Después de diez días con el Moby Dada en el Puerto de Barcelona, el día se acerca. Más de un millar de policías esperan que llegue este domingo 1 de octubre. Durante esta semana y media ha habido mucho movimiento, aunque quizás no el que esperaban.
Piolín, Silvestre y el Demonio de Tasmania se han movido de muelle con el fin de no impedir la actividad de los trabajadores. Las sesiones de running por en medio del puerto han dificultado, y mucho, las tareas operativas de estos días haciendo que se vieran obligados a cancelar operaciones de carga y descarga por motivos de seguridad.
La ruta deportiva de la policía era inamovible. Aceras donde nunca circula nadie y terminales donde cada día se mueven grúas y contenedores, se han visto interrumpidas por sesiones diarias de deporte y de paseos en pareja o grupos.
El aproximado millar de policías que hay alojados en el Moby Dada también pasan las horas en la cubierta. Ciento sesenta metros de longitud permiten estirar las piernas sin tener que pisar antes del domingo la ciudad.
Sin embargo, el Moby Dada ha sido polémico desde el primer día. Las condiciones en los camarotes de los policías y el catering, sumadas a un problema de imagen que Warner intentó solucionar sin demasiado éxito, han hecho que todo el mundo hablara del barco.
Que el barco esté ambientado con motivos de la Warner tiene una explicación. Las fuentes consultadas por El Nacional nos explican que el gobierno estatal trataba de ahorrarse un gasto muy elevado y ante la negativa de otras compañías, tuvieron que optar por la naviera del Moby Dada.
Una decisión que, vista la repercusión causada por el Piolín, está claro que les ha acabado saliendo bastante más cara.