Este domingo, Adriana Lastra y Rafael Simancas seguían la primera votación del debate de investidura atentamente, con una lista de los 350 diputados y un bolígrafo. Los dos también se han asegurado que todos sus diputados pasaran la noche de este lunes en Madrid, controlando que todos tuvieran los billetes de avión y AVE y una noche de hotel en la capital española. Ni uno puede faltar a la cita clave de este martes, la segunda votación, donde hace falta más sí que no. El margen de error es muy pequeño: sólo dos votos de diferencia, 167 contra 165. El fantasma del tamayazo sobrevuela el Congreso de los Diputados. Simancas, principal víctima de aquella jugada sucia, sabe perfectamente qué hay en juego.
A pesar del cambio de voto de la canaria indisciplinada Ana Oramas, a pesar de las presiones que están recibiendo diputados socialistas que están siendo señalados con nombres y apellidos, el sueño húmedo de Inés Arrimadas y de algunos barones como Lambán o García-Page no tiene perspectivas de prosperar. Pedro Sánchez dispone de un control férreo sobre su grupo parlamentario, después de pasar en dos ocasiones por las urnas. Además, todos los escenarios están contemplados. En caso de que faltara algún sí, hay "plan antitamayazo: algunas de las 18 abstenciones de ERC y EH Bildu pasarían a ser instrumentalmente votos favorables, según fuentes de estas formaciones. Lo que hay en juego es mucho, y en frente tienen una oposición que de facto está liderada por la extrema derecha.
En primer lugar, está en juego el primer gobierno de coalición de izquierdas desde los tiempos de la Segunda República. Ha costado sudor, sangre y lágrimas, y la irrupción como tercera fuerza de los postfranquistas, para ver a Pedro Sánchez abrazarse a Pablo Iglesias. Han salvado la bola de partido, y tienen una legislatura por delante para aplicar un antídoto a la extrema derecha. Han prometido una ambiciosa agenda de políticas sociales, la más importante desde la Transición, con una crisis económica que amenaza. Es el test europeo. Si no sale bien el experimento, la calle se les puede girar en contra como a Emmanuel Macron. Entonces será todavía más complicado frenar a los de Santiago Abascal.
En segundo lugar y más importante, está en juego el conflicto político catalán, el principal factor de bloqueo de la política española. Con una hemeroteca que se ha tenido que tragar, Pedro Sánchez ha decidido negociar con ERC una mesa de negociación entre Estado y Generalitat, esta vez de verdad, y se ha comprometido a someter lo que salga de ella a votación de la ciudadanía de Catalunya. Los republicanos ya le han advertido que no aceptarán más "estafas", más apoyarés como los de Zapatero. Si no se coge el "conflicto político" por los cuernos, están dispuestos a hacerle caer. Es la última oportunidad para recuperar Catalunya.
En frente tienen a la bancada de la derecha más radicalizada, donde el jefe de la oposición formal es Pablo Casado pero quien lleva la batuta del relato es Santiago Abascal. El domingo, con la bronca durante la intervención de la portavoz de EH Bildu Mertxe Aizpurua, fue la antesala de lo que será la legislatura. La diputada abertzale tuvo que pronunciar su discurso en defensa del diálogo y de una solución democrática y negociada en medio de una lluvia de gritos y algún grito que incluso le deseaba la muerte. Son los de la anti-España, que no han dudado en poner en la palestra incluso a Tomás Guitarte, el parlamentario de Teruel Existe, que ha recibido una avalancha de presiones y amenazas. La actitud de la derecha españolista recuerda a la del 36. De hecho, Vox habla abiertamente de ir contra el "Frente Popular". También hay llamamientos a detener el Gobierno en la calle, al estilo venezolano o boliviano.
El gobierno de coalición, a punto
En estos momentos, la estructura del futuro gobierno de coalición presidido por Sánchez ya está cerrada, aunque no se ha dado a conocer toda. Habrá tres vicepresidencias: Pablo Iglesias tendrá la segunda, que será de Asuntos Sociales, y la tercera, económica, será para Nadia Calviño. La primera la retendría Carmen Calvo. También se conocen los otros ministerios de Podemos: Irene Montero a Igualdad, Alberto Garzón a Consumo, la gallega Yolanda Díaz a Trabajo y el catalán Manuel Castells a Universidades. Se prevé un cambio de portavoz, dejando fuera a la ministra de Educación Isabel Celaá. Quien tiene más números en las quinielas es la ministra de Hacienda, la andaluza María Jesús Montero, uno de los valores en alza del PSOE. Los otros nombres que parecen asegurados son Fernando Grande-Marlaska (Interior), José Luis Ábalos (Fomento), Teresa Ribera (Medio Ambiente), Magdalena Valerio (Seguridad Social) y Margarita Robles (Defensa).
En todo caso, la intención de Sánchez es ir por trabajo, que por algo ha forzado un debate de investidura en fin de semana y en medio del Día de Reyes. Los planes de los socialistas pasan porque este mismo martes por la tarde, o como muy tarde miércoles, jure el cargo ante el Rey. Después sería el turno de los ministros, que también tendrán que jurar o prometer el cargo ante el monarca. El viernes se celebraría, como es habitual, el primer Consejo de Ministros del nuevo Gobierno.
A pesar del 'deep state'
El debate de investidura empezó con la Junta Electoral Central desposeyendo a Oriol Junqueras de su cargo de eurodiputado y ha acabado con el Parlamento Europeo devolviéndole el escaño y citándolo el día 13 para tomar posesión. Este movimiento del deep state del Estado español, que ni siquiera esperó al Tribunal Supremo, hizo peligrar por unas horas la investidura de Pedro Sánchez. Finalmente, los republicanos decidieron mantener su apuesta. Eso sí, con una advertencia, en boca de Gabriel Rufián: "Si esta vez el pueblo de Catalunya vuelve a ser estafado, si esta mesa de diálogo no se cumple, no se estará estafando s un partido; se estará estafando al pueblo de Catalunya".