Los Mossos d'Esquadra detectaron que el domingo por la mañana se había desplegado en Girona un dispositivo de grandes dimensiones de la Guardia Civil para evitar que el president, Carles Puigdemont, pudiera votar. A este objetivo se habrían dedicado hasta unos cincuenta vehículos de los antidisturbios del instituto armado, según ha podido saber El Nacional. Esta tenía que ser la primera gran estocada a la operación de represión del referéndum.

El president tenía previsto emitir su voto en el polideportivo de Sant Julià de Ramis, el colegio electoral que le corresponde en función de la residencia habitual. No era ningún secreto. El Govern había hecho público, como hace en cada cita a las urnas, el lugar y hora de votación del president. También lo hizo con el resto de miembros del ejecutivo -de hecho, el colegio electoral del vicepresident, Oriol Junqueras, amaneció con las cerraduras tapadas con silicona, por lo cual hubo que habilitar otro centro.

La intención de Puigdemont era votar a primera hora, una vez abriera el colegio, en concreto a las nueve y media, para marchar después hacia Barcelona. Cuando su vehículo se preparaba para dirigirse al centro de votación, llegó la noticia que en Sant Julià había empezado la cargada policial.

De hecho, la de Sant Julià fue una de las primeras y más violentas operaciones que hizo la Guardia Civil, que hundió con almádenas la puerta de acceso al edificio, y muchas otras que encontró a su paso.

Fue por esta razón que el dispositivo de seguridad del president puso en marcha de manera inmediata uno de los planes alternativos que se habían preparado, votar en Cornellà de Terri, una localidad muy próxima a Sant Julià, 5,5 km de distancia. El Govern acababa de anunciar la puesta en marcha de los censo universal que permitía a los votantes acudir a cualquier colegio.

El consistorio de Cornellà de Terri estaba alertado de que podría recibir la visita de Puigdemont y activó su propio dispositivo para blindar la mesa del president. Se tenía que hacer sin que nadie supiera que el jefe del ejecutivo catalán estaba a punto de presentarse para evitar que corriera la voz y llegara a oídos de las fuerzas del Estado. Hacía falta además la máxima rapidez para escapar del enorme operativo desplegado a tan poca distancia.

No era el único plan alternativo. Había otros, pero para poder llevarlos a cabo, había que despistar un helicóptero de las fuerzas estatales que controlaba los movimientos del president.

Fue precisamente para despistar al helicóptero que el vehículo del president y los de escolta se detuvieron unos momentos bajo un puente, tal como ya ha trascendido. Allí, Puigdemont y su esposa, Marcela Topor, bajaron del coche oficial y se cambiaron a otro de los vehículos.

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El coche oficial giró y volvió al domicilio particular del president, mientras que el del escolta, con Puigdemont y su esposa se dirigió hacia Cornellà. Allí lo esperaban y en cuestión de escasos minutos el president había depositado su voto en la urna y la imagen había quedado inmortalizada por las cámaras.

A partir de aquí el trabajo de preservar la urna quedó en manos del consistorio, que ya tenía preparado un escondite donde depositarla en caso de que se produjera la irrupción al colegio que sufrieron otros centros.

Todo ello podría ser el argumento de una película de espías, pero no fue más que uno de los múltiples episodios que ayer se vivieron a lo largo de la jornada del referéndum.