Es factible que Bildu gane las elecciones en Euskadi dentro de dos semanas. Es muy difícil, en cambio, que acabe gobernando el País Vasco. Se debe, todo, a su sistema de investidura de un lehendakari. Está adaptado a un parlamento históricamente fragmentado, con el fin de evitar el bloqueo político. Todas las encuestas pronostican que hasta la noche electoral se mantendrá una lucha reñida entre las dos fuerzas soberanistas vascas, PNV y Bildu. En cambio, todas las quinielas apuntan que el próximo lehendakari tendrá carné del Partido Nacionalista Vasco; y que Imanol Pradales conseguirá el poder gracias a un acuerdo con el PSE de Eneko Andueza, los socialistas vascos.

He ahí una guía rápida sobre cómo funciona la elección de un lehendakari: para hacer un resumen rápido, funciona prácticamente de la misma manera que en España se escoge a un alcalde después de unas elecciones municipales. Pero vamos por partes. El parlamento vasco se compone de 75 diputados. Eso significa que la mayoría absoluta se sitúa en los 38 parlamentarios. Pero ahora veremos que, en la elección de un presidente, la mayoría absoluta no acaba de ser determinante. En el debate de investidura no se presenta solo un candidato, sino que cada grupo que quiera se puede presentar. Es decir, no pasa como en el Parlamento o en el Congreso, en el que los diputados tienen que votar 'Sí', 'No' o abstenerse a la candidatura de, por ejemplo, Pere Aragonès o Pedro Sánchez, que ha sido previamente designado por el presidente de la cámara catalana o el rey Felipe VI, respectivamente.

Tal como indica el reglamento de la cámara vasca, lo que tienen que hacer los parlamentarios vascos es escoger a uno de los candidatos que se presentan a la elección como lehendakari, que podrán exponer sus proyectos en una intervención de un máximo de hora y media. En el primer debate, será designado lehendakari aquel candidato que obtenga el apoyo de la mayoría absoluta del parlamento vasco. Es decir, 38 de 75 votos. Si nadie consigue esta mayoría, no hay problema. 24 horas más tarde se celebra un nuevo debate, en el que se convertirá en lehendakari aquel parlamentario que tenga más votos a su favor, sin necesidad de mayoría absoluta.

En caso de empate entre las candidaturas más votadas, al cabo de 24 horas se celebrará una nueva votación, en la que solo podrán votarse estas candidaturas que han empatado. Si el empate persiste, el reglamento no prevé nuevas elecciones: señala que el presidente de la cámara establecerá un calendario para nuevas votaciones. En 2009, por cierto, el sistema se modificó un poco, para pasar a ser más transparente. Los diputados ya no entregaban papeletas, sino que pasaban a pronunciar en voz alta su voto.

El sistema aleja Bildu del poder

Teniendo en cuenta estos datos, y siendo conocedores también del abanico de potenciales alianzas a partir del día siguiente del 21 de abril, es muy y muy complicado que Bildu consiga la presidencia del gobierno vasco. Cojamos como referencia el último barómetro del CIS sobre las elecciones: la encuesta situaba al PNV en primera posición con una horquilla de 30-31 diputados, seguido de Bildu con 28-29 y el PSE con 10-11. En la cuarta posición colocaba al PP con una horquilla de 5-6; seguido de Sumar (0-2), Podemos (0-1) y Vox (0-1).

 

La clave es que el candidato del PSE, Eneko Andueza, ya ha dejado claro que en ningún caso dará apoyo al candidato de la izquierda abertzale, Pello Otxandiano. Tampoco lo hará el PNV. Jeltzales y socialistas están condenados a entenderse. Es el matrimonio que gobierna actualmente el País Vasco y que mantiene en pie a Sánchez en la Moncloa. Así, el único espacio que estaría dispuesto a entregar sus votos a un candidato de Bildu sería Podemos y/o Sumar. Pero ya hemos visto que las encuestas pronostican un resultado desastroso para estas dos formaciones. Dicho esto, lo más probable es que aunque Bildu consiguiera el mejor de sus pronósticos (ganar las elecciones y que la suma de PNV y PSE no alcanzara la mayoría absoluta), serviría de bien poco, porque la suma de jeltzales y socialistas ya supera con creces la fuerza que puede alcanzar Bildu.

Y la cosa no acaba aquí: el PP ya ha demostrado anteriormente que siempre puede salir al rescate de PNV y PSE. Porque el partido decidió, después de las elecciones municipales del pasado mes de mayo, entregar sus votos a estas dos formaciones con el fin de evitar alcaldías de la izquierda abertzale. Los populares entregaron a los socialistas la alcaldía de Vitoria, y a los jeltzales las varas de cinco ayuntamientos más para evitar la llegada de Bildu al poder.

Un sistema electoral desigual

Otro de los factores que entra en juego en estas elecciones es el sistema electoral —desigual— que hay en el País Vasco. El 21-A, Gipuzkoa, Bizkaia y Araba escogerán a un total de 75 diputados; 25 cada uno. Este sistema es, a primera vista, igualitario. Pero no, porque no tiene en cuenta la población con el fin de repartir los escaños de forma proporcional. Eso provoca que los votos de los alaveses sean extraordinariamente preciados: en Bizkaia hay 945.000 electores; en Gipuzkoa, 587.000; y en Araba, 261.000. Así pues, en Araba puedes conseguir un escaño convenciendo solo a 10.464 votantes. Mientras que en Bizkaia y Gipuzkoa te tendrán que dar apoyo 37.834 y 23.508 ciudadanos, respectivamente.

Este sistema provocó, por ejemplo, que en 1994 Unidad Alavesa consiguiera cinco escaños con solo 27.797 votos. No obstante, este sistema electoral es poco cuestionado en el País Vasco. En 2010, el diputado de UPyD Gorka Maneiro propuso una reforma para que Euskadi pasara a ser una sola circunscripción electoral. Solo Ezker Batua se abstuvo; la propuesta fue rechazada por el resto. El caso, sin embargo, es que en 2013 el profesor de la Universidad de Burgos y miembro del equipo del Euskobarómetro Sergio Pérez Castaños realizó un estudio en el que, cogiendo datos de las elecciones del 2009 y 2012 y trasladándolos a una hipotética circunscripción única, concluyó que no se registrarían grandes variaciones en el número de escaños de los partidos importantes.