La salida de la sombra a la luz, en una entrevista con Jordi Évole, tenía muy poco de las jugadas maestras que se le atribuyen. A la primera de cambio, Iván Redondo ya sacó unas figuras de ajedrez, que casualmente llevaba en el bolsillo de la americana. Era como ver al monstruo de su propia leyenda devorarlo en directo. Quería dar su versión de los hechos, pero no acabó de salir bien. Más bien en este sentido es el libro Moncloa. Iván Redondo. La política o el arte de lo que no se viene (Península, 2021), del periodista catalán y militante socialista Toni Bolaño. Sale publicado hoy y, en él, el spindoctor se puede despachar a gusto y ajustar cuentas. Habla él: "Sé lo que es llevar el 10 en la camiseta y que vayan a por ti en el campo. Estoy acostumbrado a los golpes bajos". Y también muchos otros, como el ministro Miquel Iceta, que siguen el símil: "Me recuerda a Cruyff. Cuando tienes la pelota, el adversario no juega". Pero sigue dejando muchos interrogantes abiertos sobre su virreinato a La Moncloa y sus constantes golpes de efecto.
Para ser honestos, en las casi 500 páginas de la obra de Bolaño, la exmano derecha de Pedro Sánchez habla más bien poco. En las nueve páginas del prólogo, en alguna entrevista recuperada del pasado (ha dado poquísimas) y poco más. Pero sí que hablan, y mucho, hasta 120 personas, entre las cuales hay periodistas, pero también ministros, dirigentes políticos, gente que trabajó codo con codo con él en La Moncloa, profesores suyos e incluso su esposa Sandra. Es ciertamente laudatorio. La obra no se esconde; es honesta. No dice casi nada malo del asesor vasco y se centra en dar una versión de los últimos cuatro años. Pero también permite encontrar, entre las rendijas de los dieciséis capítulos, anécdotas y relatos interesantes de determinados episodios de los últimos tiempos. ¿Era Rasputín o no lo era?
Por ejemplo, Paco Salazar, que era mano derecha de Redondo, recuerda la visita de Pedro Sánchez al presidene Quim Torra en febrero del 2020 en el Palau de la Generalitat. Ellos dos fueron la víspera para cerrar los detalles en una reunión que duró dos o tres horas. Querían que Sánchez compareciera en la galería gótica, reservada para el president de la Generalitat. Se negó la delegación catalana. "Eran conscientes de que era un mensaje inequívoco de la unidad de España, caía el relato de que se trataba de la visita de un país a otro país", relata Salazar. Entonces Redondo se plantó: "Nosotros nos vamos a ir y os lo pensáis. Si consideráis que no puede ser así, se suspende la reunión y ya está". Al cabo de dos horas habrían obtenido el visto bueno a su línea roja. "Habíamos ganado la batalla del simbolismo, habíamos ganado el mensaje", se felicita ahora Paco Salazar. Una anécdota que sirve para todo lo que tiene que ver con la carpeta catalana.
De hecho, el libro lo sitúa como el artífice de las principales jugadas. En 2017, cuando el referéndum, no estaba en La Moncloa, pero sí en la sala de máquinas de Pedro Sánchez. Era consciente de que tenía que dar apoyo a Mariano Rajoy, a pesar de las importantes diferencias y el posible desgaste en Catalunya. Todo para "reforzar la imagen de hombre de Estado". Y lo hizo. Se relata también cómo intentaron presionar a la Casa Real para que aquel 3-O el Rey al menos hablara de "diálogo". No lo lograron y Miquel Iceta señala el error: "El discurso del Rey no era el discurso del Rey, era el discurso de la Casa Real". También le sitúan en la cocina del encuentro de Torra y Sánchez en Foment del Treball el 21-D del 2018. Y en la cumbre de Pedralbes. Y en los indultos. Y en la mesa de diálogo. Según Raül Múrcia, exjefe de gabinete de Aragonès y principal interlocutor de Redondo, era "una de las personas que más apostó" por ella, porque "como buen vasco entendió que la realidad era compleja". En cambio, la crisis del "relator" se atribuye exclusivamente a la entonces vicepresidenta Carmen Calvo. En este caso, Redondo es quien apaga el fuego con una nueva jugada maestra.
Otro frente polémico, los servicios prestados a Xavier Garcia Albiol para llegar a la alcaldía de Barcelona. Se le desvincula de los polémicos carteles de Limpiando Badalona en 2015, porque él entonces ya estaba en Extremadura. El mismo Albiol el defensa en las páginas del libro: "Aquella campaña no fue de Iván. Era una campaña segmentada del partido en barrios concretos". Es cierto todo eso. Pero también lo es, como se explica en el mismo libro, que participó del embrión de aquella campaña, cuatro años antes: el reparto de unos DVD que vinculaban inmigración con delincuencia e inseguridad. El guion y textos fueron a cargo del spindoctor de Donosti, que desde dentro de la furgoneta iba dando instrucciones. Participó de casi todas las fases de la realización del contenido.
Hay también entrevistas que parecen inverosímiles, como la andaluza Susana Díaz asegurando que "le habría ido bien tener un Iván Redondo" en su pulso por el control del partido contra Sánchez. O una exprofesora suya en la Universidad de Deusto, que le puso matrícula y que aprovecha para recomendar a la Casa Real que también fichen a "un Iván".
¿Dimisión o cese?
El final del libro es básicamente la defensa de Iván Redondo después de su salida de La Moncloa. La voz la ponen otros, pero sirve para que el profesional vasco rebata al Gobierno, que difunde que pidió ser ministro y que finalmente fue destituido el pasado 10 de julio. Según el libro de Bolaño, en cambio, fue él quien decidió terminar después del fiasco de Murcia y Madrid, donde él simplemente habría intentado salvar los muebles quemados. Pero Ferraz –y concretamente Adriana Lastra- lo utilizan como chivo expiatorio en el eterno pulso partido-Moncloa. Siempre según esta versión, el mismo 5 de mayo Redondo trasladó a Sánchez que había tomado la decisión de dejarlo. Durante estos dos meses, el presidente del Gobierno le habría ido dando largas e incluso le habría ofrecido ser ministro de la Presidencia para intentar retenerlo. Unos intentos en vano y que, siempre según la obra, La Moncloa trata de ocultar hablando de cese. Un choque de versiones que no acaba de aclarar qué pasó realmente.
Palabra de Redondo
Iván Redondo sólo habla propiamente en el prólogo del libro, a cargo del periodista Antonio Lucas, que pasó una jornada con él tres días antes de su salida de La Moncloa. Y parece que el donostiarra quiere ajustar cuentas. No se sabe exactamente con quién, pero eso deja la conversación que mantienen. Siempre dejando un punto de intriga, para conservar bien viva su leyenda, construida desde fuera y desde dentro.
—¿Sabrá desacostumbrarse del poder?
—Con el tiempo entiendes que todo es un fraude...
—¿Un fraude?
—Eso es lo que más desconcierta.
—¿El qué?
—…