaba de haber conspirado para "destrozar la sanidad catalana" –palabras que suenan en el audio de Público-. Miquel se ha defendido que lo hizo la ANC, pero el exministro ha seguido explicando que había sufrido escarnio público por ese motivo. Papel en mano, ha repetido al demócrata que "se había manipulado y falseado" en Catalunya.
La cuestión es que Fernández Díaz no es un "aprendiz" en política, como él mismo ha reconocido, y venía dispuesto a usar como ariete contra el independentismo la comparecencia. Ha repetido hasta varias ocasiones que en las grabaciones no dice "la fiscalía te lo afina", eran "falsas y manipuladas" porque decía "la fiscalía, en fin...a". Tan dispuesto a demostrarlo estaría, que le ha insistido al diputado de ERC, Gabriel Rufián, que quería someterse a un informe pericial con ese objetivo. "Si tengo razón, ¿usted me pedirá perdón públicamente"? ha exigido a Rufián.
Pero no todo era defenderse. La experiencia política del extitular de Interior se ha visto reflejada en la pirueta que ha hecho sacando de la carpeta varias portadas de diarios con los casos de corrupción presuntos que habrían salpicado a CDC. Aquí el argumento ha sido que cuando las grabaciones en el despacho con el exjefe de Antifraude, Daniel de Alfonso, salieron a la luz, fueron mano de santo para encontrar una presunta explicación a por qué Convergència era investigada. "Cuando aparecieron, encontraron a alguien a quien cargarle el mochuelo", se ha jactado.
El exministro también ha utilizado el tono victimista de De Alfonso, un rato antes. Se ha dicho "indefenso" y la "víctima de una auténtica conspiración" porque los audios se hubieran publicado los días previos a las elecciones del 26 de junio. No ha concretado quién habría sido el cerebro, pero ha dicho que no se salió con la suya porque el Partido Popular ganó las elecciones al PSC y a Ciudadanos en la ciudad de Barcelona, y por primera vez, quedó por delante de Convergència en la provincia. "Aquí había un intento claro de alterar la voluntad popular y ha nadie le ha importado", ha dicho sobre unos fragmentos "alterados con la intención clara de afectar al resultado electoral", denunciaba.
Los momentos de más nerviosismo por parte del ministro han sido cuando ha reconocido que el presidente Mariano Rajoy sabía que había conversaciones entre De Alfonso y él. En segundo lugar, cuando ha expuesto que él no solicitó la reunión con el exjefe de Antifrau, –aunque este tampoco decía saber quién lo había organizado. Más tarde, ha afirmado que el director adjunto de la Policía recomendó el encuentro. Tercero, relató que conoció a De Alfonso el día 2 de octubre, día en que se registraron las conversaciones –desmintiendo al exjefe policial Eugenio Pino, sobre que no era la praxis habitual–.
Pero sobre si Interior tenía una trama "contra adversarios políticos", Fernández Díaz se ha deshecho en argumentos para explicar que no era el caso. Primero, ha denunciado que era una forma de ofensa hablar de "policía política". Segundo, ha explicado que sería más típico de Corea del Norte dirigir las acciones policiales. También ha dicho que no se había reunido con el comisario Villarejo y tampoco conocía la existencia de una Operación Catalunya. Finalmente, ha añadido que no intentó hundir el 9-N porque no se trabajaría con 15 días de antelación. "Si no fuera porque todo esto es un tema serio, sería para tomárselo en broma", ha zanjado.