El pasado 31 de enero siete periodistas hicieron un total de quince preguntas en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros. Era el día en que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea se había pronunciado sobre las cuestiones prejudiciales planteadas por Pablo Llarena, y en que se informaba el juez español que la euroorden de Carles Puigdemont se puede denegar por riesgo de vulneración de derechos fundamentales. De las quince preguntas, diez fueron sobre el conflicto entre PSOE y Podemos en torno a la ley del 'solo sí es sí', tres sobre economía y una sobre el plan anual normativo del Gobierno. Solo una pregunta —formulada por un periodista catalán— iba enfocada a la noticia sobre Puigdemont.

La escena se repite a menudo. En Madrid, las preguntas relacionadas con el Procés se han ido desplazando poco a poco en las ruedas de prensa, las entrevistas y las conversaciones privadas con políticos que se producen con los micrófonos apagados. Ha sido todo sustituido, también poco a poco, con cuestiones que tienen que ver con la moral y la guerra cultural (feminismo, migración, aborto, ecologismo...). Son aspectos que forman parte, sobre todo, de la agenda política de Podemos y Vox para marcar sus diferencias con el PSOE y el PP, respectivamente.

El politólogo y profesor de la Universidad Carlos III de Madrid Pablo Simón señala en declaraciones en ElNacional.cat que, al fin y al cabo, "siempre hay temas que entran y salen de la agenda y la actualidad". Para él, hay que señalar primero los motivos por los cuales no hay un embate directo entre Catalunya y España: "El interés de Esquerra Republicana para ampliar la base independentista, y el cambio de tono del Gobierno cuando acepta que necesita mantener ciertas mayorías en el Congreso". ¿Y cómo entran en la agenda los temas relacionados con la batalla cultural?

Para entenderlo, Simón explica que en España hay mucha correlación entre el eje izquierda-derecha y el eje cultural. Es por eso que, al situarse Podemos más a la izquierda del PSOE, la formación morada abandera con más fuerza los posicionamientos más liberales en el ámbito social. A consecuencia de eso, recientemente "las dos grandes polémicas han sido la ley del 'solo sí es sí' y la ley trans". "Hay una clara pelea por la bandera morada y la bandera LGTBI", sentencia el profesor universitario. De la misma manera, Vox, que es una formación ultraderechista, es quien intenta hacer todavía más bandera que el PP de aspectos que tienen que ver con la familia tradicional, el esencialismo, posiciones antiabortistas y el rechazo a los inmigrantes.

Asimismo, el profesor asociado de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, Joan Navarro, considera que hay muchos factores que producen esta sustitución del Procés por temas relacionados con la guerra cultural. "Hay que recordar que Vox coge fuerza cuando se convierte en una reacción directa al independentismo", señala. Para poner un ejemplo, el partido de extrema derecha consiguió ejercer como acusación popular en el juicio del Procés. Pero el sociólogo apunta en este periódico que la formación ultraderechista ha tenido que "institucionalizarse y dejar de ser antisistema" cuando se ha convertido en la tercera fuerza política del Estado y el gobierno de Pedro Sánchez ha apostado por enfriar la relación entre Catalunya y España.

Todo liga, según Navarro, si también se tiene en cuenta que Podemos, el socio de gobierno del PSOE, tiene una agenda "de corte identitario y no de corte territorial o nacionalista", cosa que contribuye a "recetar ibuprofeno" en todo lo que tiene relación con el Procés. Eso provoca que el discurso contra el independentismo de Vox ya no tenga tanto éxito entre el electorado español y que el partido de extrema derecha tenga que poner sobre la mesa más temas relacionados con la batalla cultural.

Manifestación del pasado 8-M en Barcelona / Foto: Eva Parey

Enterrar y diluir la persecución al independentismo

En declaraciones en ElNacional.cat, un diputado independentista del Congreso admite que le ha sorprendido "la repercusión mínima" que ha tenido el uso de Pegasus para espiar decenas de líderes independentistas. Recuerda que, a pesar de ser "una de las cosas más escandalosas que se han visto nunca en un país democrático", no ha tenido mucho recorrido mediático en Madrid, incluso cuando el Gobierno "se sacó de la manga" que Pedro Sánchez, Fernando Grande-Marlaska y Margarita Robles también habían sido víctimas del mismo software espía.

Aunque en este caso, Podemos y Vox no tienen nada a ver, el PSOE ha conseguido, por ejemplo, que por los pasillos del Congreso algunos periodistas se refieran a la comisión de la Operación Catalunya como 'Kitchen 3'. Todo se debe a la voluntad de los socialistas de utilizar la comisión para incluir trapos sucios del PP y hacer campaña electoral contra el principal partido de la oposición, y no tratar la cuestión real de fondo: la persecución al independentismo catalán a través de las cloacas del Estado.

Un grupo de periodistas charla con Isabel Rodríguez después de la rueda de prensa del Consejo de Ministros / Foto: Europa Press

El 'sí es sí', el arma de Podemos contra el PSOE

Todo eso provoca que, en acontecimientos como la pasada copa de Navidad celebrada en el palacio de La Moncloa, las conversaciones entre los periodistas y políticos giren más en torno a aspectos como el de la ley del 'solo sí es sí'. De hecho, en aquella ocasión, el entorno de Pedro Sánchez aparcó rápidamente la posibilidad de volver a reunir la mesa de diálogo porque "el diálogo ya se ha consumado". Dos meses más tarde, la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, dejaba claro que este instrumento ya no es "necesario".

La cuestión del 'solo sí es sí' ha conseguido, en efecto, que Podemos haya tensado al máximo la cuerda de la guerra cultural con el PSOE. Los morados han preferido mantenerse de brazos cruzados y, a pesar de la rebaja masiva de condenas a agresores sexuales, se han negado a reformar la ley estrella del Ministerio de Igualdad. Todo para conseguir que los socialistas acaben reformando la ley con el apoyo del PP, y Podemos pueda presumir, según la misma formación morada, de ser los acérrimos defensores del consentimiento.