La revista norteamericana Foreign Affairs analiza en un reportaje cómo el nacionalismo español ha entrado en un periodo de crisis y de fuerte agitación después de la declaración de independencia de Catalunya, y de la decisión del Gobierno de Pedro Sánchez de exhumar el cadáver de Franco del Valle de los Caídos. Según la revista, en una profunda reflexión, todo ello está comportando "una batalla por la identidad nacional" española, y muestra que el país tiene una "conciencia nacional débil" y no muy coincidente con la europea.
"La controversia en torno a Franco ha avivado las llamas de un nacionalismo español militante que resurgió el año pasado, después del intento de Catalunya de declarar la independencia. Aunque no todos los nacionalistas españoles tienen nostalgia de Franco, el núcleo radical de la derecha sí que lo tiene. En el mes de julio, la ultraderecha del Movimiento por España organizó un "peregrinaje" a la tumba de Franco para protestar contra las intenciones del Gobierno. "La mitad de España se opone a la exhumación de Franco y a la profanación y saqueo del Valle de los Caídos", advirtieron a los dirigentes del movimiento. Las imágenes del encuentro muestran a grupos con banderas franquistas, con las manos alzadas haciendo el saludo fascista. El Código Penal español, a diferencia del de muchos otros países europeos, no prohibe enaltecer la ideología fascista", indica la revista.
Según Foreign Affairs, en la UE existe preocupación por esta agitación de signo ultra en España. "Hechos como estos han preocupado a los dirigentes de la UE en Bruselas. A finales de octubre, el Parlamento europeo aprobó una moción contra el incremento de la violencia neofascista en Europa, que incluía varios incidentes en España," señala, mientras recuerda que cuestionaba la existencia de la Fundación Francisco Franco.
La revista se pregunta si la transición española fue tan modélica como dicen los políticos españoles. "¿Lo fue? Bajo la aparente ruptura con los 40 años de autoritarismo existía una gran continuidad. Gracias a la amnistía general, los que habían vulnerado la ley luchando contra Franco quedaron en libertad, pero también quedaron todos los miembros del régimen. De hecho, la mayoría de los franquistas en el gobierno, en la policía, en el ejército y en el poder judicial se mantuvieron en sus puestos de trabajo. Incluso el Rey fue nombrado por Franco", apunta la publicación.
Según Foreign Affairs, el momento de más éxito de este modelo fue el 1992, cuando Madrid obtuvo la capitalidad cultural de Europa, Sevilla fue escenario de la Exposición y Barcelona organizó los Juegos Olímpicos. "Durante décadas, las huellas del franquismo quedaron por todos los rincones", añade sin embargo. Y todo se iría al traste.
La crisis del proceso catalán -motivada por el fracaso de la reforma del Estatut- y los nuevos intentos de superar el pasado franquista por parte del gobierno de Pedro Sánchez hacen que ahora la identidad española esté en discusión, y se encuentre desorientada, también en el contexto europeo. "La España moderna sigue siendo, en cierta manera, una anomalía en la Europa occidental. Como escribió el historiador Tony Judt a su libro Posguerra, la identidad colectiva de Europa después de 1945 se fundamentó en el orgullo de haber luchado colectivamente contra el fascismo", apunta, recordando que el proyecto español tiene muchas dificultades para acoplarse a ello. "Se hicieron actos oficiales de constricción y arrepentimiento. Los Estados construyeron museos y monumentos, adoptaron medidas judiciales, y trabajaron para proporcionar reparación económica o moral a las víctimas del fascismo", recuerda.
España es toda otra historia. "La España postfranquista, que se incorporó a la Comunidad Europea en 1986, nunca ha vinculado su identidad nacional al antifascismo ni al sentido de responsabilidad colectiva. Aunque muchos españoles habían luchado contra el fascismo en la Guerra Civil, los gobiernos democráticos modernos de España nunca han intentado convertir este hecho en una fuente de orgullo nacional. Tampoco han aceptado la virtud europea de la capacidad de hablar con franqueza sobre un pasado violento y vergonzoso", añade.
La revista pone como ejemplo lo que sucede con el fusilamiento del president Lluís Companys, del que las autoridades españolas se niegan a pedir perdón, a diferencia de la práctica europea. Cita para eso el caso de la líder de Cs en el Parlament, Inés Arrimadas, con las "contorsiones para encubrir la historia". "El año 1940, Companys fue detenido por la Gestapo en Francia, y después fue ejecutado por el régimen franquista. No obstante, Arrimadas afirma que no fue asesinado por el Estado español, como si la dictadura de Franco fuera de alguna manera diferente de este Estado", indica sorprendido Foreign Affairs.
Todo ello muestra, según la revista, que la conciencia nacional española "es débil".