¿Hoy en día, quién va a un mitin? Hace unas semanas nos preguntábamos en El Nacional qué motiva a una persona a ir a un mitin y qué tipo de gente va a estos actos dispuestos a aguantar dos horas de discursos y griterío.
Un miembro de un partido comenta que eso de los mítines ya está pasado de moda, que la gente ya no acude a estos actos. Quizás lo decía porque a su partido le cuesta llenar los espacios y ha optado por organizar actos de formato minimalista. En general, a todos los partidos les cuesta llenar los espacios, hasta el punto de tener que quedar en evidencia cuando quedan medio llenos (o medio vacíos).
Las televisiones, con el desfile de candidatos en todo tipo de tertulias, debates y programas de variado formato, así como las redes sociales, se han erigido en los verdaderos campos de batalla de la campaña del 20D.
Sea como sea, la estampa se repite: personas mayores, con banderas y banderolas de los partidos que se agitan cuando se sube el volumen de la banda sonora y aplauden los discursos de los candidatos. A los mítines van los incondicionales. Son una suerte de últimos mohicanos del mitin clásico. A menudo, hay incluso un punto de frikismo en los más entregados. Pero los frikis también votan.